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El enigma del candidato oficial a la presidencia

Algunas señales orientadas a neutralizar desconfianzas cruzadas que se habían ido acumulando entre Olivos y La Plata constituyeron los datos salientes de estos días.

Algunas señales orientadas a neutralizar desconfianzas cruzadas que se habían ido acumulando entre Olivos y La Plata constituyeron los datos salientes de estos días. El clima de incertidumbre, sin embargo, nacido de que ni siquiera está claro cuál será la mecánica de la elección y de que la enorme mayoría de las posibles alianzas y las candidaturas centrales están aún menos que en pañales, permanece inalterado en el oficialismo y en los espacios opositores.

En ese marco, desde el núcleo duro del kirchnerismo salieron a poner blanco sobre negro un dato capital: para ese sector Cristina será la candidata a presidenta y Daniel Scioli el postulante a la gobernación bonaerense.

La definición pública apuntó a disipar sospechas cruzadas. En medio de versiones que dicen que Scioli es visualizado como “el mejor candidato” presidencial en sectores del PJ oficialista y aún en ámbitos opositores, al ultrakirchnerismo había comenzado a inquietarlo que el gobernador evitara sistemáticamente sostener en público que “la candidata es Cristina”.

Ese sector lanzó a pocos días de la muerte de Néstor Kirchner una estrategia que pasa por irrupciones periódicas de referentes del PJ proclamando la reelección de la presidenta. Pero el año electoral comenzó y el pronunciamiento de Scioli se demoraba.

Por su lado, aunque escapara a esa definición, Scioli venía dando señales desde hacía tiempo de que su objetivo era buscar la reelección, mientras sus voceros lo planteaban explícitamente.

Pero desde Olivos el silencio sobre la candidatura mayor de la provincia era absoluto.

Un silencio que inquietaba en la gobernación, en la medida que alimentaba expectativas secretas de algunos dirigentes del PJ bonaerense y aún especulaciones sobre la posibilidad de que un extrapartidario –Martín Sabbatella, concretamente– compitiera por la gobernación enganchado a una eventual boleta de Cristina a la presidencia; y, en definitiva, dificultaba el alineamiento de los intendentes y referentes del peronismo provincial detrás de una nueva postulación de Scioli.

Las indefiniciones que cada sector observaba en el otro terminaron generando cierta tensión que se aflojó después de una reunión entre Cristina y Scioli a solas en Olivos y la decisión del sector ultra K de plantear abiertamente ambas reelecciones, respondida por el gobernador con sus primeros respaldos explícitos a una nueva candidatura de la presidenta.

Las señales, con todo, han tenido un efecto relativo. Tanto en el PJ bonaerense como en sectores de la oposición siguen sin “comprar” que las reelecciones de la presidenta y el gobernador sean temas cerrados, no sujetos a revisión.

Creen que será lo que digan las encuestas dentro de dos o tres meses el factor que definirá las candidaturas mayores del oficialismo. Y en el peronismo, ya se sabe, si no se cierra “arriba”, es muy difícil cerrar “abajo”.

No están mejor en cuestión de definiciones, por cierto, los espacios opositores.

El radicalismo ya ingresó de lleno en la turbulenta interna que definirá el candidato presidencial de un espacio –la sociedad con el socialismo y el GEN de Margarita Stolbizer– que por lo tanto seguirá demorado. Y aún con Margarita como prepostulante, este proceso postergará también la decisión sobre la candidatura para la gobernación.

El Peronismo Federal continúa acercándose a su explosión. Eduardo Duhalde parece avanzar hacia un acuerdo con Mauricio Macri que actuaría como el detonante del final. Marcaría, por lo pronto, la salida definitiva de Felipe Solá y de los Rodríguez Saá.

Mientras tanto, los dos son candidatos a presidente y ambos tienen postulantes a la gobernación. Francisco de Narváez, por su lado, acentúa tanto su candidatura a gobernador como la distancia con ese espacio al que, al fin y al cabo, todavía pertenece. ¿O no?

Pero el punto neurálgico de las indefiniciones que aún presenta el proceso pasa por la falta de reglamentación de las leyes nacional y provincial que establecen nuevos mecanismos de internas para la selección de los candidatos y que cambia todo el sistema electoral, en la medida, por ejemplo, que obligan a realizar las alianzas y frentes antes de las primarias y a presentar en esa instancia los postulantes definitivos de esos armados y no de los partidos de manera individual.

A esta altura –a más de un año de sancionadas las leyes– no se entiende la demora de la Casa Rosada en reglamentar el sistema, mientras en la gobernación se declaran “atados” a que primero definan en ese ámbito. Por lo pronto, generan enormes interrogantes.

¿Será que en realidad no quieren utilizarlo? ¿Será que quieren mantener mecanismos, como las listas colectoras, que la ley no permite, y no le encuentran la vuelta? Si se reglamenta, ¿cuáles serán en definitiva las pautas electorales? ¿Por qué no se presta atención a las advertencias de la Justicia que dicen que el cronograma electoral y el atraso en la reglamentación ha tornado impracticable el nuevo sistema en este turno?

Estas indefiniciones no desvelan tanto a la oposición, que empieza a recorrer su propio camino para resolver las cuestiones internas y que es coresponsable, al fin y al cabo, por no haber advertido antes los problemas de instrumentación que denuncia la Justicia (da la impresión de que la oposición ni siquiera leyó las leyes hasta que no escuchó los planteos de los jueces).

Aunque no lo digan, el tema desvela a los intendentes del PJ bonaerense, que se proponen ir masivamente por la reelección pero ni siquiera saben si tendrán que lidiar con colectoras de sectores ultra K.

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