Sociedad

Qatar 2022

Diario de una hereje

En una Copa del Mundo, siete días pueden alcanzar para pasar de la apatía por el fútbol a un amor desmedido por la Selección argentina. Sufrir y ser feliz al mismo tiempo, resultó ser posible. "Me convertí, cómo no vine antes, perdón y gracias", dice la autora de esta crónica.


Por: Ludmila Cabana Crozza / Fuente: www.enestosdias.com.ar

Que en la resistencia está
todo el hidalgo valor de la vida

Carlos Indio Solari

Día 1: Argentina 1 – Arabia Saudita 2

Hoy empezó el mundial para Argentina, creo que ya había comenzado oficialmente el domingo. El primer partido fue temprano en la mañana por la diferencia de horario. También este año se juega en noviembre-diciembre y no en junio-julio porque en Qatar no podía jugarse cuando siempre, vaya una a saber por qué. Me suspendieron la clase de natación porque jugaba el país. Qué joda todo, no digo Así no salimos más, pero casi. Intenté dormir hasta más tarde. Es noviembre y estoy cansada. Esto de un mundial con días estirándose es muy raro. En esta parte del mundo a las 7 am en noviembre el sol te baila un malambo en los párpados. Más al sur, más luz. ¿Cómo será en Qatar noviembre a las 7?

No pude dormir mucho más, mi compañero vio el partido en casa y pensé que era muy amargado de mi parte no acompañarlo. Cuando me levanté, ya había pasado el primer tiempo; que no nos dejan hacer goles, que anulan jugadas válidas, que cobrando todo adelantado no se puede jugar, me contó. Yo no dije nada porque escuché orsai y pensé en Casciari y su revista y seguramente no estábamos hablando de lo mismo, aunque sí de un modo muy extraño. Preparé el mate y me dispuse a ponerle onda a un partido con 4 goles argentinos: 3 anulados y uno de penal de Messi. A ese sí lo conozco.

Me senté y Arabia Saudita hizo un gol. Empató. Esto recién comienza, pensé, es el primer partido. Pasó un ratito apenas y otro gol de Arabia. Mi esposo se levantó del sillón, caminó agarrándose el mentón con una mano y apoyando la otra en la cintura. Hizo como una medialuna de pasos, puso cara de preocupación y volvió a sentarse. Yo me tomé unos mates más y cuando faltaban unos minutos para que terminase, salí para la verdulería.

En el camino empecé a sintonizar: poca gente en la calle, pero vi las caras, todas, apesadumbradas. Noté que aunque es el momento en el que se empiezan a usar los vestidos y el sol te lame la espalda todo el día acá, esta mañana en la ciudad nada brillaba. Le comenté a la verdulera sobre la tranquilidad que había ¿sería el calor? ella opinó que salvo por las señoras que fueron temprano, el golpe había sido duro. ¿Qué golpe? ¿Qué señoras? Me miró sonriendo mientras pasaba las manzanas de la balanza a la bolsa de los mandados y después de una pausa dijo: el golpe del partido y las señoras que no miran y aprovechan para hacer los mandados. Ahí sentí un pinchazo.

Día 2: Argentina 2 – México 0

Siento que este es el mejor momento/Clima fresco, día perfecto/cero nubes en el cielo/una melodía suena en mi celular/hay posibilidades infinitas. Así empieza Copa de fútbol de Little Jesus, la banda mexicana que escuché este año. En una suerte de conjuro invertido canté sobre los mexicanos Hay posibilidades infinitas y me sentí bien, empecé a pensar en la sumatoria de giladas, si total, qué me costaba. Seguí: sien-to que esteeselmejormomento. ¿Qué es esto? Quiza una especie de fe, como el libro de Negroni.

Decidí ver el partido en casa con hijito porque todos se ponen como locos y por ahí, mi hijo, como es chiquito, se cruza o quiere ver otra cosa y a lo mejor se liga un cállate, un correte, y no quise. Creo que me pasó eso a mí en Italia ‘90 cuando tenía 4. Fui al chino a comprar repelente y como era sábado y hacía calor, cargué unas papas fritas y latas de cerveza.

Como ni siquiera sabía bien el horario, leí en alguna parte que empezaba a las 15 entonces para las 16, que es cuando arrancó, ya había comido dos fuentes de papas y tomado tres latas. En el gol de Messi lloré y cuando lo vi llorar a Aimar –qué lindo era me había olvidado de él ¿qué hacía ahí?—lloré de nuevo y sentí que entendía algo que antes no sabía. Hubo como una manifestación. Al terminar el partido, con mi hijo salimos a jugar al patio, se escuchaban, lejanas, las bocinas. Gritábamos por cualquier cosa los dos. Estaba contenta pero ¿por qué? ¿de dónde me salió tanta algarabía?

