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Triple crimen, el veredicto

Día de justicia: duras penas

La banda del Quemado fue sentenciada por los asesinatos de Jere, Patóm y Mono: Rodríguez recibió 32 años de prisión, Delgado 30, Sprío 33 (monto que acumuló condena anterior) y Palavecino 24. “Una muerte cuesta caro”, dijo la fiscal.


Seis minutos e innumerables sensaciones. Seis minutos donde la vida, la muerte y la libertad cruzaron miradas. Seis minutos de silencio donde se escuchó la voz del presidente del tribunal que juzgó a cuatro hombres acusados de la masacre que generó la causa de mayor envergadura de los últimos tiempos. Un hecho que se rotuló como un “ajuste de cuentas” y viró, gracias a la acción de los padres de las víctimas y el Movimiento 26 de Junio (Frente Darío Santillán), al que pertenecían Claudio “Mono” Suárez, Jeremías “Jere” Trasante y Adrián “Patóm” Rodríguez, en un reclamo constante de justicia por tres inocentes. La sala se colmó de público, fotógrafos y periodistas que escucharon atentos la parte dispositiva del fallo. Sergio “Quemado” Rodríguez fue condenado a 32 años de cárcel, mientras que Brian “Pescadito” Sprío recibió 33 –se unificó con una condena dictada por la Justicia federal–; para Daniel “Teletubi” Delgado fueron 30 y Mauricio “Chupín” Palavecino fue condenado a 24 años tras las rejas por su participación necesaria en el triple crimen de Villa Moreno, ocurrido el 1º de enero de 2012 en una cancha de fútbol de Presidente Quintana y Dorrego. Aunque los fundamentos se conocerán el próximo 12 de diciembre, durante el juicio se ventiló que el múltiple homicidio fue una venganza con el blanco equivocado por un ataque, horas antes, contra el hijo del Quemado, Maximiliano Rodríguez, quien sería asesinado trece meses más tarde.

La lectura del fallo fue pautada para las 12.30, el pasillo de ingreso a la sala estaba cargado de público que ingresó tumultuosamente hasta que la capacidad del recinto se completó. Convivieron, como en el resto de las audiencias, familiares y amigos de las víctimas con los de los imputados y primó el respeto. Se produjo el ingreso de las partes y luego de los imputados, quienes por primera vez fueron ingresados a la sala por el acceso de los testigos y con chalecos antibalas, en medio de fuerte dispositivo de seguridad. El primero en ingresar fue Rodríguez, luego Palavecino, Delgado y Sprío.

Cuando entraron los integrantes del tribunal, Gustavo Salvador (en la presidencia), Ismael Manfrín y José Luis Mascali, estuvo todo listo.

Salvador leyó la parte resolutiva de la sentencia, unos 6 minutos. El tribunal rechazó las nulidades planteadas por las defensas de los imputados y a continuación se escucharon las condenas. Cuando el juez comunicó la imposición de la pena de 32 años de prisión para Rodríguez, se escuchó: “Vamos”, pero rápidamente la exclamación fue contenida por el entorno. A partir de allí todo fue silencio. Y el Quemado permaneció inmutable.

Luego fue el turno de Sprío, quien sólo levantó la vista cuando escuchó la cuantificación de su condena: deberá cumplir 33 años de cárcel y pagar una multa de 2 mil pesos –se le unificó la pena con otra impuesta por la Justicia federal a 5 años y 6 meses por tenencia de estupefacientes para su comercialización–, mientras que Delgado fue condenado a 30 años de cárcel. Todos fueron considerados coautores de tres hechos de homicidio agravado por el uso de arma y la participación de un menor. A la vez el tribunal achacó a Rodríguez la portación de arma de fuego, mientras que los otros dos acusados fueron absueltos de este último delito. Por último, Palavecino fue condenado por la participación necesaria en los homicidios a la pena de 24 años de cárcel, lo que negó con la cabeza al escuchar el monto de la condena.

El silencio de la sala se fue transformando en llanto, un llanto al principio imperceptible que se fue contagiando. Salvador concluyó: “Es todo, buenas tardes”, y los magistrados se retiraron. Luego fue el turno de los condenados, que fueron evacuados rápido. Los allegados a las víctimas quedaron en el recinto conteniendo a familiares y fundiéndose en interminables abrazos.

Finalizada la lectura, Jessica Venturi, abogada querellante –quien junto con sus pares Norberto Olivares, Antonio Ramos y Santiago Garat había pedido 35 años de cárcel para los cuatro imputados–, no pudo contener las lágrimas: “Estamos muy satisfechos de todo el desarrollo del juicio y ni hablar de la sentencia. Lo que nos parece más que importante es que pudimos probar lo que veníamos diciendo hace tantos meses. Las condenas demuestran no sólo la autoría sino todo lo que pedimos que se tenga en cuenta, el entramado que había atrás y permitió que se llevara a cabo el hecho como se hizo. La satisfacción mayor es la confirmación que vale la pena luchar por justicia”, refirió.

