Sociedad

Memoria bicentenaria

El Archivo General de la Nación cumple 200 años y busca difundir sus historias no contadas

Investigadoras van encontrando fotos, documentos y más materiales que echan por tierra con mitos cuasi fundantes como: “En la Argentina no hay negros”. El trato a la mujer a través de la historia, el recorrido del colectivo LGTB+ entre otros, surgen como descubrimientos pese a ser algo que pasó


Foto: Leo Vaca DL / Télam

Agustina Ramos y Eva Marabotto / Télam

 

A punto de cumplir 200 años, este sábado, el Archivo General de la Nación (AGN) busca no sólo ser custodio de la historia argentina –contada en general por figuras masculinas– sino también difundir los hechos menos narrados sobre comunidades indígenas, afrodescendientes, mujeres y colectivo LGBTIQ+.

Rocío Caldentey, jefa del Departamento de Documentos Fotográficos del AGN; Mérida Doussou Sekel, afroargentina y profesora de historia, y Graciela Queirolo, historiadora especializada en mujeres y trabajo, conversaron sobre las dificultades y oportunidades para investigar sobre estos temas y el rol del AGN.

El AGN tiene, actualmente, tres funciones sociales. Por un lado, actúa como fuente para consultas en investigaciones históricas o de ciencias sociales, pero también es parte de la memoria institucional, y por último sus documentos actúan como garantía de derechos.

En este sentido, la archivista Caldentey contó que “un caso paradigmático en el AGN fue la contribución a través de los documentos generados por el Ministerio del Interior para la comprobación de los delitos de lesa humanidad en relación a las matanzas ocurridas con la población autóctona pilagá en la década de los 40 bajo el gobierno peronista”.

Volver accesible la documentación del archivo, que cumple 200 años, es una de las principales tareas que tienen sus trabajadoras y trabajadores, lo cual implica clasificar, recomponer los contextos en que fueron producidos los documentos y realizar descripciones que permitan llegar a ellos de una forma más sencilla.

Caldentey citó como ejemplo la forma en que se guardaban las fotografías de la población afrodescendiente: iban a una sección denominada “Negros”.

Entonces el dilema que se planteó fue pensar: “Qué pasa si yo borro esa huella de cómo el Estado entendió a esa población en un momento dado. Yo estoy borrando esa interpretación del Estado violenta, racista; pero no estamos haciendo que el Estado se haga cargo de qué políticas llevó adelante”, explicó.

La activista antirracista Doussou Sekel trabaja en la recuperación de la afroargentinidad en la historia argentina y actualmente busca que esa labor se materialice en talleres públicos y privados que puedan ser financiados por desde el Estado provincial del que proviene: Santa Fe.

Para ella, en Argentina hay una negación formada: “Hay un racismo epistémico muy profundo, que tiene que ver con parte del racismo estructural, donde no se ven los intelectuales negros y negras y tampoco la historia de nuestra negritud”.

Por ello, Doussou Sekel busca derribar los mitos asociados a la población afrodescendiente en el país, como que “en Argentina no hay negros” o que hubo una “esclavitud benévola”.

Entre los documentos que habitan en el Archivo encontró pruebas judiciales de la época colonial: “Se puede ver, por ejemplo, demandas de esclavizados a sus amos por maltratos y también los testamentos, dado que las personas esclavizadas figuraban como objetos heredables”. Otras están en la literatura, los periódicos afroargentinos o las fotografías como las del AGN, agregó.

Por otra parte, en cuanto a la población LGBTIQ+, Caldentey explicó que como históricamente fue perseguida y reprimida, buena parte de los registros que hay son los de las fuerzas represivas. “La Policía tiene un rol central en la generación de documentos sobre estas poblaciones”, marcó.

Las mujeres trabajando y cuidando también son fotografías que aparecen a lo largo y ancho del Archivo. En este sentido, Caldentey destacó tres formas de evidenciar la relación entre mujeres y archivos: “Una es la visibilización. Se recuperan los registros fotográficos en donde se puede ver la acción de las mujeres. Después, por otro lado, está todo lo que tiene que ver con recuperar cómo esos documentos son huellas de formas de entender a la mujer y su rol”, indicó.

Graciela Queirolo, investigadora del Conicet e historiadora especializada en mujeres y trabajo, contó que “la producción creció muchísimo”, en comparación a cuando ella comenzó a investigar en la década de 2000 este tema.

