Ana Laura Piccolo
El Instituto de Recuperación del Adolescente Rosario (Irar) es el único lugar de puertas cerradas a donde van a parar los menores que delinquen. Pese a que se anunció con una impronta superadora para los pibes en conflicto con la ley, las fallas estructurales no tardaron en salir a la luz y dieron lugar a innumerables denuncias sobre las condiciones de alojamiento. Pero a las históricas demandas sobre los incumplimientos de los derechos del niño –ya que los adolescentes conviven con el Servicio Penitenciario provincial y puertas adentro reina la cultura tumbera de las cárceles–, ahora se sumó el problema de la superpoblación ya que por primera vez desde su inauguración, en 1999, hay 60 pibes alojados. La cantidad supera en creces la capacidad máxima, pautada en 45, y el personal asegura estar desbordado, con todos los riesgos que eso implica.
Débora Cotichini se puso al frente de la institución a mediados de enero pasado. Según aseguró, a comienzo de este año había 32 chicos internados pero en tres semanas se duplicó la cantidad de ingresos.
La directora explicó que si bien se dio aviso a los juzgados de Menores cuando se alcanzó la cantidad de 48 adolescentes, los oficios continuaron llegando y “no se le puede cerrar la puerta a nadie”. También aseguró que existe un fuerte malestar entre el personal civil y el de seguridad ya que en vez de abocarse a los códigos de convivencia deben trabajar sobre lo urgente.
“Lo urgente te desborda”
La funcionaria dijo que asumió la dirección del Irar con la intención de implementar un programa de reducción de daños pensando en la lógica de los derechos de los jóvenes, que garantice la salud y la educación de los adolescentes. Si bien en su corto período de gestión logró poner en marcha el dictado de nuevos talleres –arte, ajedrez y música– la superpoblación frustró el esquema de trabajo.
En ese sentido, Cotichini dijo que nunca se pudo implementar un esquema disciplinario ni avanzar sobre normas y reglamentos de un sistema de convivencia, ya que “lo urgente te desborda”, “se trabaja al borde” y se hace “muy difícil poder pensar ahí adentro”.
En relación al aumento de órdenes de internación, que llegan desde los juzgados de Menores de los tribunales provinciales y que no son acordes a las limitaciones espaciales del Irar, ni la directora ni los acompañantes juveniles encontraron una explicación.
Sí dejaron en claro que el Irar no es la única opción para menores en conflicto con la ley, pero muchas veces “parecería que sí”, ya que en el último tiempo recibieron chicos “primarios”, es decir, que cometieron o intentaron cometer delitos menores, comentaron desde el Instituto.
Uno de los acompañantes juveniles expresó la dificultad con la que se topan a la hora de trabajar con tantos pibes, muchos con problemas de adicción y en edad adolescente, que tienen que convivir en un mismo sector; dando como ejemplo que “no es lo mismo un chico que está alojado por homicidio que uno que intentó robar una gallina”.
“Los jueces nos imponen una norma y nosotros tenemos que cumplirla”, dijo Cotichini, aunque resaltó que en algunos casos “se podría pensar en otra alternativa al encierro”.
“No hay lugar para más nadie”
En el Irar trabajan 18 acompañantes juveniles, que cubren en tres turnos las 24 horas del día. Son ellos quienes intentan que los pibes puedan salir adelante y que con los pocos recursos que cuentan trabajan día a día para garantizar que nadie vulnere los derechos de los jóvenes.
Sin embargo, su tarea se ve más que afectada por una demanda que no alcanza a satisfacer y son ellos también quien sienten sus derechos vulnerados.
Así lo expresó Emiliano Scopetta, quien aseguró que están “sobrecargados y no hay más lugar para nadie”.
Emiliano dijo que lo ideal es trabajar con 30 pibes, pero que el tope que acordaron y que en los últimos meses del año pasado se venía respetando era de 45. Pero por motivos que dijo desconocer en estos momentos hay 60 adolescentes, lo que hace que el personal sea menos que escaso.
A esto, el trabajador sumó otro malestar: ellos son contratados porque la idea del gobierno es el cierre del Irar para construir una institución superadora. Pero según manifestó Scopetta, no hay signos de que ese plan se vaya a llevar a cabo en el corto plazo y es por eso que exigen su pase a planta permanente.