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“El castillo”: un cuento de hadas en la provincia de Buenos Aires

El nuevo film de Martín Benchimol que se puede ver en salas locales, retrata la historia real de Justina, la antigua empleada doméstica de una mansión en un campo de Lobos que hereda la propiedad con la promesa de no venderla


El castillo, nuevo film de Martín Benchimol que se puede ver en salas locales, retrata la historia real de Justina, la antigua empleada doméstica de una mansión en un campo de Lobos que hereda la propiedad con la promesa de no venderla.

“Me encontré el castillo en un camino y por curiosidad le pedí a Justina que quería conocer la casa. Pensando que ella era una empleada, me dijo que era la dueña y me contó la historia. En ese momento estaba rodando El espanto y me dieron ganas de cancelarlo para empezar con Justina y su hija Alexia”, le dijo Benchimol a Télam.

El impulso del director no era fantasía: las productoras fueron las responsables de que finalizara con la película en rodaje debido a la inversión que ya se había realizado. “Durante algunos años -agregó- empecé a ir y forjamos una amistad. Así que de ser observacional pensé en hacer escenas lúdicas sobre sus vidas. Ellas actuaban y reinterpretaban”.

Justina había venido a Lobos de pequeña desde Chaco y ya a los cinco años comenzó a trabajar en el castillo, un caserón en medio de campos y vacas. Cuando su dueña enfermó, en su lecho de muerte y sin herederos naturales, le cedió a su empleada todo el terreno y la construcción con la promesa de que no lo fuera a vender.

Justina, legalmente, puede hacerlo, pero su promesa vale más. Todos los días se levanta, limpia y vive en la mansión de la provincia de Buenos Aires, mientras su hija Alexia sueña con ser corredora de autos y vivir en la Capital. Pero, sin embargo, la escasez de plata las apremia y mantener semejante propiedad se les hace cada día más difícil.

“El castillo hoy tiene mejoras edilicias. La película le pagó el sueldo, la estadía y ayudas para que arreglen. Es un lugar habitable y Justina no quiere irse. Alexia trabaja como tractorista en un campo cercano”, detalló el director.

El rodaje se repartió en un año y medio con etapas de dos o tres semanas y, en el medio, iban editando bocetos porque “si bien había un guion, las grandes decisiones quedaron abiertas para ellas”, señaló el realizador.

“El diálogo con el elenco fue un desafío muy grande. Ellas se interpretan a sí mismas, pero con herramientas muy de ellas. Justina tiene un nivel de verdad superlativo, es asombroso lo que hacía. Alexia tiene una gran capacidad para incorporar textos. Tuve que aprender a dirigirlas de manera distinta y el resto del elenco son personas que llamamos para interpretar a personajes que les quedaban cerca. En todos los casos, se trabajaba desde las experiencias de cada una”, dijo Benchimol.

Los desafíos para Justina y Alexia eran varios en uno. No sólo poder mantener la promesa viva, sino también no dejar que el lugar se caiga a pedazos mientras la relación entre ellas dos sufre los desgastes que cualquier madre con una hija adolescente puede tener.

La película obtuvo el premio Horizontes Latinos en el Festival de San Sebastián de este año, y además estuvo seleccionada para competir en la sección Panoramas del Festival Internacional de Cine de Berlín.

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