En su trabajo tuvo dificultades con las fuentes, principalmente porque “hay que saber qué se busca y qué preguntas se le hacen”.

Como ejemplo, Queirolo explicó que los censos del siglo pasado no contaban con trabajadoras porque pensaban en el trabajo de tal manera que no incorporaba a las mujeres asalariadas.

Sin embargo, ellas aparecen en distintos rubros: en el sector industrial, en el sector terciario, en fábricas, talleres, oficinas, colegios, hospitales, en el campo cultural, en los periódicos, en los cuidados y en el trabajo doméstico.

“Predominantemente uno puede decir que hay toda una serie de feminización porque se considera que las mujeres en estos espacios lo que hacen es trasponer su «naturaleza femenina» que las hace proclives para desarrollar el trabajo, ya sea porque tienen la motricidad fina, paciencia para soportar tareas monótonas y repetitivas o para atender a una persona enferma, o tienen el amor para educar a un niño”, explicó Queirolo al hacer una distinción sobre los roles asignados históricamente a la mujer.

Finalmente, otra forma de analizar la relación entre el Archivo y la mujer, continuó Caldentey, tiene que ver con las personas que trabajan en los archivos: “Quienes organizamos los archivos de los grandes hombres y de las grandes figuras masculinas somos, generalmente, mujeres”.

Foto: Leo Vaca DL / Télam

 

Una historia bicentenaria

 

Unos 25 kilómetros es la distancia que recorrerían los documentos que guarda el Archivo General de la Nación (AGN) colocados uno detrás del otro, cuenta la periodista Eva Marabotto, y menciona que ése es el modo que tienen historiadores y archivistas para dimensionar los tesoros que se acumularon a lo largo de los 200 años que la institución cumple este sábado.

El bicentenario encuentra al Archivo en plena mudanza a un edificio diseñado especialmente para albergar la memoria nacional. Se trata de una construcción de 10 mil metros cuadrados y seis pisos que ocupa el predio de la que fue la cárcel de los encausados en Parque Patricios, ubicado en la manzana que dibujan las calles Rondeau, Pichincha, 15 de Noviembre y Pasco, de la ciudad de Buenos Aires.

Allí quedarán en custodia documentos, material fílmico, fotografías y libros. “Se trata de un edificio hecho a medida con condiciones ideales como el control de temperatura y humedad para evitar el deterioro de los materiales guardados”, apunta el actual director del Archivo General, Pablo Fontdevila. Y precisa que los cuidados también se extienden a la seguridad ya que el lugar cuenta con lectores biométricos para el acceso.

La nueva casa está alejada del casco histórico y de la polución de las avenidas porteñas y comenzó a ser gestada en 2011, durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, quien convocó a una licitación pública para un nuevo edificio. La obra costó unos 560 millones de pesos y fue financiada por el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y el Estado nacional.

En algunas de esas salas están los mayores tesoros del AGN, que fue creado por el gobernador Martín Rodríguez el 28 de agosto de 1821, y ha reunido desde entonces 58 mil cajas de documentación, alrededor de un millón de fotos y 300 mil placas de vidrio que se utilizaban como negativos fotográficos en el siglo XIX.

Entre todo ese material hay nombramientos de funcionarios virreinales del 1600 o 1700, cartas de los próceres de la Independencia y adquisiciones más recientes como los documentos y objetos personales del expresidente Raúl Alfonsín, donados por su familia, que llegaron al edificio de Parque Patricios apenas hace dos semanas.

Foto: Leo Vaca DL / Télam

 

Todo conservado, todo cierto

 

El nuevo Archivo General tiene un total de 3.300 metros cuadrados de depósitos, dividido en 30 espacios a razón de cinco salas de documentación por pisos. Todas tienen estanterías regulables y móviles que permiten ahorrar espacio. También, cuentan con sistema de climatización que mantiene la temperatura constante en 22 grados.

Las salas de guardado no reciben luz exterior directa para evitar el deterioro de los materiales y que tienen cañerías externas e instalaciones eléctricas externas para evitar filtraciones o daños en caso de desperfectos. Cada una de ellas permanece cerrada con llave y el acceso solo está permitido al personal que trabaja en el sector.

