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Una deuda de honor y lealtad

Dora Ríos, una enfermera civil que curó heridas y almas en la guerra de Malvinas

Trabajó en el Hospital Naval de Puerto Belgrano, al sur de la provincia de Buenos Aires. No sólo atendió a ex combatientes, además brindó contención, apoyo psicológico, hizo de “cartera” y alojó en su casa a los padres de los soldados. A 40 años del conflicto bélico pide un reconocimiento


Dora Ríos fue una de las enfermeras civiles de la guerra de Malvinas del Hospital Naval de Puerto Belgrano, al sur de la provincia de Buenos Aires. No sólo atendió y curó heridas a ex combatientes, además brindó contención, apoyo psicológico, hizo de “cartera” y alojó en su casa a los padres de los soldados. Fue obligada a callar su historia y tuvieron que pasar muchos años para ser escuchada, aunque a 40 años del conflicto bélico no tenga un reconocimiento merecido.

Dorita, como le dicen cariñosamente, nació en la ciudad de Santa Fe. Tiene 66 años, es jubilada y vive en Rosario desde hace más de 30 años. Tiene dos hijos, Noemí y Ezequiel, y enviudó hace un tiempo. Quiso estudiar medicina, pero los bolsillos de la economía familiar no se ajustaban para que pudiera empezar la carrera. “Mi padre era enfermero, tenía vocación de servicio y seguí sus pasos. Estudié en la Cruz Roja, me recibí y trabajé en casi todos los sanatorios de Santa Fe”, contó.

“En 1976 mi hermano mayor me preguntó si quería mandar un currículum para trabajar de enfermera en el Hospital Naval. Rendí bien y adquirí experiencia en todas las especialidades. Cuando empezó la guerra de Malvinas en 1982, nos avisaron que preparemos los pabellones para un operativo. Nunca nos imaginamos que era una guerra. Nos llamó la atención la cantidad de heridos y heridos y heridos que llegaban. Y nos advirtieron que de eso no se hablaba”, explicó Dorita.

La enfermera recuerda que era imposible contabilizar la cantidad de soldados heridos que llegaban de la Isla al Hospital Naval de Puerto Belgrano. “Llegaban en aviones, helicópteros, en colectivos y había que derivarlos a terapia, traumatología, coronaria, a cirugía. Era trabajar y trabajar para salvar vidas. No sabíamos si era de día o de noche. A veces ni comíamos. Estábamos al servicio de los soldados”.

“También hacíamos de carteros. No se permitían las visitas de los familiares de los soldados heridos, entonces les ofrecíamos nuestra dirección para que escriban y lo llevábamos al correo, no había otra forma de comunicación. En mi casa les di alojamiento a los padres de los ex combatientes, la mayoría eran muy humildes”, rememoró.

Dorita contó que trabajaron en el Hospital Naval desde el 2 de abril de 1982 hasta el 14 de junio cuando Argentina se rindió ante las Fuerzas Inglesas. Pero no terminó todo allí. “Seguimos trabajando un tiempo más con los soldados que sufrieron amputaciones, quemaduras, a rehabilitarlos y a enseñarles a caminar”.

 

Después de la guerra

La falta de contención y ayuda psicológica dejó una herida abierta, que todavía sangra, a muchos veteranos, ex combatientes y personal civil. “Se nos había ordenado no hablar de lo vivido. Como si no hubiera existido. Cuando terminó la guerra, ni soldados ni enfermeras; ninguno tuvo asistencia psicológica. Un día estaba en mi casa y pensé que estaban tirando bombas, pero era el fuerte viento que tiraba los limones sobre el techo. Quería salir corriendo a la Base Naval”, recordó Dorita.

Después de la guerra, Dorita se vino a vivir a Rosario para tratar un problema de salud. “Me vine a Rosario porque tenía hipertensión y era muy joven. Es un trauma que nunca vamos a olvidar”.

Desde que se jubiló, la enfermera sigue manteniendo su espíritu solidario, colabora y ayuda en los barrios más humildes de Rosario. “Junto con los veteranos Unión Malvinas formamos Mujeres por Malvinas Rosario. Nos dedicamos a hacer obras benéficas para niños, adolescentes, jóvenes y adultos en los barrios periféricos de la ciudad. También brindamos talleres. Siempre enarbolando la causa de Malvinas”, detalló.

Una deuda de honor y lealtad

Hace seis años que Dorita pudo empezar a contar esa historia silenciada, cuando estaba en la trinchera curando las heridas y las almas de los soldados. No quiere irse de este mundo sin curar sus venas abiertas de Malvinas. La guerra del olvido le duele más que la del Atlántico Sur. El 22 de noviembre del 2000 se decretó el 2 de Abril como el Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas. El 7 de junio del 2006, la ley fue modificada y declarada feriado nacional inamovible. Recordar esa fecha significa rendirles homenaje a las veteranas y los veteranos, a los caídos y a sus familiares. Pasaron 40 años y Dorita sigue reclamando, junto con los veteranos continentales, ser reconocidos.

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