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“Él es el amor de mi vida y lo voy a cuidar siempre”

Por Paola Cándido. Gisela La Menza volvió a compartir su casa con su esposo, el polista accidentado Ignacio Ballesteros.


Después de una larga pelea judicial para lograr poder cuidar de su marido, que padece cuadriparesia espástica, lo que le impide moverse y comunicarse, GiselaLa Menzahabló con El Ciudadano y contó detalles de su vida junto al polista, quien según relató es el gran amor de su vida.

La joven nació en Rosario el 27 de septiembre de 1982. Cursó la primaria en el Colegio Virgen del Rosario y la secundaria enla Escuela Superiorde Comercio. Estudió medicina y se recibió en 2009. Hizo un posgrado de medicina estética. En enero de 2004, conoció en Mar del Plata a Ignacio Ballesteros, con quien se casó el 31 de marzo de 2010. Pero el destino le jugó una mala pasada. El 11 de diciembre de 2010, Ignacio jugaba un partido de polo y tuvo un accidente; la yegua que montaba corcoveó y lo golpeó en la cabeza. Cayó. Fue en la mitad de un partido en San Antonio de Areco, provincia de Buenos Aires, y sufrió un severo traumatismo que lo dejó en situación de discapacidad, por lo que no puede bastarse a sí mismo, su diagnóstico es cuadriparesia espástica.

—¿Cómo conoció a Ignacio?

—En Mar del Plata, estaba de vacaciones con amigas. Una noche estábamos en un bar y se nos acercó un grupito de chicos a hablar. Después, nos fuimos a bailar y nos volvimos a encontrar. Nacho me invitó un trago, lo acepté porque me empezó a gustar. En un momento, le dije que me espere que iba al baño. Todos sabemos lo que es  el baño de mujeres, volví a las dos horas y me estaba esperando. Al día siguiente nos volvimos a encontrar en el mismo bar, era tarde y Nacho con su grupo nos invitó a desayunar a mí y a mis amigas; y al día siguiente quedamos en encontrarnos para cenar. Al otro día me volvía a Rosario y me pidió el teléfono.

—¿Cuándo la llamó?

—Llegué a Rosario y mi mamá me dijo que me había llamado un chico con una tonada rara. Nacho tiene una mezcla de tonada cordobesa con porteña. A la noche llegué a mi casa y volvió a llamar. Pensé que era algo de verano y que iba a quedar ahí. En esa charla telefónica, me dijo que cuando termine de trabajar en Mar del Plata, se venía a Rosario. Empezó a venir varias veces a la semana, me invitó al campo en Duggan, provincia de Buenos Aires, y así empezamos nuestra relación de muchos kilómetros.

—¿Cómo siguió?

—Ignacio de abril a septiembre, vivía en Inglaterra. Me quedé estudiando en Rosario y me llamaba todos los días, a las seis de la tarde tenía que estar en mi casa. Después, me terminó mandando un pasaje y me fui por quince días, el primer año. Y ya en años siguientes por tres meses. El estaba cinco en Inglaterra, y yo tres con él.

—¿Cómo era la relación?

—Muy linda. En 2008 me fui a vivir con él a Duggan. En 2009 me recibí, hice el posgrado de medicina estética en Buenos Aires y empecé a trabajar en septiembre en San Antonio de Areco, en un spa. Vivíamos en el campo y otro poco en Rosario. El 11 de diciembre de 2010 Nacho tuvo el accidente.

—¿Cómo le propuso casamiento?

—Era julio de 2009 y estábamos en París. Caminábamos, en un momento se nos cruzó  una gitana, se agachó adelante de Nacho y señaló un anillo dorado en el piso, le preguntó si era de él. Nacho lo dijo que no, la gitana insistía y le pidió unas monedas a cambio para darle el anillo. Al final terminó aceptando. Al día siguiente, tuvimos una hermosa cena romántica en un barco que recorría el río Sena. Nacho sacó el anillo que le había dado la gitana y me preguntó si me quería casar con él. Yo muerta de amor,  le dije que sí, al instante.

—¿Qué pensaba después de lo que le pasó a su marido?

