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El comienzo de año lo impuso un Papa en 1853

El mundo entero, sin distinción de naciones, razas, ni credos, celebra como primer día de cada año el 1º de enero, fecha que sin embargo fue fijada hace apenas cuatro siglos por un Papa para los países católicos.

El mundo entero, sin distinción de naciones, razas, ni credos, celebra como primer día de cada año el 1º de enero, fecha que sin embargo fue fijada hace apenas cuatro siglos por un Papa para los países católicos.

Nacido Ugo Buoncompagni y doctor en Derecho, ese Papa pasó a la historia como Gregorio XIII y se hizo famoso a raíz de dos obsesiones: volver a “catolizar” a la protestante Inglaterra (propósito frustrado) y tratar de que la Pascua no se “disparara” en el almanaque (propósito logrado).

Su gran frustración fue morirse sin haber podido destronar a la reina Isabel I de Inglaterra, contra quien utilizó todo el oro de las arcas de la Iglesia, las armas de quien estuvo dispuesto a ofrecerlas y hasta sicarios asalariados por Roma para asesinarla.

Su gran logro fue la instauración, hoy universal, del calendario Gregoriano, que por algo lleva su nombre, que reemplazó al Juliano, utilizado desde los tiempos precristianos de Julio César.

El nuevo calendario vino a solucionar un grave problema: el año juliano tenía 11 minutos y 14 segundos más que el año solar y la diferencia acumulada hacía que el equinoccio de primavera en el Norte se adelantara en diez días, lo que complicaba la celebración de la Pascua, que ya nadie sabía cuándo caía.

Gregorio XIII, asesorado por el astrónomo jesuita Christopher Clavius promulgó, el 24 de febrero de 1582, la bula Inter Gravísimas en la que establecía que tras el jueves 4 de octubre de 1582 seguiría el viernes 15 de octubre de 1582 y que el año 1583 comenzaría el 1º de enero, supuesto día de la circuncisión de Jesús.

Pero hasta allí y durante miles de años, había habido coincidencia en el mundo en festejar el año nuevo el 21 de marzo o el 1º de abril, excepción hecha de algunos pocos pueblos, entre ellos, el judío, el chino, el musulmán y los originarios de Sudamérica, que hasta hoy, además del 1º de enero, festejan su propio comienzo de año en función de sus tradiciones.

Los judíos lo hacen en una fecha variable entre septiembre y octubre, próxima al equinoccio de primavera en el Sur: su Rosh Hashaná (cabeza de año) ocurre entre el 1º y el 2 de Tishri, primer mes del calendario hebreo, día en que habría sido creado Adán, “cabeza” de la especie humana.

Los chinos festejan el suyo cuando se forma la primera Luna Nueva en el signo de Acuario, entre fines de enero y mediados de febrero.

Por otra parte, los pueblos originarios de Sudamérica festejan su año nuevo el 21 de junio, con el solsticio de invierno.

Fuera de estos pueblos, los primeros en el mundo en cambiar la tradición del 21 de marzo fueron los países católicos y sus colonias, en nombre de su obediencia al Papa, a partir del 1 de enero de 1583; pero los restantes hicieron caso omiso y continuaron durante varios siglos más festejando su año nuevo en aquella fecha.

Entonces, ¿cuándo realmente empieza el año nuevo? Los astrólogos dicen que el año nuevo es personal y que empieza y se renueva el día del cumpleaños.

Pero aún si se acepta la norma gregoriana y hoy universal de recibirlo el 1º de enero, cabría preguntarse qué año nuevo es el que se festeja: ya que ahora se admite que Jesús nació siete años antes de lo que se creía, no cabría saludar al 2011, sino el Año Nuevo 2018.

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