Día: 3 Argentina 2 – Polonia 0

A fin de año me cuesta todo bastante más, me desperté y repasé mentalmente las tareas primero, calculé tiempos, revisé la agenda para estar segura. Pero no puedo mentir, en lo primero que pensé fue, ok, hoy juega Argentina. Estoy en una, como dicen las pibas ahora. ¿En cuál? Recordé que como siempre los mundiales son en invierno y el invierno acá es largo y oscuro, una tradición-cábala en mi casa era comer panqueques. Decidí hacerle a mi hijo aunque el clima no estuviese para hornalla. Salí del trabajo y pasé por el súper para comprar papas fritas; ahora no podían faltarme porque algo podía romperse, un delicado equilibrio estaba en juego y yo tenía que colaborar para que no se tensara demasiado.

En la fila para la caja del supermercado faltando 30 minutos para el inicio del partido había varias personas ¿En serio van a tomar gancia un miércoles a las 16 hs?, le dije a un conocido que estaba en la cola y me sentí vieja vinagre. No puedo más, decía uno de los de atrás, en serio, ¡Guardia! Abrí otra caja. Tenemos que irnos, por favor.

En este partido registré a tres más, dos patagónicos: uno es el tal Acuña, un crack, encima de Zapala, claro, si jugaba con el viento de Zapala, a ese tipo no lo para nadie, el otro es Mac Allister, hizo el primer gol con una cara de niño total, no sé bien pero para mí, se destacó; y el tercero es el novio de Tini, la ídola de mis sobrinas, un queso para la prensa, para mí está muy bien.

Cómo corre Julián Álvarez, me encanta que tenga esa cara, convirtió el segundo gol. Nunca vi un jugador así, parece un adolescente; son todos pibes, pero pibes en serio. Reparé en los botines de Messi y se me ordenó el pensamiento: Messi, el de los pies dorados. Eso que sentí cuando entendí los epítetos vía la lectura de Ilíada, había vuelto, me latía. Tengo 21 otra vez. Tuve la certeza de que esta era la revancha. Al fin la revancha. La quiero seguir.

Día 4: Argentina 2 – Australia 1

Polonia tiene jugadores altos, escuché la otra vez. Australia también. Ya no sé, no puedo casi pensar en otra cosa. No vi la copa América, no sabía qué era la Scaloneta, me enteré lo del Dibu fue papá y no le pudoasé upa vía chistes, no vi la serie Sean eternos. Pienso en la ternura que siento con esa frase, con cómo se dice. Todo lo del mundial me divierte y a la vez, me parece algo muy serio. No lo hablo con nadie porque no me da pero esto es un espectáculo. No puedo creerlo. Creo que Messi es un Aquiles del sur de todo, un regalo. Hizo el primer gol a los 35 minutos y me dio tranquilidad. Ahora que D1OS descansa un poco, un pibe de Rosario lleno de plata nos hace olvidar la inflación y que no funciona el poder judicial, que casi no tenemos futuro. Que no sufra más ese chico, por favor, digo y después me pregunto qué tengo.

El calor es desmonte, lo sé, pero mirá esa pelota, mirá cómo arranca. Qatar vulnera derechos humanos y Argentina también, pero mirá ese pase, esa presión, esa recuperación y salida. Entiendo que tiene una cosa Messi con la selección que no se le da. Y como es paisano y nosotras seremos muchas cosas pero primero que nada solidarias, queremos que se le dé. Este Messi mayor, jugando quizás su última ficha en la ruleta mundialista me entretiene cuando es todo un quilombo, ya diciembre y las fiestas que traen muchos gastos me tocan el culo pero Julián Álvarez, el nueve, hizo el segundo. Este equipo con capitán que se ríe demasiado poco me retiene en el living de mi casa sin mirar el celular, semana tras semana, matándome a picada y panqueques con dulce de leche. Messi, un tipo más joven que yo, que a su vez es de los más grandes de la selección que lidera me hace rogar que no se corte internet durante los 90 porque a esos delincuentes de fibertel no les pago nunca más ni un centavo. Pero sí, se me cortó internet y hubo otro gol argentino, pero en contra, y no lo vi. ¿Acaso la falta de señal fue una señal?

D10S mío ¿quién soy? No canto el himno, no soporto la idea de patria, pienso que el estado nacional es una tierra regada con sangre de oprimidos y ahora me gusta hasta Antonella, no me importa que sea una mujer-cosa, que haya hipotecado su vida para acompañarlo a él. No me molesta que muestre el ideal rancio de familia feliz: pareja hetero-fitness y 3 hombrecitos. La veo como a una amiga, la quiero. Como dice Robles, aceptar la derrota es el principio para seguir, pero es que ya tenemos tantas que veo el intersticio por donde entra la luz: tiene forma de Me-ssi, como dice mi hijo. Estoy perdida, lo único que quiero es ganar.