—Al principio, que en cualquier momento se despertaba. Cuando se cayó no tenía nada, ni una raspadura. Los médicos  me decían que en un mes iba a salir del coma y cuando lo trasladaron al Instituto Fleni, que estuvo internado siete meses, el diagnóstico era de estado vegetativo. Pero me di cuenta que quería responder con los ojos. Grabé un video y se lo envié a un médico al exterior y me dijo que había muchas cosas por hacer, vino a Argentina tres veces y habló con el equipo médico.

—¿Consultó con otras personas por el estado de salud de Nacho?

—Fuimos al padre Ignacio. Una vez fui con una foto de él y me dijo que iba a mejorar y me dio tarea, estaba en el Fleni todavía. En mayo de este año fui con él. El padre Ignacio lo revisaba, le sacó las zapatillas para tocarle los pies (Nacho se enojaba), y me decía: transmite, transmite. Me hizo apoyar la cabeza de Ignacio en mi pecho y esbozó una sonrisa, llamó a los ayudantes para que lo vean y estaba mi hermana en el primer asiento y le preguntó quién era, le respondió y la hizo apoyar la cabeza de Nacho en el pecho de mi hermana para que yo pudiera ver su sonrisa  y el padre Ignacio dijo que vuelva yo.

—¿Qué piensa de la situación que le toca vivir?

— Es difícil explicarlo, se elabora, se acepta la situación que uno está pasando, hay que entender que no es más la persona que era antes, pero lo de adentro sí, quiero que sufra lo menos posible. Él está consciente de todo.

—¿Qué proyectos tenían?

— No nos fuimos de luna de miel porque tenía que viajar a Inglaterra y yo me quedé en Rosario. Cuando fui a encontrarme con él, mis tíos nos regalaron una especie de luna de miel en familia, en Portugal.  Nuestra idea era irnos en enero de luna de miel a Cuba y empezar a buscar un bebé. Quedó todo en el camino, pero el proyecto de familia era lo más importante.

—¿Recibe visitas de amigos?

—Los amigos venían, ahora casi no vienen. Es difícil aceptar la realidad.

—¿Cómo era la relación con la familia de Ignacio?

— Siempre fue distante. Cuando empecé a salir con él no se veía con su familia y yo le decía que vayamos a Córdoba, a la casa de los padres. Pero nunca hubo buena onda.

—¿Salen a algún lugar?

—Una vez salimos a pasear por el barrio y lo miraron tres chicas y no le gustó, se puso nervioso y tuvimos que volver. Y en tres oportunidades, lo llevé al campo donde vivíamos nosotros en Duggan y le cambiaba la cara. Estaba chocho en el viaje, cuando le avisé que llegamos empezaba a mirar como nunca.

—¿Está trabajando actualmente?

—Estoy haciendo dos veces por semana, domicilios. La idea es mantener eso y empezar a trabajar un poco más, es re difícil, me cuesta dejarlo a Ignacio.

—¿Cómo se ve en el futuro?

—Nacho es el amor de mi vida y lo voy a cuidar siempre. Estábamos muy entusiasmados de proyectar una familia. Hoy nos toca una realidad dura, pero el amor es el mismo. Uno puede soñar a lo grande pero la circunstancia es otra.  Siento que Nacho conmigo se siente seguro. Él se da cuenta lo que me dedico a él, que estoy pendiente de todo. Tengo fe de que va a mejorar y si no mejora no importa, voy a seguir acompañándolo para que salga adelante.

Las idas y vueltas

Si bien Ignacio y Gisela compartían su casa en Rosario, acondicionada con todos los cuidados necesarios para evitar la internación del polista, la intervención de los padres de él complicó las cosas. Ambas partes recurrieron ala Justicialocal, que fijó un régimen de visitas para los padres de Ignacio; éstos recurrieron ala Justicia Federalcordobesa, que obligó el traslado del joven a un geriátrico de la capital mediterránea. Pero fuela Corte Supremade Justicia dela Naciónla que dijo que lo del juez cordobés, Ricardo Bustos Fierro, representó una grave intromisión y pidió que se lo investigara. Además, determinó que el caso volviera ala Justiciarosarina, desde donde ordenaron que Ignacio volviera con su mujer.

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