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Duelo oficial en Sudáfrica

Un decreto presidencial dispuso la medida desde hoy hasta el domingo por los mineros y policías caídos en los enfrentamientos y en la feroz respuesta de los uniformados a los ataques recibidos.


El presidente sudafricano, Jacob Zuma, anunció una semana de duelo nacional de lunes a domingo en conmemoración de las 44 personas fallecidas en los últimos ocho días en la mina de Marikana, de las cuales 34 murieron a causa de disparos dela Policía.

“La nación está conmocionada y apenada”, indicó un comunicado dela Presidencia, que anunció un duelo desde hoy hasta el próximo domingo.

Antes de la masacre del jueves, diez personas murieron entre el 10 y el 12 de agosto en enfrentamientos entre sindicatos en Marikana, entre ellos dos policías.

Los mineros cumplen una larga huelga en demanda de mejoras.

“El presidente decretó también que el 23 de agosto será el día oficial para las ceremonias conmemorativas organizadas en el país, en muestra de duelo y para promover una sociedad sin violencia”, indicó el comunicado dela Presidencia.

Una vida miserable, lo mismo que hace un siglo

Las familias de las víctimas de la operación represiva más sangrienta desde el fin del apartheid en 1994, que dejó 34 muertos el jueves, siguen viviendo en condiciones miserables, como la inmensa mayoría de los mineros de Sudáfrica.

Ian Buhlungu, de 47 años, alquila un barracón de madera y chapa ondulada en un barrio de viviendas precarias, en la polvorienta llanura que linda con la mina de platino que explota la compañía Lonmin. No tiene agua corriente y usa la letrina pública, que no es más que una fosa.

Al igual que miles de sus compañeros mineros, vive solo, lejos de su familia. Su esposa murió de tuberculosis hace dos años. Actualmente, su hija vive en casa de una tía y su hijo en casa de una abuela en la lejana provincia oriental del Cabo, a cientos de kilómetros de distancia, en la otra punta del país.

“Quisiera vivir con mis hijos, pero es imposible”, cuenta este hombre, quien envía todos los meses una parte de su escaso salario de minero, el equivalente a unos 480 dólares, a su familia. “La gente que no estudió tiene un salario miserable. Apenas logra darle de comer a su familia”, explica.

“La gente que trabaja en Lonmin ni siquiera puede mandar a sus hijos a la escuela”, afirma por su parte uno de los portavoces de los mineros que iniciaron una huelga hace más de una semana, Jack Khoba, de 29 años.

Al igual que Buhlungu y Khoba, decenas de miles de personas emigran desde hace un siglo de un lugar a otro del país, o a otros países de África Austral, para ir a trabajar en una mina.

A principios del siglo XX, así como durante el régimen racista del apartheid (1948-1994), los blancos que tenían el poder obligaban a los trabajadores negros a vivir en zonas reservadas, los “townships”, fuera de las grandes ciudades. Al no tener trabajo, los habitantes de estos guetos emigraban para tratar de ganarse la vida.

“Las cosas han cambiado poco”, estima el sociólogo Adam Habib, dela Universidadde Johannesburgo. “Cien años después de haberse empezado a explotar la minería en este país, el modo de vida de la gente en las minas es igual al de principios del siglo XX”, afirma.

Tampoco la instauración de una democracia multirracial, hace dieciocho años, ha significado sino escasas mejoras en las condiciones materiales de vida de los mineros, que tienen que construirse barracones para no estar a la intemperie.

“Esto no es vida”, resume Belinia Mavie, de 25 años, quien vino del Mozambique vecino para vivir con su marido hace cuatro años.

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