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Educar, a pesar de todo

Por Santiago Baraldi.- El jardín de infantes El Soldadito, en Puente Gallego, celebra hoy 40 años. Cambiaron los tiempos, las reuniones de padres no se pueden hacer por la tarde y hasta el nombre tiene otra connotación.


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Hoy cumple 40 años el jardín de infantes Nº 1261 El Soldadito, en el corazón de Puente Gallego, en calle Punta Indio 7750. Y la fecha será un buen motivo festejarlo con la inauguración de una nueva sala para los más de 180 niños que asisten mañana y tarde. En un barrio estigmatizado con los alcances del narcotráfico, paradójicamente, lleva el nombre de El Soldadito, como hoy llaman a los chicos que trabajan para el “transa”. Su directora, Liliana Morelli, dice que “hace 40 años los niños jugaban a los soldaditos y ahora este nombre tiene una carga diferente, pero éste es un barrio de trabajo, que intenta salir adelante, de aquí han salido chicos que luego fueron profesionales”.

Un pincel y una pelota

En la actualidad Morelli, que llegó al barrio hace tres décadas, recibe a lo que ella llama la tercera generación de alumnos: “Hay mujeres que fueron mis alumnas, luego fueron madres y hoy tenemos mamás de 16, 17 años que nos confían a sus hijos; hay muchas madres jovencitas”. La directora llegó en 1982 trabajando ad honorem cuando el jardín dependía de la Parroquia Nuestra Señora de la Consolata; y las docentes ofrecían el servicio de maestras de actividades prácticas, de manera voluntaria. Hoy es un jardín privado confesional que depende de la Parroquia San Vicente de Paul, y con orgullo suma una nueva sala.

El Soldadito que identifica al jardín lleva como “armas” un pincel y una pelota. En la década del 80, el padre Claudio Castricone, pasada la dictadura, convocó al barrio para cambiarle el nombre, pero uno de los vecinos le dijo: “Es como si yo que me llamo Rodolfo, mañana me quieren llamar Gabriel… uno ya tiene su identidad y el jardín también”. En el argot del narcotráfico llaman soldadito a los pibes que son utilizados como carne de cañón de bandas armadas. “Cargamos con ese estigma en un barrio donde la inseguridad está a la orden del día. Hace dos años murió un alumno nuestro, cuya familia hizo todo lo que pudo para que saliera de la droga. Por ejemplo, antes hacíamos reuniones de padres a las 18, pero ahora no se puede; las madres que venían de barrio Tío Rolo ya no traen a sus chiquitos porque es un peligro llegar hasta aquí o una mamá que venía en bicicleta desde Soldini con su chiquito y le robaron mil veces. Las escuelas y jardines que estamos en barrios marginales ahora ya no podemos hacer reuniones que no sean dentro del horario escolar por la inseguridad, hoy es imposible enfrentar a un chico drogado. Yo ya no me puedo ir tarde de acá. Hemos planteado ante las autoridades de la provincia el tema, pero poco se hace”, describió Morelli.

La escuela o la calle

Sin embargo, otro de los temas que preocupan en el barrio es la escolaridad. De los niños que egresan de El Soldadito, muchos de ellos continúan la primaria en la Escuela 1102 Sargento Cabral. “Pasaba que hacían hasta el 2º año de la EGB y dejaban, no tenían plata para el colectivo. Los chicos entre los 13 y los 18 que no están en la escuela están en la calle, con muchas horas de ocio. Algunos padres llevan a sus hijos a trabajar a los hornos de ladrillos que hay en la zona para evitar que estén en la calle. Hace tres años se sumó una escuela secundaria, pero no van todos”, apuntó la docente.

Las manitos y dibujos que los chicos realizaron sobre el paredón de la calle Montecarlo se superponen con las rejas. “Ganamos un lugar para que los chicos se expresen por sobre las pintadas políticas o de los equipos de fútbol rosarinos. Aquí todo lo hacemos con mucho esfuerzo. Incluso, hace cuatro años nos pusimos como objetivo este nuevo salón, el cambio de sanitarios, una nueva cocina y todo lo fuimos cumpliendo. Nos movilizamos para regalarles a los chicos remeras y zapatillas, así que será una sorpresa para ellos. Además de los papás, la ONG Dejando Huellas, de manera desinteresada y con muy buena onda, viene a trabajar, a pintar, y consiguió cosas por medio de donaciones. Éste es el lado positivo y esperanzador que hay que resaltar”, finalizó orgullosa la responsable del jardín.

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