Ciudad

Agua al cuello

El Espinillo, manual de resistencia

Ante la gran crecida del río Paraná, los habitantes de la isla sólo pueden movilizarse en canoas y el único lugar que quedó en tierra firme es la escuela Marcos Sastre. Algunas familias se autoevacuaron, pero la mayoría se plantó y no se mueven.


Desde la guardería náutica Puerto del Sol –que está a pocos metros de las piletas del parque Alem–, El Ciudadano acompañó el operativo de asistencia de Defensa Civil, Salud y Promoción Social a los habitantes de la isla del Espinillo, que a fuerza de crecida ya casi dejó de serlo: allí el único lugar que quedó en tierra firme es la escuela Nº 1139 Marcos Sastre. El resto está totalmente cubierto: ya sea por unos pocos centímetros o por varios metros, lo que era el paisaje de la isla quedó literalmente bajo el agua. Pese a ello, sólo unas pocas familias resolvieron evacuarse, y la mayoría de los habitantes se plantó: a sólo minutos de la gran ciudad, al otro lado del río, están escribiendo un manual de resistencia.

Además del agua de abajo, también juega en contra la de arriba. Hace algunas semanas la lluvia viene complicando la vida cotidiana de los habitantes del lugar; si bien el agua que cae del cielo es igual de mojada para todos, los problemas que ocasiona son diferentes, según el lugar. Lo grave de la situación no termina con la amenaza de las inundaciones, sino que a esto debe agregrarse la imposibilidad de poder trabajar. Los vecinos del Espinillo se resisten a dejar sus casas, ese paraje es su lugar en el mundo y quedan en guardia para cuidar sus pertenencias. Las caras de los isleños aparenta ser de resignación, pero todos están a la espera de volver a empezar.

En el lugar viven unas 30 familias que se sustentan de la pesca y de la cría de animales, pero con la crecida del río viven de lo que acopiaron y de la ayuda del Estado, que una vez a la semana le acerca alimentos, pañales, agua potable y artículos de limpieza, entre otros víveres, y medicamentos.

Gabriel Callegri vive en El Espinillo desde que nació, hace 44 años, y comenzó a pescar desde los 14. Está casado con Sandra y tienen cinco hijos.

“Las inundaciones se dan una vez al año, y cada dos o tres hay inundaciones grandes, aunque también hay bajantes grandes. Mi casa tiene un metro diez de agua y estamos viviendo en la parte de arriba. Para mí es normal, estamos acostumbrados, hay que buscarle el lado positivo: el río hace que con la crecida salgan peces de la laguna que están encerrados. Mientras tanto sobrevivimos”, afirmó Gabriel.

El isleño contó que en buenas épocas se pescan hasta 200 piezas por día entre sábalo dorado, boga, surubí, patí y armado; en otras que no son tanto, hasta 15. Actualmente están en un promedio: “Pero con eso no basta para poder vivir”, confesó el hombre.

Lo que pescan se los venden a los acopiadores y a las pescaderías de Rosario y, en temporada alta a los frigoríficos, que pagan mejor.

En la isla del Espinillo está la escuela Marcos Sastre, que sigue a salvo de la inundación y es un punto de referencia para todo. Tiene 20 alumnos y está dentro de los límites de la provincia de Entre Ríos, pero depende de Santa Fe. Está emplazada en diez hectáreas que el gobierno compró en 1947, con indicaciones de que la cooperadora pueda otorgar permiso de vivienda a las personas que quieran radicarse en ese predio y que tengan hijos en edad escolar. Allí estaba Alicia, que es ayudante de cocina del establecimiento, a la espera de asistencia.

“Acá le damos la copa de leche a los chicos, con facturas o galletitas y también el almuerzo. Vamos variando con tallarines, milanesas, hamburguesas y todo tipo de verduras”, explicó la mujer.

Alicia vive en El Espinillo desde su más tierna edad con su esposo, con Jesús, su nieto de 11 años y con su perro Corbata, al que la inundación le dejó media cola: hace unos días fue mordido por una palometa, tan fuerte que le arrancó lo que falta.

“Los chicos se aburren porque no tienen con qué jugar, viven con los salvavidas puestos por si se caen al agua. El problema va a ser cuando el agua baje y salgan todos los bichos, en ese momento vamos a necesitar muchos pares de botas”, dijo con voz resignada.

En la zona de El Saco todas las casas están sobre pilotes, el agua no entró pero tapó toda la tierra. Allí viven Natalia, Omar y sus cuatro hijos varones desde hace 12 años. El último nació hace unos días.

“Nos asusta que el río siga creciendo. Ya perdí muchas gallinas, se van cayendo al agua y se van ahogando. Estoy usando una lancha que me prestaron, porque la mía con varios años de sol y lluvia no sirve más. Ésta es la realidad que estamos viviendo los isleños”, contó el hombre con voz entrecortada.