La fiscal Nora Marull, quien acompañada por su par Luis Schiappa Pietra había pedido 30 años para los principales implicados y 26 para el restante, refirió: “Estamos conformes con el trabajo que se realizó”, y resaltó la labor de su colega y sus tres empleados. La funcionaria describió que aguarda los fundamentos del fallo: “En principio estamos muy conformes porque se probó que no inventamos nada, esto fue así”, y agregó que espera que los familiares tengan “un poquito más de paz y tranquilidad” y que el caso sea un mensaje de no violencia a la sociedad: “Una muerte, como lo dije en mi alegato de clausura, en cualquier circunstancia es terrible y cuesta caro, y esto es una demostración”.

Sin venganza

Pedro Salinas, Pitu, referente del Movimiento 26 de Junio que impulsó el pedido de justicia, dijo lo suyo tras el fallo: “La lucha que han dado los familiares es impecable. Tres familias, en el peor de los contextos, jamás apostaron al camino circular de la violencia, de la venganza, sino que con muchísima lucha, con muchísima angustia, esperaron 3 años para recorrer los caminos institucionales de la justicia y que estas condenas se efectivicen en el día de la fecha”.

“Las balas que vos tiraste van a volver”

“Las balas que vos tiraste van a volver”, cantaban los familiares, amigos y militantes de organizaciones sociales ayer al mediodía frente al edificio de Tribunales. Esperaban la lectura de la sentencia del juicio oral por el triple crimen de Jere, Mono y Patóm. A las 12.29, los saltos y cantos pararon. Lita, mamá de Mono, ya estaba en la carpa que se levantó el 11 de noviembre para ver en una pantalla la televisación en directo de la última audiencia. Eduardo Trasante –papá de Jere– junto a Ignacio Rodríguez –papá de Patóm– estaban adentro. El movimiento de la cuadra de Balcarce al 1500 quedó paralizado para escuchar la lectura de la sentencia. El presidente del tribunal, Gustavo Salvador, tardó casi seis minutos en leer las condenas por las que esperaron casi tres años. Adentro de la carpa todos festejaban, se abrazaban y lloraban. Afuera pasó lo mismo, familiares, amigos y militantes sociales con las caras rojas y los ojos hinchados. Terminó el juicio y los manifestantes empezaron con los cantos, las bengalas, los fuegos artificiales y los abrazos. Los padres de Patóm, de Jere y Moki –el único sobreviviente de la masacre– salieron del edificio de Tribunales y los abrazos los encontraron en las escalinatas. A lo largo de la manzana de Presidente Quintana, Dorrego, Biedma y Moreno, donde fueron acribillados Jere, Mono y Patóm el 1º de enero de 2012, se secuestraron 32 vainas servidas de diferentes calibres. Esa cantidad de balas son las que se estiman que los atacantes tiraron contra los chicos y vecinos de Villa Moreno. Sergio “Quemado” Rodríguez –líder de la banda– fue sentenciado a 32 años de prisión. “Las balas que vos tiraste van a volver”, coreaban los manifestantes.

Los familiares de las víctimas, emblemas de una lucha que tuvo sus frutos

Tres familias visibilizaron el caso, con el apoyo de un sinnúmero de personas y organizaciones políticas sociales. Ayer los padres de los tres militantes asesinados estuvieron presentes en Tribunales. El papá de Rodríguez, Ignacio, presenció en silencio todas las jornadas del juicio, sentado en la misma fila: día tras día escuchó cada argumento y refutación y se retiró en silencio hasta ayer. Por primera vez le asomó una enorme sonrisa: “Yo le decía a mi familia, porque mis hijos se quebraban enseguida: hacé el corazón duro que vamos a llegar; y llegó. La verdad que yo estoy recontento con todos mis compañeros que nos hicieron el aguante, todo el movimiento. Yo quedé conforme y así me descansa mi hijo en paz”.

Lita, mamá de Suárez, tenía los ojos hinchados de tanto llorar. La tristeza y la satisfacción de la tarea cumplida se mezclaron en su semblante: “Me puso muy contenta que se hizo justicia por mi hijo; está bien: nos costó 35 meses de estar en la calle. Mi hijo va a poder descansar en paz junto a Jere y Patóm” y agradeció al Frente Darío Santillán el acompañamiento.

Por su parte Eduardo Trasante lloró en silencio durante toda la lectura del fallo y al salir mostró su emoción: “Muchas veces el dolor es tan grande, la experiencia tan particular, que a uno le sobran motivos para bajar los brazos y querer morir con el que ya no está (tras el crimen de Jere, otro de sus hijos, Jairo, fue asesinado). Justamente hay que sacar fuerza de la debilidad para poder emprender un caminar de esfuerzo, de lucha, de dedicación y mucha inversión de afecto, de fuerza y recursos para mantener en pie viva la memoria de nuestros hijos y poder llegar a esta instancia. Creo que la muerte de nuestros hijos ha sido un punto de inflexión y vamos a ver cambios en las causas de muchos que hoy sufren porque sus causas están paradas. El triple crimen es un antes y un después y vamos a ver el fruto en muchas de estas causas”.

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