Economía

Panorama económico

Discutimos el modelo de generación de las riquezas o nos sometemos a la distribución de sus migajas

En los últimos años, las diferencias sobre el modelo económico que se presentan públicamente se reducen al porcentaje de distribución de las riquezas, la presión fiscal y la administración de las asignaciones sociales. No se habla de la disyuntiva de fondo: Patria industrial o colonia primarizada


Rodolfo Pablo Treber / Fundación Pueblos del Sur (*)

Especial para El Ciudadano

En los últimos años, las diferencias sobre el modelo económico que presentan públicamente las dos grandes sociedades electorales, se manifiestan casi exclusivamente en: el porcentaje de distribución de las riquezas, la presión fiscal y la administración de las asignaciones sociales. Esto último es lo que Cristina Kirchner decidió poner sobre la mesa del debate político nacional mientras que es parte de un gobierno de un país enormemente rico, pero con un pueblo empobrecido (40% índice de pobreza), con una inflación desmedida y descontrolada, una fuga de capitales permanente por la validación de la estafa con el FMI más las deudas privadas, y con 13 millones de argentinas y argentinos con problemas de empleo en un país en el que está todo por hacerse (entre desocupados y trabajadores en la ilegalidad según el Indec).

Pese a todo esto, de repente uno de los problemas centrales se reduce a los movimientos sociales, y no a la consolidación y profundización de un modelo productivo, exportador-extractivista que, desde el dominio transnacional de los sectores estratégicos de la economía, saquea diariamente las riquezas naturales de nuestra Patria en detrimento del mercado interno, la industria y el trabajo local.

Así, el discurso de Cristina Kirchner en la CTA volvió a instalar un debate de 10 milímetros de profundidad en el inmenso océano de problemas que atraviesa la política nacional.

Esto no nos puede asombrar dado que, adrede y sistemáticamente, todos los actores de la primera plana de la política nacional evitan hacer foco en el problema principal que tiene la economía argentina, la causa de todo el dolor social, la injusticia y la desigualdad, que es el modelo de generación de riquezas, el método de su desarrollo, la propiedad altamente concentrada y, principalmente, el carácter transnacional de la misma.

Con el objetivo de no discutir los temas estructurales de la economía nacional, y no afrontar los conflictos políticos que conllevan, simulan permanentemente un enfrentamiento en la superficialidad de la puja distributiva como si éste fuera el único camino posible hacia la mejora de la calidad de vida de nuestro pueblo.

¿Por qué motivos afirmamos que el problema principal es el modelo de generación de riquezas, su método y propiedad?

Porque antes del ingreso, a sangre y fuego con la dictadura de 1976, del capitalismo liberal alineado al modelo agroexportador en la política económica nacional, la Argentina producía bienes y servicios, principalmente para su mercado interno, y exportaba sus excedentes de producción a fin de adquirir divisas para reinversión, desarrollo, como también para la compra al extranjero de los pocos bienes que no se producían localmente.

Ese modelo de desarrollo que vino a destruir la dictadura militar y los gobiernos democráticos que la sucedieron, por complicidad o inacción, se caracterizaba por ser una economía mixta: el Estado ocupaba los sectores estratégicos con el objetivo de planificar y garantizar la protección y fortaleza del mercado interno donde el empresario privado se desarrollaba produciendo y generando trabajo genuino.

A su vez, se trataba de un modelo agrícola-ganadero, pero sobre todo industrial, que hacia foco en el autoabastecimiento de la mayoría de bienes y servicios que el pueblo argentino consumía, con el fin máximo de asegurar la independencia económica sobre la producción y moneda extranjera.

De esta manera se lograba que el conjunto de la población económicamente activa disponga de un trabajo formal, con un ingreso básico, jubilación, y derechos laborales asegurados.

Todo eso vino a destruir la dictadura y, a partir de la década del 90, se consolida el liberalismo colonial mediante privatizaciones y cierres de fábricas que excluyeron al Estado de su rol de planificador y regulador de la economía. Desde ese preciso momento se libera el comercio exterior argentino al dominio transnacional y se adopta un perfil netamente agroexportador, en detrimento del mercado interno y, por lo tanto, de la industria y el trabajo local.

En 1980 las exportaciones totales de la Argentina sumaban 8 mil millones de dólares mientras que el trabajo formal, en blanco y con todas las de la ley, alcanzaba al 77,4% de la población económicamente activa (PEA). Luego del proceso anteriormente mencionado, y hasta la actualidad, las exportaciones crecieron un 975%, a 78 mil millones, mientras que el empleo cayó sistemáticamente hasta el 43% actual. A su vez, en el mismo período se triplicaron la pobreza y el desempleo.

Como se puede observar, el enorme aumento de divisas no se tradujo en desarrollo económico y social, sino que, por el contrario, la apertura de importaciones, que viene de la mano con las empresas transnacionales del sector exportador, ocasionó que la ocupación formal cayera drásticamente. Gran beneficio para unos pocos, en perjuicio de la gran mayoría del pueblo argentino.

Sumado a esto, y dado que el sector exportador, que dirige, acopia, distribuye y comercia la producción local, está compuesto en un 90% por compañías transnacionales, las exorbitantes ganancias finalizaron –y finalizan– fuera de nuestro país.

Por todo lo expuesto es que afirmamos que el principal problema de la Argentina es el método, la propiedad y la orientación política de la generación de las riquezas. Distraernos y enfrentarnos, por sus nefastas consecuencias sin apuntar a las causas ni a su solución, sólo aporta a seguir naturalizando la permanencia de este modelo de país colonial y, por lo tanto, saqueado y empobrecido.

No hay un futuro posible de justicia social sin una protección de nuestro mercado interno y una política orientada a la industrialización para recuperar los puestos de trabajo perdidos. Para cumplir ese objetivo, y excluir a las transnacionales que fugan incesantemente las riquezas generadas en nuestro suelo, se precisa recuperar el rol histórico del Estado en los sectores estratégicos de la economía nacional.

Tenemos un enorme potencial si nos disponemos a emprender un proceso de industrialización que sume valor agregado a la producción actual y pueda sustituir el enorme caudal de importaciones vigente.

Salgamos del laberinto del debate sobre la distribución y administración de la pobreza. La disyuntiva de fondo, la discusión que hay que dar y todos ocultan, es: Patria industrial o colonia primarizada y empobrecida. No hay más alternativas.

(*) fundacion@pueblosdelsur.org

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