Carlos vive en la zona de Costa Alta, en el parador Club del Este, donde una fuerte tormenta el año pasado arrasó con el comedor del lugar y las chapas quedaron compactadas. El terreno tiene 10 hectáreas, pero por la inundación apenas quedó un poco de arena.

“Hace 20 años que estoy acá, ni loco vivo en el cemento. Vivir acá no es para cualquiera”, advirtió Boby, como le dicen en el cariño.

El isleño por adopción se levanta todos los días a las 5.30, desayuna y luego le da de comer a los seis perros que viven allí con él. Más tarde se pone a trabajar en el terreno y limpia. A las 21 ya se acuesta para levantarse temprano al día siguiente.

“Estoy solo porque nadie quiere venir a vivir acá. Algunas novias que tuve se quedaron un tiempo, pero después se quieren ir al shopping”, dijo en broma y en serio a la vez.

Boby se resigna y reconoce que ante una inundación no se puede hacer nada, “sólo esperar a que el río baje”. Pero no duda: “A mí de acá no me saca nadie, esto es un paraíso a minutos de la ciudad”, concluyó.

Los barrios y el centro, como en la selva

No, no estamos en la selva, pero la crecida del río Paraná provocó la aparición de diversos animales en la ciudad.

Cada vez más animales son encontrados en Rosario. Desde bichos tropicales, zorros, chanchos y hasta víboras fueron encontrados durante esta semana. Todo, producto de la crecida y la invasión de camalotes.

La llegada del “bicho de fuego”, adjudicada a la humedad y alta temperatura, llamó la atención de los rosarinos esta semana. Sin embargo, en los últimos días fueron encontradosdos otros animales en distintos puntos de la ciudad.

Un chancho fue encontrado en inmediaciones de Catamarca y Dorrego y luego fue capturado por un taxista. Desde el municipio agregaron que otro cerdo fue visibilizado en la zona del parque de la Independencia.

Pero eso no es todo. Anteayer un zorro fue visto en el área donde se encuentra el club Mitre, cerca de Entre Ríos y Wheelwright, donde personal de la Guardia Urbana Municipal pudo encerrarlo en una jaula para luego trasladarlo.

Además, vienen apareciendo ofidios a lo largo de toda la costa, como este en Puccio y Costanera.

Autoridades municipales explicaron en varias ocasiones que por la crecida del río Paraná algunos animales arriban a la costa rosarina en los camalotes.

La EPE rehabilitó una conexión de alta tensión

La Empresa Provincial de la Energía rehabilitó en la mañana de ayer el funcionamiento de la línea aérea de alta tensión que vincula a San Jorge (departamento San Martín) con Las Rosas (departamento Belgrano), reparada luego del temporal del pasado 12 de diciembre. La tormenta fue tan severa que a su paso el viento terminó derribando 23 columnas de hormigón armado. “Fue la primera vez en la historia que se registró una situación de tales características, como consecuencia de un fenómeno meteorológico”, destacaron desde la EPE.

Los trabajos consistieron en el izado de más de 40 estructuras tubulares que sostienen el tramo afectado de la red de alta tensión. En esta zona, la EPE pidió máxima precaución a productores y peones y a operarios que trabajan en los campos, atendiendo las márgenes de seguridad de los tendidos eléctricos, con el fin de evitar accidentes.

El operativo técnico para recuperar el servicio transitó por varias etapas. La primera demandó 7 millones de pesos, se ejecutó durante la última quincena de 2015 y estuvo orientada a la recuperación del servicio con generadores, reconfiguración de redes de alta, media y baja tensión, como así también la asistencia a usuarios sensibles, como servicios comunitarios de salud y agua potable, entre otros.

La distribuidora eléctrica estima que la reconstrucción de 42 kilómetros de líneas de 13,2 kilovoltios, 15 kilómetros de 33 kilovoltios y 6,5 kilómetros de 132 kilovoltios requerirá una inversión cercana a los 44 millones de pesos.

La normalización del servicio incluyó la afectación de 100 agentes de distintas partes de la provincia, integrantes de las gerencias de explotación, comercial e Infraestructura.

Las redes eléctricas rurales en el servicio de 7,6 kilovoltios fueron las más afectadas por este fenómeno, que dejó postes quebrados y caídos, como así también las conexiones a domicilios desaparecidas. Hasta el momento, continúa el trabajo en la recomposición de esos vínculos eléctricos.

La infraestructura dañada alcanzó zonas de los departamentos San Martín, Belgrano y San Jerónimo, incluyendo las localidades de Carlos Pellegrini, Cañada Rosquín, Casas, Las Bandurrias, El Trébol, Los Cardos, Piamonte, Montes de Oca, Bouquet, San Genaro y Centeno.

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