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Sociedad

El desafío de la educación y las nuevas tecnologías

El gran debate es si la utilización de las TICs en las aulas significa aggiornar viejos contenidos en nuevos formatos.


Para estas fiestas Papá Noel seguramente haya repartido miles de dispositivos electrónicos entre los jóvenes de nuestro país, muchos de ellos en edad escolar. Estas tecnologías van a incrementar, aún durante las vacaciones, el desarrollo cognitivo de los jóvenes. En otras palabras: seguirán aprendiendo a pesar de la escuela, dando cuenta que muchos conocimientos ya no pasan por el aula.

Algunos expertos señalan que esta etapa, “más que ampliar las capacidades físicas del hombre, lo que se propicia es la conformación de una nueva estrategia intelectiva”. Esta opulencia tecnológica supone un cambio no sólo en las estructuras socio -políticas y las científicos-técnicas, sino también en las relaciones humanas, entre ellas, las que se dan en la escuela.

Las TICs forman parte de la vida cotidiana de los jóvenes, y a partir de ellas comienzan a delinear la cosmovisión de la realidad que los rodea, donde están incluidas las instituciones educativas. Esto en sí mismo no es un problema. Marcela Isaías, periodista especializada en temas de educación, sostiene: “El problema es cuando las tecnologías ocupan el lugar de la escuela o de los padres o cubren el espacio del deporte o de los amigos. El tema es que los jóvenes puedan conectar lo que les gusta hacer con lo que deben hacer. Que lleves las nuevas tecnologías a las escuelas, no implica que vas a lograr un vínculo entre lo que le gusta al chico y lo que se le quiere dar. Todo depende del uso de esas tecnologías. Muchas veces el problema no es ‘querer’ hacerlo, sino ‘poder’ hacerlo y estas son las cosas que marcan los docentes cuando hablan de las condiciones de trabajo”.

Los dispositivos en las aulas comienzan a plantear el debate en relación a la producción de conocimiento genuino. Williams habla de interacción de los individuos con la técnica y la tecnología. Considera que una técnica es el desarrollo de una habilidad, mientras que la tecnología es el conocimiento para el desarrollo y aplicación de dichas habilidades.

La utilización o masificación de las tecnologías no nos ponen necesariamente en un nivel de desarrollo tecnológico, para ello, es necesario desplegar “tecnología del conocimiento”, de lo contrario, solo se ampliarán las habilidades técnicas.

En este sentido, resulta importante establecer las diferencias entre “Sociedad de la Información” y “Sociedad del Conocimiento”. Castro Rojas sostiene que la sociedad del conocimiento es más abarcativa, porque incluye aspectos cognitivos, la formación y educación de los sujetos y el desarrollo de las competencias tecnológicas para desenvolverse en los entornos informáticos.

El plan Conectar Igualdad ha distribuido en nuestro país más 3 millones de netboock, pero poco de este proyecto tecnológico se ha traducido en cursos para los capacitadores de esos usuarios, con el agravante, que muchos de los instructores son inmigrantes digitales que han sido formados en un lenguaje predigital. En este contexto, los usuarios desarrollaran habilidades técnicas, más no conocimiento tecnológico en el uso de esos dispositivos. Esto da cuenta de que la masividad no es directamente proporcional a la calidad intelectivo-tecnológica.

Otro talón de Aquiles para las escuelas es que el desarrollo tecnológico de nuestro país, el más importante de Latinoamérica, no ha alcanzado a todos por igual. Esto profundiza la brecha tecnológica en relación a distinto sectores de la sociedad. “Coexistirán –sostiene Castells– aquellos con capacidades para desenvolverse y aprovechar todas las ventajas de la convergencia de las TICs, ‘los Inforicos’, junto con otros que aún deben desenvolverse sin su ayuda, ‘Infopobres’. Es por estas razones que la sociedad de la información, aún en los casos más extremos, no reemplazará a la sociedad post-industrial, conviviendo hasta mezclarse o fusionarse.”