En materia audiovisual, hay fotografías de famosos y desconocidos y miles de horas de filmaciones. La más antigua data de 1901 y muestra a Bartolomé Mitre recorriendo el Museo Histórico Nacional. Los hermanos Lumière habían concretado la primera filmación de la historia en 1895, apenas seis años antes.

Los tesoros del Archivo podrán consultarse en una espaciosa sala con capacidad para 60 personas, con computadoras para acceder al material digitalizado y mesas bien iluminadas para trabajar con los documentos. “Todavía no está abierta al público, pero hay mucho material que se puede consultar de modo digital en la plataforma del AGN y respondemos algunas consultas puntuales de usuarios que piden imágenes y se las enviamos por mail”, cuenta Diego Echezarreta, encargado de Comunicaciones y curador de las redes sociales de la institución.

“La pandemia fue una oportunidad de poner online algunos servicios que creo que van a quedar. Empezamos a probar y funcionaban”, cuenta Echazarreta, quien marcó que durante la pandemia la única posibilidad de difundir el acervo documental fue a través de las cuentas en Twitter y Facebook y el canal de Youtube.

“El criterio es quitar al Archivo de la idea de que es el lugar donde se encuentran sólo los próceres y mostrar que también guarda recuerdos de las figuras populares, y escenas de la vida cotidiana de gente común, como cada uno de nosotros”, resalta el historiador, que mutiplicó visistas con elementos como una foto de Diego Maradona adolescente que posteó tras su fallecimiento, gauchos comiendo asado y una pareja de carpinchos en el zoológico porteño, imagen que se viralizó junto a los repudios a las quejas emitidas días atrás de los vecinos de Nordelta por una supuesta “invasión”.

Para alimentar las redes (Instagram: @agnargentina y YouTube: /AgnArgentinay responder a las consultas de expertos y curiosos, el AGN avanza en la digitalización de sus materiales.

“La digitalización abarca todos los soporte con los cuales se trabaja en el archivo, es decir, papel, audio, videos y fotografías. En audiovisual ya tenemos un 70% del material digitalizado. En fotos ronda el 40 o el 50 y en papel es lo que más nos falta ya que estamos en un 15%”, detalla Fontdevila, quien apunta que el proceso no se basa solo en el escaneo del material sino en la correcta indexación de los metadatos para que el material pueda ser encontrado fácilmente”.

“La idea es pasar de un mundo donde la gente pedía turnos con mucha anticipación y se tenía que trasladar físicamente a las salas de lectura del archivo y darnos tiempo a nosotros para hacer las búsquedas a una instancia digital en la que cualquier persona desde cualquier lugar del mundo pueda ingresar por Internet y hacer las búsquedas que necesite”, sintetiza el director.

Para lograrlo un piso entero del nuevo edificio está destinado a la guarda y cuidado de los materiales. Son salas sucesivas: digitalización, conservación, identificación y descripción y data center. Por ellas pasan todos los materiales antes de llegar a los depósitos, ya sea que provengan de donaciones o del mismo Estado nacional o lleguen en cajas traídas por el Ejército Argentino, que es quien se encarga de hacer la mudanza desde las otras sedes.

“Cuando llegan los envíos revisamos que no hayan sufrido ningún daño aunque antes de trasladarlos hay un control de embalaje”, cuenta Laura Caroni, del área de Conservación. “Después realizamos revisiones periódicas de los depósitos, controles medioambientales y de la documentación para detectar daños incipientes”, agrega la especialista mientras con cofia, barbijo y guantes cepilla cuidadosamente las hojas de un libro de la Dirección Nacional de Migraciones que contiene los ingresos al país de los ancestros de tantos miles de argentinos.

“Si detectamos algún deterioro la etapa siguiente es la restauración con materiales testeados que nos permitan devolverle la integridad al soporte de papel, pero la información que se pierde no se recupera. Por eso es tan importante la prevención”, destaca Caroni, quien precisa que uno de los mayores desafíos del área es seguir de cerca los documentos coloniales escritos con una tinta constituida por una solución ferrovárica de hierro, ya que al oxidarse suele comer el papel.

Sólo a algunas salas de distancia, Mariano Ostuni, coordinador del área de Digitalización, escanea decretos del año 1974. “A partir de ahora no sólo van a estar disponibles en versión digital sino que además, evitamos el daño que puede causar la manipulación”, sintetiza, consciente de que su tarea es lograr que los tesoros de la casa que cumple dos siglos estén disponibles para todos los argentinos.

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