Cultura

"Asalto al Mundial"

El brazo armado de los negocios del fútbol

Agudo analista del fenómeno “barra”, Gustavo Grabia hace foco en el condensado de esos grupos que acompañan a la Selección en los mundiales. Expedientes judiciales, profusa bibliografía e indagaciones propias son sus herramientas.


“Tan necesario es que los hinchas de un equipo se asocien para defenderse de las pateaduras de otros hinchas que son como escuadrones rufianescos, brigadas bandoleras, quintos malandrinos, barras que como expediciones punitivas siembran el terror en los stadiums con la artillería de sus botellas y las incesantes bombas de sus naranjazos. Esas barras son las que invaden la cancha para darle el pesto a los contrarios y en determinados barrios han llegado a constituir una mafia, algo así como una camorra, con sus instituciones, sus broncas a mano armada y las cascarillas monumentales que le dan nombre, prestigio y honra”, escribía Roberto Arlt en sus célebres “Aguafuertes Porteñas” en el mítico diario El Mundo.

El párrafo es retomado por el escritor y periodista Gustavo Grabia, en su nuevo libro Asalto al mundial. Barrabravas, política y negocios. La historia negra de las hinchadas argentinas en la copa. Y no es menor el hallazgo: por un lado, es el primer indicio del concepto de “barras”, formulado por Arlt hace casi 100 años, y por el otro, es el hilo conductor de una narración consistente de un fenómeno social que atraviesa transversalmente todas y cada una de las estructuras sociales y políticas.

Así, el texto construye un recorrido que se apoya en lo cronológico como instrumento ordenador, no sólo para bucear el origen, sino, y fundamentalmente, para describir su “progreso”, su evolución en relación directa con el contexto social, la alianza de un conjunto de actores donde los barras son el emergente de un estado de cosas.

Y ese estado de cosas es el negocio del fútbol, sin eufemismos ni folclore. Asalto al mundial tiene el mérito de poner blanco sobre negro el funcionamiento y financiamiento de ese fenomenal negocio con una operatoria cuasi delictiva.

Como sea, el texto mixtura la crónica con relatos de fuentes y con un abrumador caudal de “pruebas” documentadas de orden público. Este tipo de registro junto a las indagaciones propias y una bibliografía en sintonía, resultan en un trabajo por demás sólido. Así, construye un material de consulta indispensable para poder comprender al fenómeno “barras” en relación directa con las dirigencias de los clubes y las estructuras de los partidos políticos; de todos los partidos políticos, donde las excepciones son del orden personal y no de las organizaciones partidarias.

El cuadro se completa con informaciones directas e insoslayables de los juzgados donde se tramitan las distintas causas  penales contra los cabecillas. El resultado es asombroso: las pruebas están, y Grabia es un actor privilegiado, no sólo en su faz periodística sino también en el suministro de datos sobre un conjunto de hechos para que la justicia investigue.

Un párrafo aparte merecen las fuerzas de seguridad. Efectivamente, el texto desnuda como mutaron de cómplices a socios directos y en algunos casos a organizadores principales del negocio “barra”.

Asalto al Mundial es, además, un libro que mira, cuenta y describe el mundo fútbol desde la perspectiva de la tribuna, con anclaje en el juego pero sólo para contextualizarlo, donde pone a disposición fechas, nombres, denuncias y, en un relato ameno pero sin renunciar a la profundidad, da cuenta de los entretelones, que si no fueran trágicos causarían gracia.

La recopilación exhaustiva transforma al texto en un material de consulta vital y de lectura casi obligatoria para tener una mirada completa del mundo fútbol, y de algún modo funciona como “diccionario temático”, ya que el libro se puede leer como una breve enciclopedia inconclusa sobre el andar de los barras. Para ello sigue a la selección nacional de fútbol –y a la barra– por el mundo al compás de los mundiales, que tienen sus paradas lógicas en las ediciones de la Copa de América y en las eliminatorias previas a cada encuentro global.

Lo inconcluso radica en que no hay nada que avizore que la historia termine. Por el contrario, da la sensación que se agregarán capítulos por los siglos de los siglos. O hasta que el negocio deje de serlo. O hasta que la raza humana evolucione y no dé por cierto que el hombre es lobo del hombre.

Mientras las desigualdades sociales se profundicen y el capitalismo en su versión más brutal se floree por el mundo, es casi imposible que determinados fenómenos se desactiven. Suenan lógicos y coherentes. Y el fenómeno barra es uno de ellos, como emergente de un sistema en crisis terminal pero sin fecha de defunción.

“No hay voluntad para cambiar nada”

Gustavo Grabia es periodista deportivo y escritor. Entre 1996 y 2016 fue editor de Olé y es autor de La Doce. La verdadera historia de la barra brava de Boca; de Disquisiciones sobre la habilidad (y otros relatos futboleros) y El Club del Fin del Mundo (y otros cuentos futboleros). Actualmente es columnista del canal TyC Sports, de Intratables, del portal Infobae.com y del ciclo radial Y ahora quién podrá ayudarnos. Sobre Asalto al mundial señaló: “Hice una fuerte recopilación hemerográfica, están mis fuentes, pero cuando empecé a investigar, Oscar Barnarde, que investigó sobre el tema, me dijo que si quería saber sobre barras debía leer a  Amilcar Romero, un escritor e investigador muy importante. Otro que aportó sus conocimientos es Gustavo Veiga de Pagina/12. Además, utilicé los expedientes de los juicios, y les di formato periodístico.

El fenómeno barra es un gran negocio pero también hay elementos de pruebas para detenerlo. Grabia apunta: “No hay voluntad para cambiar nada, ni en los dirigentes del fútbol, ni en el Estado. Son funcionales. La década del 60 marca el comienzo del negocio, porque los dirigentes, lejos de querer erradicarlo, lo desarrollan para sus intereses. Y después, los punteros de los partidos políticos y por supuesto de las fuerzas de seguridad. La relación es tan promiscua que un comisario investigado por corrupción tenía los mismos abogados que los cabecillas de La Doce”.

Sobre cómo se organizan, Grabia explica: “Son mucho más organizados y orgánicos de lo que uno cree. Tienen una contabilidad envidiable, lo cual no quiere decir que el reparto es justo ni mucho menos. Las diferencias se arreglan a los tiros. Pero los tipos saben que no tienen mucho margen para realizar negocios propios, responden a los negocios que les habilitan. Es que de algún modo, saben que si los quieren detener, lo pueden hacer porque las pruebas son abrumadoras. Por eso digo que no hay voluntad. Los barras saben que pueden ir preso si no cumplen, se subordinan; pero claro, todo el tiempo negocian”.

Mucha agua corre entre los hinchas comunes acerca de este tema. Grabia tiene su propia mirada del tema. “El hincha argentino tiene una pulsión por la violencia, no es cierto que es lo más puro. Un  ejemplo de esto fue el presidente de Independiente (Javier) Cantero, que intentó no pactar con los barras, fue el primero en elaborar una lista de no admisión y no hubo más entradas de favor ni acceso a negocios, como los trapitos, o los kioscos alrededor del estadio. ¿Y qué pasó? Los hinchas pidieron por los barras diciendo que si a los jugadores no los apretan, no juegan, no corren”. Cantero flexibilizó sus decisiones y no le fue mejor. Independiente se fue al descenso porque era un mal equipo, no por la falta de barras. Esta reflexión no existe en el hincha del fútbol argentino”.

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