En este contexto, e impulsado por la necesidad de crear contenidos educativos vehiculizados por las TICs, el sistema educativo argentino intenta desarrollar su currículo en clave digital. Sin embargo, el camino tecnológico para una educación enciclopedista y ortodoxa, es cuanto menos dificultoso.

La entrega masiva de netbook no garantiza una educación alfabeto-digital, más aún, cuando los instructores de esas tecnologías (docentes) no han sido formados, y los que lo fueron, son “inmigrantes” que han incorporado el lenguaje digital como una segunda lengua.

El gran debate es si la utilización de las TICs en las aulas significa aggiornar viejos contenidos en nuevos formatos, generar nuevos contenidos y formatos digitales o simplemente incluir materias de informática en los planes de estudio. No es un debate menor, debido a que coexisten entre los integrantes del sistema educativo, una alfabetización tradicional con un intento de formación digital.

Inés Dussel señala que “la presencia de las nuevas tecnologías en las aulas ya no tiene vuelta atrás. Si hasta hace unos años las autoridades y los docentes podían pensar que los medios digitales debían restringirse a algunas horas por semana o a algunos campos de conocimiento, hoy es difícil, si no imposible, ponerle límites a su participación en los procesos de enseñanza y aprendizaje”.

Se estima que para el 2015 cerca de 30 millones de estudiantes de América latina contarán con dispositivos electrónicos, que podrán ser utilizados como soportes para sus aprendizajes. Sin lugar a dudas, esta situación generará un importante desafío para los sistemas educativos latinoamericanos.

No basta con pensar las TICs como insumos, deberán ser tomadas como tecnologías que irrumpen en el sistema tradicional, lo que obliga, a un cambio en los conceptos educativos que hoy afrontan las escuelas. Los contenidos comienzan a ponerse en tensión, muchos serán revisados mientras que otros (pensamiento lógico formal) tendrán que mantener su status actual.

Hoy debemos pensar si los sujetos configurados en las nuevas tecnologías (videojuegos, PC, redes, etc) son los mismos que fueron formados por la escuela tradicional.

Los aprendizajes basados en las TICs comienzan a sostenerse en principios axiales que difieren de los actuales: la masificación, derivada de la educación industrializada, dará paso a la personalización y la precisión, donde los contenidos pedagógicos deberán ajustarse a las necesidades, habilidades e intereses de los alumnos. Consecuentemente, los docentes se obligarán a ajustar cada vez más sus conocimientos a un alto grado de profesionalización.

Poco a poco las aulas se convierten en campos de batallas donde confrontan las nuevas tecnologías, con la linealidad del discurso pedagógico y la falta de atractivos visuales y de movimientos de los contenidos desarrollados en las clases.

Algunos neurólogos, sostienen que el desarrollo de los jóvenes que han nacido rodeado de tecnología no activa las mismas áreas del cerebro que los que han “pensado” de manera lineal. Necesariamente, estos aspectos requeridos por los jóvenes estudiantes deberán ser tenidos en cuenta por los docentes al momento de planificar sus clases.

Sin caer en el fundamentalismo digital, es tiempo que los planificadores educativos comiencen a trabajar de manera interdisciplinaria con los desarrolladores digitales para avanzar en contenidos educativos que conjuguen lo pedagógico con lo multimedial.

Ahora, para hablar de una educación digital se requiere mucho más que dispositivos tecnológicos, en este marco, las escuelas carecen de infraestructura a la hora de convertirse en establecimientos digitales. La mayoría no tiene estructuras mínimas y subsisten los problemas de acceso y conectividad, sin contar que muchas veces, carecen de servicios mínimos como tensión eléctrica, etc. En otras palabras, la formulación de una propuesta de educación digital requiere tanto de aspectos pedagógicos y de planificación como de una adecuada infraestructura y servicios. Falta un largo camino por recorrer.

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