La muerte de cinco jóvenes que la noche del viernes asistieron a la fiesta electrónica Time Warp en el porteño complejo de Costa Salguero alertó a la sociedad sobre el peligro de las llamadas drogas de diseño, ya que se presume que las víctimas fatales, como también otras cinco personas que se encuentran internadas en estado crítico, consumieron “Superman”, una metanfetamina que se vende como si fuera éxtasis. Pero también dejó al descubierto que la ilegalidad de esas sustancias, que conlleva a la falta de control en su comercialización, puede ser aún más nociva que la droga misma. “Son muertes de la prohibición”, dijo Emilio Ruchansky, editor de la revista de cultura cannábica THC y autor del libro “Un mundo con drogas”.
“El éxtasis no te mata”, analizó Ruchansky, para aclarar que “si supieras lo que estás tomando, no te morís”. Si bien el periodista especializado resaltó que serán los resultados de las autopsias y de las pastillas secuestradas en el megaevento lo que determine el compuesto de lo que se consumió, expresó que los causales de muertes son mucho más complejos.
“Más allá de que se vendan drogas adulteradas está el tema del agua. Es muy fácil decir que los mató la pastilla. Pero habría que evaluar si no los mató la falta de agua, de oxígeno y de atención médica. Porque poner el centro en la pastilla es olvidarnos que fue tomada en un contexto. En ese tipo de festivales el manejo del agua es lo que hace la diferencia entre la vida y la muerte”, analizó. Es que el que consume éxtasis necesita tomar gran cantidad de agua, a riesgo de deshidratarse.
De esa manera, se refirió a distintas informaciones que se conocieron ayer tras el trágico resultado del megafestival. “Muchos chicos dicen que en un momento se les acabó el agua. Si se termina el agua, se tiene que terminar la fiesta”, expresó, y agregó: “Otros explicaron que había sólo dos puntos de agua para toda la fiesta; hablamos de unas 10 mil personas, es muy poco. También que cuando querían llenar la botellita en el baño los guardias no los dejaban. A eso hay que sumarle la temperatura corporal que se eleva al bailar, el lugar cerrado y mucha más gente que la que tenía que haber. Así, no hay corazón que aguante”.
En ese sentido, Ruchansky dijo que los organizadores de esos eventos saben que las personas que asisten toman drogas de diseño y también que las condiciones del ambiente potencian los riesgos para la salud.
Otro factor que hay que tener en cuenta es la falta de control de las pastillas, propia de la prohibición. Al respecto, Ruckansky repasó un fragmento de su libro “Un mundo con drogas” donde advierte que el año pasado en la Argentina las nuevas drogas sintéticas eran más que todas las que se encuentran prohibidas.
“El prohibicionismo incide mucho en la calidad y cantidad de sustancias”, explicó para referirse a los “sucedáneos”, que son sustancias creadas por fuera de la industria farmacéutica en reemplazo de la que se ilegalizaron.
“El favor otorgado a las nuevas drogas depende en enorme medida de las restricciones impuestas a los psicofármacos que imitan. Las innovaciones químicas permiten modificar determinadas moléculas de una sustancia controlada creando drogas en teoría similares en sus efectos. Y basta una sola modificación para generar un nuevo limbo en el espíritu taxonómico de la legislación. El daño potencial es enorme. Estos sucedáneos salen al mercado sin controles ni pruebas previas, por lo que se ignora cuáles son los riesgos en el corto y largo plazo”, reza un párrafo de su libro.
Ruchansky analizó que muchas de las sobredosis están relacionadas con la adulteración. Y si no estuvieran prohibidas (esas drogas) habría mucha más seguridad para el consumidor. Al respecto, se refirió a estrategias de reducción de daños, como la de la organización Energy Control, que facilita pruebas químicas a quienes consumen pastillas para que sepan si se trata de una droga, es decir, si contiene sustancia activa y si está adulterada. “No existe libre elección sin libre acceso a la información”, concluyó.
Una pastilla que se vuelve más peligrosa con calor y sin medidas de seguridad
Hipertermia, convulsiones, deshidratación y paro cardiorrespiratorio son algunas de las consecuencias del consumo de la pastilla “Superman”, la droga de diseño que presuntamente consumieron los jóvenes que asistieron a la fiesta electrónica Time Warp en Costa Salguero, que dejó hasta el momento cinco muertos y cinco heridos, entre ellos un menor de edad.
“Si bien no sabemos todavía exactamente qué fue lo que consumieron porque no están los exámenes toxicológicos, lo que demuestran los análisis clínicos es que aparentemente se consumió una droga llamada Superman, una metanfetamina de diseño que se vende como si fuera éxtasis”, explicó a Télam Marta Braschi, toxicóloga del Hospital Alemán.
La especialista precisó que “son varias las drogas de diseño que se consumen en las fiestas electrónicas”, y que “cada pastilla depende del diseñador o bioquímico ilegal que las fabrica, que decide las cantidades de las sustancias que se utilizan”.
“Por lo general estas drogas de diseño se consumen en fiestas electrónicas, ya que en otros ambientes, como los de cumbia, se consumen otras drogas. Los pibes las compran sin saber lo que tienen, y a veces como no consiguen un efecto inmediato consumen otra pastilla o alguna otra sustancia que empeora el cuadro tóxico”, detalló.
Braschi comentó que la Superman, una pastilla chica y de color rojo que cuesta entre 150 y 300 pesos “dependiendo del lugar y la cara del consumidor”, empieza a actuar más tarde que el éxtasis (cuyos efectos se sienten a los 30 o 45 minutos después de haberlo consumido), pero tiene efectos más perjudiciales.
“El consumo de una sola metanfetamina Superman genera hipertermia, convulsiones, excitación psicomotriz, deshidratación, falla multiorgánica y paro cardiorrespiratorio”, precisó, y aclaró que “si se suma además el ritual de bailar, saltar, encierro y calor, es una situación en la que se pierde noción de lo que se consume”.
Muertos y heridos
Según se desprende de la nómina de muertos y heridos suministrada por fuentes policiales, los cinco jóvenes fallecidos tenían entre 21 y 25 años.
Las dos primeras autopsias revelaron que Nicolás Becerra, de 25 años y Francisco Ernesto Bertott, de 21 fallecieron por edema pulmonar y paro cardiorrespiratorio, mientras que el tercer deceso fue el de Bruno Claudio Boni, de 20 años, que murió camino al Hospital Rivadavia.
El cuarto y quinto fallecidos son Martín Bazano –que según trascendió es la única víctima extranjera, de nacionalidad uruguaya– y Andrés Valdez, ambos de 22 años.
Entre las personas que continúan hospitalizadas se encuentra Damián Santillán, de 17 años, la única víctima menor de edad que, internada en el Hospital Rivadavia, “continúa mejorando estable y consciente en la Unidad de Terapia Intensiva”, ya sin fiebre y “a la espera de nuevos resultados de laboratorio”, informó el Ministerio de Salud porteño.
En tanto, en el Hospital Fernández se encuentran internados Micaela Soledad Polivoy de 20 años, Nicolás Laitan, de 23 y Leandro Agustín Espinoza, de 19.
Mientras la chica y uno de esos dos jóvenes se encuentran en estado crítico y con insuficiencia renal en la unidad de terapia intensiva, el segundo varón reviste más gravedad, permaneciendo en “shockroom” y con “asistencia respiratoria mecánica”.
En el Hospital Argerich hay una quinta persona internada cuya identidad aún no trascendió, pero que “continúa en estado crítico aunque muestra leve mejorías”, mientras “permanece con asistencia respiratoria mecánica”, según el comunicado de la cartera sanitaria.
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