Día 5: Argentina 2 (4) -Países Bajos 2 (3)

El partido de hoy fue un pedazo de historia. En adelante Argentina-Países Bajos será llamado “El partido”. Fue un tango, fue Bossa, rock and roll y cumbia que levanten las manos arriba y arriba. Todos los ritmos pasaron por el living y un nombre imprescindible: Dibu Martínez, arquero, se convirtió en héroe sin que nadie le diga, bueno, tal vez su psicólogo. Messi empezó a maradonearla y, en un segundo, la escena en la cancha fue más hermosa que todo lo manifestado hasta hoy. Nahuel Molina, un chico con ojeras, hizo un golazo con asistencia de Messi y cuando festejaron, se emocionó hasta el llanto, todos los demás lo abrazaron y lo sostuvieron en su quiebre. Lloré. Qué es ese cuidado, esa complicidad en medio segundo en velocidad sin motores ni auriculares ni pantalla, qué es ese convertir la nada en magia. Debe ser amor, tal vez sólo sea fútbol.

Cuando terminó el primer tiempo, Messi se acercó al árbitro Matheu Lahoz, se tapó la boca y le dijo algo sosteniéndole la mirada. No supimos qué dijo, el relator afirmó con máxima seguridad, como una de esas cárceles de las que no se puede salir sin balas: Messi le pide calma al árbitro. El árbitro no se calmó nada y en los últimos minutos del segundo tiempo les regaló un tiro libre a los Países Bajos que les dejó convertir el empate del infarto. Un Messi seguro, sin taparse ni callarse nada señaló a Matheu Lahoz y con gestos más que claros le endilgó el gol a él. No escuchamos, pero entendimos que le dijo es tuyo ese gol, estás haciendo mal tu trabajo. No es justo, pensamos millones. No, no fue justo. Pero de este Messi es imposible no enamorarse.

Ese partido siguió y siguió y los pibes nuestros patearon y patearon al arco, después fuimos a penales. El Dibu atajó no uno, sino dos y todo fue felicidad y hermosura. Con algunas obras de arte sucede así: el acontecimiento emerge frente a los ojos y no se necesita explicación. Hay una certeza que entra por los sentidos, recorre el cuerpo y llega al cerebro: esto es bello, quiero vivirlo, no entiendo por qué no lo disfruta todo el mundo.

Messi en el después de ese partido criticó al árbitro, se rebeló frente al poder, dijo que no quería decir mucho porque luego lo sancionaban pero tenían que revisar que el árbitro que pongan esté a la altura de un partido de esa categoría. Messi, el pibe que vivió más tiempo en España que en Argentina, sintió que quien impartía la justicia en ese partido había hecho mal su trabajo, perjudicando a la selección y lo dijo públicamente. El árbitro es español y a pesar del capricho, el partido se ganó igual, los 11 nativos resistieron al español y ganaron. ¿Qué me hicieron? ¿Estoy interpretando políticamente un partido de fútbol? Creo que Lautaro Martínez debería dirimir causas judiciales.

Día 6: Argentina 3 – Croacia 0

Querido diario: Es martes 13 y me toqué la teta izquierda cada vez que alguien lo dijo. No recuerdo cómo era la superstición pero la resignifiqué y la repetí porque así somos. También volví a escuchar Él mató. Quiero estar con vos/que me quieras así/liquidada estoy/esperando hasta el fin/sé que es lo peor/pero esta es la mejor versión de mí.

Algo me han hecho, una macumba, tengo un virus, no sé. Googleé la formación temprano. Pobre Acuña, se pierde el partido por culpa del árbitro español. Estarán: Emiliano Martínez; Nahuel Molina, Cristian Romero, Nicolás Otamendi, Nicolás Tagliafico; Rodrigo De Paul, Enzo Fernández, Alexis Mac Allister; Leandro Paredes, Julián Álvarez y Messi. Nada puede salir mal. El cuerpo técnico con Scaloni, Aimar y Samuel es confiable, estuve leyendo sobre ellos. ¿Estuve leyendo sobre ellos? Sí, en serio.

