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El camino del prófugo

A través de una interferencia en uno de los teléfonos de Raúl Flores, la Justicia logró seguirle los pasos hasta que se entregó. Estuvo en Quilmes, donde se escapó minutos antes de que lo atrapara la Policía.

Raúl Flores, el confeso sicario de Abel Beroiz que el sábado pasado se entregó a la Justicia, no se privó de hablar en su paso por los distintos juzgados en los que se investigan las causas en las que está involucrado. Si bien ante el juez de Sentencia Carlos Alberto Carbone brindó detalles que involucran aún más al gremio de Camioneros en la muerte de Beroiz, frente al juez Juan Andrés Donnola, que investiga la fuga, contó los detalles de su escape.

Frente al juez, y un poco más tranquilo, contó que se fugó solo y que lo hizo porque estaba cansado de los malos tratos que tenía dentro del penal. Según fuentes judiciales, Flores se quejó porque los agentes no le daban curso a las audiencias que él pedía con el juez. Además sostuvo que dentro de la cárcel le decían que iba a ser “boleta” y que cuando le llevaban la comida le decían que lo iban a envenenar en cualquier momento.

Sobre los detalles que acompañaron su fuga, sostuvo que ese día vio que los empleados del Iapip se dieron vuelta para firmar una planilla, situación que aprovechó para meterse dentro de la camioneta con una bolsa de pan y esconderse detrás de los canastos.

Sobre los controles penitenciarios, Flores afirmó que no representaron problema alguno ya que los agentes sólo miraron por la ventana de la trafic y no abrieron la puerta. Una fuente de la pesquisa judicial estimó que, si los agentes hubiesen abierto la puerta, se habrían encontrado con Flores ya que por su tamaño no hubiese pasado desapercibido entre los canastos.

El periplo de Flores se vio beneficiado por el conflicto social. Es que cuando bajó de la camioneta se topó con un piquete, lo que le permitió mezclarse con la gente.

Después, hablando con la gente, contactó a un fletero y le pidió que lo llevara a la casa de su hermana, quien terminó pagando los servicios.

Los pasos del prófugo.

Fuentes de la pesquisa dijeron que la entrega de Flores en el juzgado fue el único camino que encontró el sicario para evitar problemas mayores, ya que tenía miedo tanto de la Policía como de los camioneros.

Los investigadores comenzaron a buscar a Flores primero en Rosario, donde allanaron entre 4 y 5 viviendas, entre ellas la de la suegra y la hermana. Y, como los operativos dieron negativo, empezaron a trabajar con la sección Análisis Delictivo de la UR II sobre distintos números de teléfonos; a esto se sumó la presentación del abogado Gonzalo Basualdo y se le secuestraron los tres teléfonos celulares que se peritaron.

Una fuente de la pesquisa sostuvo que, de todos los números peritados, dos dieron positivo. Uno fue el de Basualdo, donde Flores enviaba mensajes con amenazas.

  A través de un sistema que realizó una especie de interferencia, lograron utilizar otro teléfono para seguir la pista del sicario.

Pero el 8 de marzo, llegó al celular del abogado, que ya estaba en manos de los investigadores, un mensaje amenazador. A partir de ese dato, el abogado fue informado de lo que ocurría y desde el juzgado decidieron poner custodia tanto al letrado como a su familia.

La primera zona que saltó en las interferencias realizadas fue la zona de la localidad bonaerense de Quilmes, por lo que el juez Donnola envió una brigada, que realizó un trabajo de investigación en la calle y luego volvió con datos precisos, ya que se trataba de una zona de villa.

A Quilmes.

El domingo 14 de marzo, viajo a Quilmes una nueva delegación con 20 integrantes, 10 de la Tropas de Operaciones Especiales (TOE), 4 de la División Judiciales, y el resto de Seguridad Personal y de la Agrupación Unidades Especiales.

Siempre según la misma fuente, después se contactaron con la Unidad Funcional de Instrucción de Quilmes y con los jefes policiales de ese partido.

“Tenían contacto permanente con el superior de Quilmes y con el juez de Garantías que se lesionó una pierna y vino un suplente que pidió más precisiones para los allanamientos, por  lo que hicieron trabajo de calle por 48 horas más, e individualizaron cuatro viviendas precarias en las que podía ocultarse”, contó el vocero de la pesquisa.

Con esos datos, el juez dio las órdenes. Pero cuando llegó la comisión integrada por policías de Rosario y de Quilmes, Flores ya no estaba.

“No los agarraron por una diferencia de horas, pero ubicaron el rancho en el que estaba y habían salido a las apuradas, porque habían dejado pañales y hubo gente que confirmó que estaban ahí, que era una pareja con un bebe, que él tenía dos dedos cortados y estaba siempre con las manos en los bolsillos y que se había teñido de rojo”, agregó la fuente.

El lugar en el que estuvieron “aguantados” es conocido como “la villa del paco” y ahí cualquier movimiento distinto es una señal. “Alguien detectó que estaban haciendo inteligencia”, sostuvo el vocero.

En Claypole.

Un nuevo dato de los teléfonos que venían siguiendo dio que la celda de la que sale la llamada venía de Claypole; ese dato les llegó el jueves, a última hora.

“En Claypole hay un Fonavi de 7 km por 7 km, y ahí vive un familiar del que lo aguantó en el rancho en Quilmes, pero no estaba ahí. Los policías suponían que estaba aguantado en una villa, atrás del Fonavi”, agregó el investigador.

El viernes, cuando la delegación policial regresó a Rosario, comenzaron a buscar nuevas pistas. Sin embargo, el sábado a la mañana la suegra de Flores fue al juzgado de Carbone y le dijo que Flores se iba a entregar, pero sólo con él.

El magistrado de Sentencia, junto con el fiscal Eduardo Valdés Tietjen, fueron a la casa de la suegra y trajeron a Flores, a su mujer y al bebé de ambos.

Luego, prestó declaración y terminó alojado en la Unidad 3.

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