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Se vio en Santa Fe y Buenos Aires

Efecto Dragon Ball Z: no es el Sol, es la atmósfera llena de cenizas por las quemas en las islas

Lo que faltaba, parecerse a Marte. El fenómeno de la estrella virando más al rojo en el atardecer se conoce como dispersión Rayleigh. Es cotidiano, pero se potencia cuando el aire está cargado de partículas, como las que se desprenden de la combustión de materiales en los incendios


Fotos de un Sol inusualmente naranja y hasta casi rojo proliferaron este viernes en las redes sociales. No era la estrella más cercana la que tenía ese color, sino la atmósfera, y el fenómeno extremo –uno más que se suma al de la bajante del Paraná y las marcas térmicas de la semana– se debe al ambiente saturado de cenizas como consecuencia de los incendios en las islas del Paraná. Por eso, miles de usuarios de internet lo reportaron en las provincias de Santa Fe y Buenos Aires.

El ángulo de dispersión de la luz del sol, que contiene todos los colores, depende de la longitud de onda de cada uno de los tonos, por lo que se separan. Durante el día, los violetas y azules, de mayor longitud de onda, son los que más se dispersan, por lo que la luz del Sol que llega a los ojos ha perdido buena parte de esas tonalidades que, en cambio, se difuminan por el cielo. De ahí que la estrella luzca en torno a los amarillos. Técnicamente, es el fenómeno conocido como “dispersión Rayleigh”.

Por el mismo mecanismo que se explica con la teoría ondulatoria, al atardecer o al amanecer, cuando el Sol está cerca del horizonte, el cielo y el astro adquieran una tonalidad rojiza. En esas horas, la luz solar recorre más atmósfera, por lo que la dispersión es mayor, de modo que también las tonalidades rojas se difunden.

Hasta ahí, lo común. Pero el efecto a veces se potencia, como durante este viernes. Cuando la atmósfera contiene un mayor porcentaje de polvo en suspensión, o humo y cenizas, la dispersión es aún mayor. En estas situaciones se añade otro fenómeno, la denominada “dispersión de Mie”: las partículas en suspensión reflejan y absorben diferentes colores en función de su composición, por lo que pueden añadir otras tonalidades al cielo visible.

Lo que llamó la atención de muchos este viernes es lo mismo que ocurrió en California con los masivos incendios forestales, o en buena parte de Europa pero por otro motivo que remite a la misma explicación teórica: arena en suspensión arrastrada por los vientos desde el desierto del Sahara.

O, si se quiere, como en el planeta Marte: su atmósfera rica en polvos de óxido de hierro en suspensión absorbe fuertemente los tonos azules, por lo que el cielo marciano ofrece esa extraña tonalidad amarillenta oscura que se observa en las fotografías de ese planeta. 

 

 

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