Observatorio

50 años

El crimen de Sharon Tate: un verano de amor y sangre

En agosto de 1969, varios asesinatos en un barrio residencial de Hollywood conmovieron al mundo y darían a conocer a Charles Manson, su tenebroso ideólogo. Una bella y promisoria actriz, esposa del director Roman Polanski sería la víctima más famosa


Esa belleza descollante por su apostura que comenzaba a hacerse de recursos que tal vez la hubieran erigido en una actriz con peso propio, llamada Sharon Tate, empezó su carrera a temprana edad e iba camino a ser una de esas “grandes” promesas de Hollywood en los años sesenta, donde todavía la meca del cine producía títulos atendibles con guiones originales y el cine de autor pisaba terreno propio con audacia e imaginación. Sharon Tate alcanzó el éxito al ser nominada a un Globo de Oro por su papel en la película <Valle de Muñecas<, que dirigió Mark Robson, y donde personificaba a una actriz de cine pornográfico que en la cumbre de su trayectoria se entera que tiene cáncer y debe dejar de actuar. Ya la crítica señaló allí una notable destreza para papeles de cierto riesgo. Dos años antes había protagonizado El ojo del diablo, cuyos estelares lo ocupaban David Niven y Deborah Kerr, que dirigió J. Lee Thompson y cuando terminó de filmar, Sharon, a quien al mismo tiempo mentaban como una nueva sex-symbol, conocería a quien sería su primer marido luego de varios amoríos sin destino, Roman Polanski, un realizador que ya pegaba fuerte en los festivales de cine clase A con films como El cuchillo bajo el agua y Cul de Sac.

 

Copas y baño de sangre

En 1969, Sharon Tate estaba embarazada de Polanski y llevó ese estado hasta los ocho meses y medio cuando fue víctima de una de las masacres más recordadas de la historia del crimen mundial y del mundo de Hollywood en particular. La tragedia ocurrió en la madrugada del 9 de agosto de 1969, en pleno verano boreal, cuando la actriz estaba en su casa junto a tres amigos mientras Polanski estaba en Europa. Fue en una madrugada muy calurosa en una mansión de Bel Air, un lujoso barrio de Beverly Hills, en Los Ángeles. La residencia era de Polanski, y esa noche Tate, que entonces tenía 26 años y le quedaban dos semanas para dar a luz, estaba acompañada por  Jay Sebring, un peluquero de estrellas; una rica heredera de un emporio maderero, Abigail Folger, de 25 años y su amante en esas fechas, Voityck Frykowski, de 32, amigo y compatriota del director. Era una reunión de copas y charlas mundanas que se prolongó más de lo debido a base de cócteles que Sharon preparaba muy bien. Apenas un poco después y de improviso vendría el baño de sangre cuando fueron atacados por cuatro miembros de la llamada “Familia Manson”: Susan Atkins, que llevaba el alias  de “Sexie Sadie”, como el tema del Álbum blanco de Los Beatles, Patricia Krenwinkel, Leslie van Houten y Tex Watson, armados con cuchillos y un rifle. A Sharon la  apuñalaron 16 veces y con su sangre escribieron “Cerdo” en la pared. “Soy el diablo y vengo a hacer la tarea del diablo”, fue lo último que escuchó Tate de parte de uno de los asesinos. Susan Atkins, una de las responsables directas de su asesinato dijo durante el juicio antes de ser sentenciada que “no la veía como una persona, sino como un maniquí”, refiriendo el momento en el que acuchilló a Tate. La mañana del 9 de agosto de 1969, el sargento Joe De Rosa, de la policía de Los Ángeles, entró en la mansión, a la que le habían puesto el nombre de “Cielo Drive”. Según manifestó, el macabro espectáculo con que se encontró fue un antes y un después en su experiencia profesional: “He visto cosas horribles, pero esta carnicería me hizo vomitar y no olvidará estas imágenes fácilmente”, dijo.

 

Verano del amor

Aunque su vida culminó en tragedia, Sharon Tate es recordada por su imagen, bellísima y cándida a la vez, que le permitió entrar en la industria del cine y en los escenarios de la moda. Hoy todavía sigue siendo un referente de la cultura pop y su estilo continúa imitándose. Charles Manson, quien se convertiría en el asesino más famoso del siglo XX, jamás pisó el escenario de ese crimen, ni el de Leno La Bianca y su esposa, también vecinos de Bel Air, quienes habían corrido la misma suerte de manos de sus acólitos, ni mató a nadie con sus propias manos. Le bastó con dar las órdenes y dirigir a los que llamaba “La Familia”, a quienes adoctrinaba con absurdas teorías como la cercanía del fin de la civilización occidental o la posibilidad de una inminente guerra entre blancos y negros, y de lo que se trataba era de acelerar el proceso para que la revolución empezara cuanto antes. También decía que Los Beatles lo contaban todo en el mencionado Álbum Blanco. Solo había que escuchar detenidamente, aseguraba. Ese verano sería recordado como el “Verano del amor”, donde hubo una eclosión del hipismo y su postulado del amor libre y las utopías blindadas por la consigna del amor y paz y la no menos famosa “Era de Acuario”. Pero ese crimen terminaría empañando el final de ese verano y un manto de luto cubriría a Hollywood durante más de una semana, junto a una declarada paranoia, temerosos sus habitantes de que algo similar pudiese ocurrirles. Recién cuando la policía de Los Ángeles allana un campamento hippie instalado en el Valle de la Muerte, en el desierto de California, a partir de ciertas pistas e interroga a una veintena de sus moradores, que pertenecían o habían merodeado la denominada “Familia” y rápidamente apresa a Susan Atkins, que se contradijo y finalmente terminó admitiendo –sin un ápice de arrepentimiento– su culpabilidad, las cosas se calmaron.

 

El destino decide

Poco antes, los rumores de Hollywood, que corren como el agua, decían que Polanski y Sharon Tate iban a separarse apenas tuvieran el hijo. Sharon había sido violada a los 17 años y eso la había dejado extremadamente sensible y, según se había hecho público, las continuas infidelidades de Polanski no hacían sino minar su autoestima. “Toda mi vida la ha decidido el destino. Yo nunca he planeado nada de lo que me ha pasado”, había dicho Tate poco antes en una entrevista y Polanski, apenas un par de semanas después del crimen señaló: “Siempre tuve la sensación de que Sharon iba a ser mía muy poco tiempo”. Lo que seguramente ninguno de los dos imaginó que sería un hecho tan atroz lo que terminaría por arrasar su relación.

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