Al igual que Winston Smith, el personaje de la novela 1984 que se rebela contra el Gran Hermano, el espía estadounidense arrepentido Edward Snowden sacudió el año 2013 con sus denuncias las estructuras del espionaje internacional en la era digital.
Para muchos de sus compatriotas Snowden es simplemente un traidor. Pero para otros es un patriota que abrió un debate sobre el poder de la Casa Blanca para controlar la libertad de los individuos.
Con sus revelaciones sobre el control de las llamadas telefónicas por parte de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), que afectaron a líderes mundiales como la jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, Snowden se convirtió en una de las figuras de 2013 y en un hombre perseguido por la Justicia.
Sus revelaciones, que también implicaron a las grandes empresas de internet, fueron publicadas por The Washington Post y The Guardian, entre otros diarios, se sumaron a la filtración de miles de documentos realizada anteriormente por el sitio web WikiLeaks. Por caso, la Justicia condenó a 35 años de prisión el soldado estadounidense Bradley Manning.
Si bien Washington no utiliza una “telepantalla” para controlar a los individuos, como en la ficción de George Orwell que habla del Gran Hermano (el jefe que todo lo ve), las denuncias de Snowden provocaron una enorme desconfianza entre los aliados más cercanos de Washington en Europa, como es el caso de Alemania.
También tuvieron repercusión en Brasil, donde resultó principalmente afectada la presidenta Dilma Rousseff.
Snowden dijo que Orwell (nacido en la India) “ya advirtió sobre este tipo de información” en su celebrada novela 1984, obra en la que describe a la llamada “policía del pensamiento”. Pero dijo que la telepantalla y los micrófonos que se mencionan en esta famosa obra literaria “no son nada comparado con lo que existe ahora”.
Snowden señaló que los niños que nazcan hoy en día van a crecer sin la concepción de privacidad. Por el momento, el “topo” sigue asilado en Rusia.
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