Opiniones

Nota de opinión

El ejemplo del Chile que nos interesa

La economía chilena ha sido puesta como ejemplo a seguir por políticos, académicos y periodistas afines al liberalismo y las ideologías pro mercado. El propio presidente Mauricio Macri ha enfatizado en reiteradas oportunidades que la República de Chile es un modelo a imitar

PH AP/archivo

Esteban Guida*

La economía chilena ha sido puesta como ejemplo a seguir por políticos, académicos y periodistas afines al liberalismo y las ideologías pro mercado. El propio presidente Mauricio Macri ha enfatizado en reiteradas oportunidades que la República de Chile es un modelo a imitar y que la Argentina debería seguir su camino en muchas de las políticas que implementó.

La falta de un análisis profundo y la ausencia de fundamentos que expliquen el tenor de estas afirmaciones, hace que resulte una extraña novedad escuchar acerca de las revueltas y descontentos sociales en países que eran señalados como ejemplo para seguir. Algo semejante sucede cuando se repite que a principios de siglo la Argentina era la octava economía del mundo, o que en los 90 la convertibilidad era elogiada por el Fondo Monetario Internacional. En esos casos, se omite deliberadamente hablar de la situación social del momento y describir la desigualdad que se imponía entre las mayorías populares y los grupos concentrados de poder.

 

La economía que colmó la paciencia

Hace unas semanas pusimos el foco en Ecuador por el clima enardecido que se creó a partir de las políticas de ajuste y redistribución de la renta que impuso el gobierno de ese país, orientadas a favorecer a las empresas, con cargo sobre las mayorías populares. Ahora, tristemente, le toca a Chile protagonizar una situación de violencia y represión social contra quienes salieron a las calles a protestar por las medidas que agudizaron la desigualdad social provocada por el modelo económico vigente.

El hecho no es menor. Desde hace varios días, la capital chilena esta enardecida; los cacerolazos, las protestas y la represión tienen el foco de atención de medios nacionales e internacionales. Con toque de queda y el ejército en las calles de Santiago, los números oficiales ya contabilizaron más de 10 muertos, centenares de personas heridas y miles de detenidos.

La situación social y política en Chile es preocupante. Pero no sólo por la violenta revuelta, sino por los motivos que la impulsan y por la manera en la que el gobierno ha intentado sofocarla, generando un estado de “guerra” y discriminando a los “alienígenas”, en una clara señal del concepto que tienen gobernantes respecto de sus representados.

Sólo alguien que ha vivido este proceso desde adentro podría explicar por qué ahora (y no antes) estalló este descontento con la virulencia que se observa en las calles; lo cierto es que no alcanza con explicar la medida que precipitó el estallido social, como fue el aumento del transporte público. Esto fue más bien la gota que colmó la copa de la paciencia y la sumisión de un pueblo que parecía acostumbrado a la desigualdad.

 

Injusta distribución

La economía chilena tiene como principal actividad a la minería y, en los últimos años, fue denominada como un “caso de éxito” en la implementación de políticas centradas en la apertura comercial, lo que facilitaba la exportación primaria y la importación de bienes industrializados.

En los últimos años el PBI chileno aumento 1,3% en 2016; 1,5% en 2017 y 3,9% en 2018. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el repunte de la economía en 2018 respondió a una reactivación de la demanda interna producto de una suba en la inversión por un fuerte crecimiento en el componente de maquinaria y equipo. A su vez, la tasa inflacionaria rondó entre 2,5 y 3% en los últimos tres. Estos números macroeconómicos parecen dar cuenta de una economía estable y sin problemas graves. En efecto, la economía chilena evidencia un crecimiento moderado en la generación riqueza, la que, sin embargo, no parece estar distribuida equitativamente.

En los últimos años, la tasa de desempleo subió progresivamente, mientras que cayó la tasa de crecimiento del salario real. En 2018, la desocupación cerró en 7,2% contra el 6,8% de 2016. A su vez, según la Cepal, el 1% más rico del país se quedó con el 26,5% de la riqueza en el año 2017, mientras que el 50% de los hogares con menores ingresos accedió apenas al 2,1% de la riqueza neta del país. El sueldo mínimo de Chile es de 423 dólares, pero la mitad de los trabajadores ganan apenas por encima de ese valor, es decir, 562 dólares. Esto indica que el crecimiento del PBI no indica necesariamente un mayor bienestar para todos sus habitantes, así como una baja inflación tampoco implica igualdad social. Por lo tanto, quienes proponen a Chile como ejemplo, lo hacen más bien porque ocupan la posición de los ganadores del modelo, no precisamente de quienes están cada vez peor. Y lo que se presenta como una economía ejemplar en desarrollo, parece no ser el ambiente propicio para que todos puedan crecer, educarse, trabajar y desarrollarse en un marco de justicia e igualdad social. ¿Será que a los latinoamericanos no se los convence tan fácilmente de aceptar la subordinación ideológica que imponen los intereses extraños para apoderarse de los recursos y fugar la riqueza (con aval jurídico y en el marco de la democracia liberal)?

El ejemplo sirve para comprender que controlar la inflación y mantener la estabilidad macroeconómica no es suficiente para mantener la paz social, sin la cual una comunidad no puede desarrollarse ni proyectarse en el tiempo. Es posible que los números “funcionen” para algunos, pero eso no implica que los recursos y esfuerzos se distribuyan equitativamente, ni que se puedan satisfacer las necesidades básicas de la población; algo que, aún hoy, muchas personas no acceden a reconocer.

El desafío vuelve a estar en manos del pueblo suramericano, más que en los dirigentes impuestos por una democracia falaz que sólo atiende al interés de las corporaciones y el poder financiero global. Esta sucesión de hechos desafortunados que está padeciendo el pueblo sudamericano exhibe la necesidad de volver al principio para identificar y retomar el camino de una solución de carácter universal que enfrente a los verdaderos enemigos de la Patria Grande.

*fundacion@pueblosdelsur.org

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