El concepto “economía social”, se acuño, según los historiadores, a fines del siglo XIX para dar cuenta del fenómeno de asociaciones voluntarias y de ayuda mutua, creadas por trabajadores (fundamentalmente artesanos) con la finalidad de paliar los efectos nocivos del desarrollo industrial que, de algún modo, los empujaba a los márgenes de la cada vez más sólida sociedad capitalista. La idea es recuperada más tarde en los años 70 del siglo pasado, durante los últimos estertores del Estado benefactor. Esta formulación incluía a cooperativas, mutuales, asociaciones y organizaciones sin fines de lucro cuyo objetivo era ofrecer un servicio a sus miembros o a la comunidad.
Tiempo después se acuñó otro concepto: el de “economía solidaria”. La intención era diferenciarse del de “economía social”, ya que el propósito era dar respuestas a necesidades insatisfechas, sobre todo en relación a la inclusión laboral. Mucho más cerca en el tiempo, en 2009, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) propuso la idea, no casualmente, de economía social y solidaria (ESS) para hacer visible un fenómeno que atraviesa de manera transversal al mundo en su conjunto. “El concepto se refiere a las empresas y organizaciones, en particular las cooperativas, mutuales, asociaciones y empresas sociales, que producen, específicamente, bienes, servicios y conocimiento y persiguen objetivos sociales y económicos y promueven la solidaridad”, explica Roberto Di Meglio, especialista principal en desarrollo en ESS de la OIT. Los conceptos, que son abstractos por definición, necesariamente, para ser válidos (útiles), deben problematizarse y ubicarlos en contexto, en un aquí y ahora, de otro modo, sólo serían especulación lúdica.
Pero como nada de esto es un juego, en situaciones de crisis profundas como la actual, fenómenos como la ESS también se profundizan, o mejor, se materializan y se perfeccionan y tienden a consolidarse. Casi como un emergente de otro tipo de organización política, social y económica. Así quedó reflejado en el II Congreso Nacional de Economía Social y Solidaria realizado en la Universidad Nacional de Quilmes el pasado 18 de setiembre, donde se debatieron los desafíos para el futuro próximo.
“Como ocurrió en el pasado, además de multiplicarse el nivel de organización y protesta social, viene gestándose un extraordinario despliegue de iniciativas económicas populares y solidarias para atender esas necesidades sociales emergentes, pero también para proyectar otras formas económicas de producir, distribuir, consumir y reutilizar bienes y servicios. El mapa de iniciativas es tan diverso como poco visibilizado, incluyendo entre otras, las formas de trabajo autogestionado y de la economía popular, las empresas recuperadas por sus trabajadores, las formas mutuales de servicio o comunitarias, las monedas sociales impresas o digitales, las formas de crédito y financiamiento solidario, las ferias francas y los mercados directos del productor al consumidor, las radios comunitarias y los medios de comunicación cooperativos o alternativos, las editoriales independientes o asociativas, las cooperativas tecnológicas y de software libre, las alternativas agroecológicas o de producción de alimentos cooperativos” describió con precisión asombrosa Rodolfo Pastore, economista de la UBA y director del proyecto “Construyendo Redes Emprendedoras en Economía Social” (Crees) de la Universidad Nacional de Quilmes.
Otro camino es posible
El diario El Ciudadano es parte de ese universo; somos, antes que nada, trabajadorxs que recuperamos una empresa que decidió cerrar sus puertas. Somos trabajadorxs con pertenencia sindical. Nuestro gremio, el Sindicato de Prensa Rosario (SPR), fue y es, el instrumento que posibilitó la construcción de la cooperativa La Cigarra. Como tal, de a poco, nos fuimos asumiendo como una productora de contenidos y ése es hoy nuestro desafío de cara al futuro próximo. Y el reto no es menor. Sin embargo, en la era de la comunicación digital, la tarea continúa siendo la misma; sostener la coherencia con nuestra esencia, hacer un culto de la honestidad intelectual y dar cuenta de historias reales que impacten en la sociedad rosarina y la región.
La sociedad constituida en red no puede ser excusa para no asumir nuestra responsabilidad en la tarea de informar y comunicar, porque somos parte del pueblo del cual hablamos. Además entendemos que existe otra forma de construcción de la economía y de la cuestión social. La economía social y popular no es un atajo o un premio consuelo ante la pérdida de la fuente de trabajo. Por el contrario, es un camino concreto para cimentar nuevas formas de relaciones de producción, en donde el lucro obsceno no sea el motor del desarrollo, en una lógica perversa donde “vale todo”.
La información es un derecho humano básico y como tal no puede ser un negocio, ni tampoco un problema para ser atendido por especialistas. Es, sí, una cuestión de Estado, lo cual implica la elaboración de políticas públicas, con todos actores involucrados, para fortalecer los medios de comunicación alternativos, comunitarios y autogestionados. La propuesta no es una posibilidad, es una necesidad y una obligación para construir una sociedad más democrática. El mundo de la ESS no puede ser entendido como algo externo, sino como respuestas colectivas ante una sociedad actual que expulsa en lugar de incluir. Y si bien hablamos de futuro, el futuro es hoy. La cooperativa de trabajo La Cigarra es parte de ese universo y el desafío es, como productora de contenidos, comprometernos a no ser indiferentes con lo que sucede en la cotidianidad social y, al mismo tiempo, visibilizar que otro camino es posible.
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