B”H. Violencia y lamentablemente más violencia es lo que estamos percibiendo a nuestros alrededores. Robos, asaltos a mano armada, asesinatos, violaciones, ajustes de cuentas, suicidios, agresiones, manifestaciones violentas, piquetes violando los derechos de otros… ¿qué está ocurriendo con nuestra sociedad? ¿Cómo es posible que en tiempos como los actuales que hay mayor prosperidad, adelantos tecnológicos y científicos, mayor cultura, haya tanta intolerancia y agresividad? ¡Y esto ocurre tanto a nivel
individual como grupal!.
No es nuevo, tenemos antecedentes en el relato bíblico sobre la era prediluviana, y luego en la época del patriarca judío Abraham, donde había una zona de cinco ciudades con Sedom (Sodoma) como capital, tiempos que dominaban la corrupción y la anarquía absoluta a pesar de que a nadie le faltaban los recursos materiales para vivir cómodos.
Uno se hace la misma pregunta: si no les faltaba nada, ¿qué necesidad de robar, etc.? Este cuestionamiento sirve de punto de partida para tomar algunas conclusiones que son fundamentales en la filosofía judía, como nos enseñó Moisés por orden divina pero son lección para toda la humanidad.
“Es el fundamento de todos los fundamentos y columna de todas las sabidurías saber que hay una existencia primaria que de ella dependen todas las existencias”, escribe Maimónides refiriéndose a Di-s creador de todo.
La conciencia de la existencia de un ser supremo, que ve y escucha todo lo que el ser humano hace, que recompensa y castiga por las elecciones tomadas por realizar el bien o el mal, contribuye de una manera efectiva al comportamiento de las personas y no depende tanto del bienestar económico. La sociedad violenta olvida este factor básico y mientras no sea consciente de que hay una justicia divina percibe que esto es una jungla en la que gana el más fuerte y no hay límites a las ambiciones y pasiones. Depende en gran medida de los padres, maestros, formadores de pensamientos e ideologías y gobiernos educar a grandes y aun a niños de tierna edad esta verdad y obviamente ser ejemplo. Es más importante la educación que las intimidaciones y amenazas de castigo que no ayudan a desarrollar un hombre de sensibilidad moral.
Hace muy poco toda una sociedad culta, moral, científica pero falta de Di-s construyó uno de los genocidios más terribles, o quizás el más grave contra la humanidad (primero eran los judíos, luego los negros, etc.). Es decir que la cultura, la moral y la ciencia no aseguran en absoluto el buen comportamiento. Se sorprenderá que escribo moral, pero el motivo de la misma es que la moral humana es subjetiva y los nazis alegaban que era moral matar judíos.
Los humanos necesitamos que nos pongan límites, pero límites objetivos y no hay quien sea objetivo sino únicamente el creador del mismo ser humano y Él es el único que puede dictaminar qué es bien y qué es mal.
Este código moral divino que data de épocas anteriores a cualquier código humano, el único que tiene una aplicación atemporal y universal para el logro de una sociedad buena y civilizada, es conocido como “las sietes leyes de Noaj”, por ser trasmitida por Di-s a Noaj (Noé). Estas leyes ordenan la fijación de cortes de justicia, prohíben la idolatría, el homicidio, el incesto, el robo y la ingesta de un órgano animal mientras éste continúa vivo (crueldad) y de éstas derivan toda una conducta moral.
Cada uno de nosotros podemos aportar algo al respecto, para una sociedad más armónica, pacífica, respetuosa de los derechos del prójimo. Ante todo reflexionar más seguido el hecho de la existencia de un ser supremo, agradecerle por la vida que nos da apenas nos levantamos por la mañanas, que podemos caminar, respirar, evacuar, ver, etc. Y rezarle que nos proteja, sustente, que nos provea de inteligencia, salud, que nos ayude a elegir el bien y nos dé fuerzas para vencer nuestras propias miserias. Roguemos a Di-s que pronto en nuestros días se cumpla la profecía “Y el espíritu de la impureza eliminaré de la tierra” con la redención final.
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