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Violencia de género

El drama de una mujer a quien su ex pareja le cortó el cuello

Hace dos meses que está encerrada en su casa: denuncia que el atacante se pasea por el barrio pese a orden de restricción.


“Me dijo que me iba a matar y me agarró del cuello. Sentí algo que me serruchó la garganta y después, en el piso, dos fuertes patadas en la espalda y la pierna”. Así recuerda Nicanora A., una empleada doméstica de 44 años, el último encuentro con su ex pareja, quien intentó degollarla a la salida de la escuela de su hija, hace dos meses, en la zona oeste de la ciudad. Desde entonces, el miedo se apoderó de la mujer que dejó de ir a trabajar porque el padre de sus hijos nunca fue detenido y se pasea por el barrio pese a tener una orden de restricción de acercamiento.

El miedo que siente Nicanora puede verse. Son ocho puntos de sutura en la garganta que todavía no terminaron de cicatrizar. “Ese día perdí un montón de sangre, me desvanecí y como pude llegué a un centro de salud, donde un enfermero me hizo curaciones y me mandó al hospital Carrasco porque no me podían hacer parar el sangrado y me tenían que coser”, cuenta la mujer mientras repite: “Quiero que pague por lo que hizo. Porque él anda como si nada. Como si nunca hubiera pasado nada. Tengo mucha impotencia”.

Según relató Nicanora a El Ciudadano, el ataque ocurrió el pasado 1º de agosto en inmediaciones de Felipe Moré y Cochabamba, en jurisdicción de la seccional 14ª. Fue minutos después de las nueve, cuando salía de la escuela con otra mamá después de dejar a su hija de diez años. “Caminábamos por calle Zeballos cuando la otra mamá se da vuelta y me avisa que estaba el papá de mi hija detrás nuestro. Ella se va y él se me acerca. Primero me dijo que quería hablar conmigo pero me iba agrediendo, decía que tenía otro macho, que era una hija de puta y un montón de otras cosas feas. Yo le expliqué que no estaba con nadie y cuando doblé por Cochabamba y Felipe Moré me agarró de atrás, del cuello y me gritó: «Puta, te voy a matar». Ahí sentí el corte en el cuello, sentí que algo me serruchó. Me alcanzó a cortar dos veces. Medio que me desvanecí y después sentí dos golpes fuertes, uno en la espalda y otro en la pierna”, contó Nicanora que recordó que al levantarse veía todo borroso y como pudo se puso una chalina en el cuello, agarró su bicicleta y caminó hasta un centro de salud, donde volvió a desvanecerse.

“Me pusieron un apósito en el cuello y me dijeron que vaya al hospital Centenario, pero yo fui primero a mi casa porque no tenía teléfono y me dio pánico que vaya a la escuela por mi hija. Mi hermano me acompañó a la seccional 14ª a hacer la denuncia, pero me dijeron que no podían tomarla porque estaba cortada la luz. Y ahí sí me empecé a sentir muy mal y fui al hospital, donde después de cuatro horas me hicieron ocho puntos”.

En el hospital, Nicanora habló con una trabajadora social, quien le sugirió que hiciera la denuncia en la comisaría de la mujer. De allí la mandaron a Jefatura para que la viera un forense y al día siguiente fue a Tribunales provinciales, donde ordenaron una restricción para que su ex pareja, identificada como José Alberto R., de 45 años y apodado Tato, no se acerque ni a ella ni a sus hijos en un radio de 200 metros cuadrados. Sin embargo, Nicanora dice que sigue por el barrio, y que el miedo no la deja ni ir a trabajar, por lo que desatendió las casas de familia a donde iba a limpiar para sostener a sus dos hijos, de 10 y 21 años.

De acuerdo con el relato de la mujer, quien convivió con el padre de los chicos durante 23 años, nadie hace nada para que ella pueda recuperar su vida.

Y además del miedo a salir sola, hace dos meses que sólo lo hace acompañada por algún familiar: la situación le causa graves complicaciones a su ya precaria situación económica. “Al principio pudo seguir haciendo algunos trabajos porque me acompañaba e iba a buscar mi hermano. Pero a él lo internaron por un problema de salud, y ahora estamos peor que nunca”, dijo la mujer que también necesita acompañamiento para ir al Ministerio de la Acusación, donde radica su causa, y al Centro de Asistencia Judicial (CAJ), que la asesora.

En ese sentido, Nicarona explicó algo que suele pasarle a víctimas de escasos recursos económicos: “Me dicen que no hay pruebas, que busque testigos, pero yo ya no sé qué hacer: a mi hijo se le terminó el contrato con una empresa metalúrgica y sobrevivo con la ayuda de un sobrino que también tiene un trabajo irregular. Necesito buscar una manera de poder salir a trabajar, tampoco puedo vivir dependiendo de los demás y hace dos meses que no salgo más sola”, concluyó la mujer.

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