Como cuando leo un libro muy bueno muy bueno y no quiero que se termine, así me siento, pero con un plus: bailes con la abuela lalala; la cara de un salchicha asustado que se escondía atrás de la maceta de la puerta de casa porque había escapado por la pirotecnia ilegal que su propio dueño había hecho estallar y a quien no pude decirle absolutamente nada; la peluca albiceleste afro de la señora de la camioneta que llevaba a tres niños gritando en una de los cinco carnavales post-partido. Pareciera que miles, millones, hemos leído el mismo maravilloso libro y lo agradecemos, le hacemos una fiesta a ese boleto a la hermosura. Qué mes insospechado, qué fiebre más merecida, qué autoridad tenemos todas para ser felices con esto. No hay que tener ningún título de nada, no hay que acreditar ni mostrar pertenencia más que a la ficción del territorio. Messi mirando a Sofía Martínez de la tv pública con una sonrisa tierna en un video que vi 4 veces y el remix del qué mirá, bobo que escucho en mis viajes a la verdulería son tesoros inesperados: qué manera de abrir regalos este diciembre.

Me convertí, cómo no vine antes, perdón y gracias. Esta es una historia bonita: una de nenes de Córdoba, Neuquén, La Pampa, Jujuy, Santa Fe, Buenos Aires, Entre Ríos, que jugando a la pelota ilusionan a millones. El partido ante Croacia fue una muestra de hidalguía. Grité el primer gol levantando los brazos. Comí una fuente de chizitos y media de papas fritas. Ya con el segundo y el tercero, estuve acostada con todo el sillón para mí, estirada, casi no me moví. Después salimos con mi hijito a escuchar los festejos de los vecinos que iban al centro a cortar las calles para celebrar el pasaje a la final.

Se viene una final distinta. La de 2014 no la vi, no me interesaba, salí corriendo a la clínica en la que una amiga, que me llamó desesperada, estaba a punto de parir. A las 2 horas un bebé redondo estaba entre nosotras. Argentina ni idea. Si me pidieran ese favor ahora no sabría qué hacer. Estoy asustada: eufórica y aterrada a la vez. Estoy como mi amiga embarazada a término: todo muy lindo pero ahora tiene que salir al mundo la criatura y no querés porque sabés que va a ser duro, quisieras salir corriendo y que alguien se encargue pero eso es, sencillamente, imposible. Hay que pasarlo.

Necesito vivir en paz como antes. Preciso que hagan un parto respetado y traigan la beba dorada a casa entre las manos, muchachos, vamos muchachos.

Hasta entonces, sólo esperar cantando, como dice el Indio.

Día 7: Argentina 3 (4) – Francia 3 (2)

Con un primer tiempo de clase de fútbol, cuando mi compañero en el entretiempo se fue a seguir mirando el partido en la sede del Huevo Acuña –que es como le llaman sus amigos a la casa donde se reúnen a seguir a esta selección desde hace años– me pareció muy bien, no tuve miedo de quedarme en casa: no podía osar romper el equilibrio. Comía papas y bailaba frente al televisor con un 2-0 espeluznante para el campeón anterior. Agitaba las manos para un lado y para el otro y con los pies iba para adelante y para atrás, a Di María no lo querían, repetía como el Diego. Al despedirlo le dije a mi compañero que nos veíamos en un rato, en el festejo.

Quise tragarme esas palabras en el minuto 80 cuando Mbappé pateó el penal. El Dibu se tiró bien, pero la pelota entró. Empecé a caminar por todo el comedor. Caminaba y miraba el piso, y cuando volví a la pantalla Mbappé de nuevo nos golpeaba con otro gol. Empate. En dos minutos un solo tipo agarraba 45 millones de pares de piernas, las ponía en hilera y nos las cortaba. Me senté. Seguí viendo los minutos finales comiendo maní y tomando agua. Entrábamos a la oscuridad del tiempo suplementario, una prueba difícil. Fui al baño, chequeé al niño en el otro cuarto. Gol de Messi en el primer tiempo, gol de Mbappé por penal en el segundo.

Juro que quise volver a ser la de antes, que dejara de importarme, me llamé a sosiego cuando en una de las vueltas que daba alrededor del sillón, pensé en que estaba sola, que era ficción, hasta que me encontré arrodillada detrás del sillón con las manos entrelazadas como rezando esperando la definición por penales o la caverna más profunda. Vi todo, la primera atajada del Dibu fue impecable, pero la segunda, en la que retiene la pelota y la tira lejos ante el rival no tiene definición. Eso de decir esta pelota no entra y que no entre, ¿cómo es posible?

Ganamos. Ganamos con gol de Montiel . Qué se hace ahora que sí, ahora que ganamos.

Estos días, te lo ruego, diario mío, ayuda a mi memoria a recordar estos días de caminar al sol con perfume de gol. La conversión me llevó a una multitud de fieles cortando las calles de la ciudad un domingo de calor rabioso. Calcé a mi hijo y le dije, vamos a una fiesta.

El Indio canta Yo ya no puedo cumplir, hazañas que prometí, a veces pienso que yo tampoco pero estos muchachos sí, sí que pudieron.

Gracias por la ilusión.

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