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América libre

El día que la fragua de la Patria parió su hierro más lúcido: a 85 años del nacimiento de Forja

En el frío invierno de 1935 aguerridos y aún jóvenes militantes presentaban el acta fundacional de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina. Y encendieron para siempre un faro que trascendió a la UCR y a su propia historia, que perdura en tiempos de Vicentin y de impuesto a los ricos


“Somos una Argentina colonial. Queremos ser una Argentina libre”. Así quedó escrito para siempre uno de los principios, el primordial, en el nacimiento de una de las más míticas corrientes de la política nacional. Dice la tradición que a esa proclama la acuñó un todavía treintañero Arturo Jauretche, que era radical, pero le dio vida y existencia a algo que iba a trascender una línea interna de un partido, para convertirse en un faro histórico de todos: eso fue, es, y seguirá siendo Forja, la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina. Y de ese instante en la historia se cumplen 85 años.

“Hoy en día lo seguimos diciendo: en tiempos de confusión, lo que hay que hacer es recordar a Forja”, traza una frase ajena el ya veterano poeta Rubén Plaza. Él es el único sobreviviente entre los fundadores del Ateneo Arturo Jauretche, una barriada de la política rosarina abierta a quien quiera acodarse en ese “estaño”: ahí abrevaron radicales, socialistas, peronistas, junto a personajes de muchas otras identidades: el único límite para franquear la tranquera era y sigue siendo la pertenencia a “lo nacional”.

 

Así lo había definido el propio Jauretche, aquel primer forjista que, junto a sus correligionarios de entonces, selló un compromiso y dedicó por entero los casi cuarenta años que continuó viviendo a alimentar la fragua de una Patria libre y soberana. Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Manzi, Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo, Darío Alessandro y muchos otros “intransigentes” como Jauretche se declararon en resistencia al golpe de Estado que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen en 1930, se rebelaron contra la domesticación de la fuerza política a la que pertenecían y hasta se alzaron en armas para enfrentar a la nueva colonización de la Nación. Sólo cárcel cosecharon de aquel levantamiento de Paso de los Libres, en Corrientes, en 1933. Pero sembraron una semilla que perdura hasta hoy: “El nacionalismo de ustedes se parece al llanto del hijo junto a la tumba del padre; el nuestro se parece al amor del padre junto a la cuna del hijo”. Así supo advertirles Jauretche tiempo después a quienes había sabido conocer de cerca, nacionalistas sólo en la defensa de los privilegios de una clase.

El oprobio original se había dado a llamar “Pacto Roca-Runciman”, un acuerdo de comercio internacional con Gran Bretaña, que no es que era lesivo para los intereses nacionales: directamente los resignaba a todos. “Ha podido decir un publicista de celosa personalidad que la Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico”, había dicho Julio Argentino Roca (hijo), vicepresidente de Agustín Justo y quien estampó la firma junto al encargado de negocios británico Walter Runciman del documento que comprometía a la Argentina a venderle carne a Londres a menor precio que sus propias colonias, y comprarle productos industriales de toda clase sin aranceles. Y, como la carne tenía que llegar a puerto, también le cedía a Inglaterra el monopolio del transporte nacional.

Aquel negociado infame le dio nombre a toda la década, y le costó la vida, cuando aún no había asumido en su banca, al senador nacional por Santa Fe Enzo Bordabehere, quien se interpuso en el trayecto de la bala cuyo destino era acabar con la vida de Lisandro de la Torre.

Así, en los tiempos convulsos en los que el Partido Demócrata Progresista era más nacionalista que los autoproclamados de uniforme, que habían ocupado el poder detrás del golpe del general José Uriburu, indignados y todavía jóvenes radicales se negaban a ser vasallos de una potencia extranjera.

En aquel 29 de junio de 1935 no había Tercera Guerra Mundial (ni siquiera había empezado la Segunda) pero dos años antes ya una guerrilla había sacudido el país: no eran “rojos” ni infiltrados, sino radicales de pura cepa en armas. “El proceso histórico argentino, en particular y el latinoamericano en general, revelan la existencia de una lucha permanente del pueblo en procura de su soberanía para la realización de los fines emancipadores de la Revolución Americana”, marcaría poco después el acta fundacional de Forja en aquel frío invierno de 1935, a menos de seis cuadras del Congreso Nacional, en Corrientes al 1700.

“En tiempos de confusión, lo que hay que hacer es recordar a Forja”, dice hoy Rubén Plaza, cuando hay convulsiones y llueven mentiras en medio de una pandemia. Qué harían los forjistas, entonces, con Vicentin, con un impuesto a las más grandes fortunas del país. Aquella bandera radical no deja dudas: “Contra las oligarquías como agentes de los imperialismos en su penetración económica, política y cultural, que oponen al total cumplimiento de los destinos de América”.

 

Homenaje en el éter

Desde este lunes y durante toda la semana en LT3 y en FM Tango se emitirán micros en homenaje a Forja, con la difusión, entre otros escritos, del poema de Arturo Jauretche “Paso de los Libres” y del relato “Lo Popular”, de Homero Manzi, en la voz de Liliana Belinsky y de Manuel Rodríguez Rubio. El recordatorio se hará en la emisión Rumbo al Día, con Oscar Martino y la participación de Rubén Plaza.

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