Coronavirus

Espejo para no mirarse

Devaluados, dolarizados, exiliados: cómo el coronavirus encontró tierra amigable en Guayaquil

El presidente de Ecuador admitió hace un mes que la realidad iba "más rápido las cifras oficiales". Hoy estiman en son diez mil las víctimas mortales no contabilizadas. La historia detrás del horror, contada por periodistas ecuatorianos y un preparador físico rosarino que vive allí hace varios años


Rodrigo Miró / @RodrigoMiro76

Especial para El Ciudadano

Llevará tiempo saber qué pasó, cuántos muertos finalmente hubo, cuál fue la causa del desastre. Pero el periodista ecuatoriano Mateo Cabezas, ofrece una primera pista, en diálogo con El Ciudadano. “Este país suele tener crisis económicas y políticas, como toda América latina. Pero hubo una que fue una bisagra, en marzo del 99. Hubo una brutal devaluación, quebraron la mayoría de los bancos y el Estado salió en su rescate. Se empobreció la mayoría de la población y unos meses después Ecuador pasó de tener su histórica moneda oficial, el sucre, a manejarse con dólares estadounidenses. Los gobiernos que vendrían después, de distinta ideología, no tocarían esa variable”, relata.

La crisis, como en la Argentina de 2001, terminó con muchos ecuatorianos yéndose a vivir a otro país. “Se calcula que unos 3 millones de compatriotas emigraron a Estados Unidos, España o Italia. Se instalaron allá para trabajar y mandan remesas a sus familias, a las que suelen visitar cada año. Cuando estalló el coronavirus, coincidió con la época de vacaciones en Guayaquil, cuando la gente de mejor posición económica organiza fiestas, en muchos casos con sus parientes que viven afuera como invitados. Si a eso sumamos la demora del gobierno en cerrar la frontera aérea y la irresponsabilidad de las personas que siguieron su vida normal hasta que los muertos aparecieron en las calles, con un pobre sistema de salud, el resultado fue el que vimos. Cientos o miles de personas fallecidas en pocas semanas, con morgues sin capacidad y personal funerario que no retiraba los cuerpos por falta de elementos de protección. La gente debía esperar 4 o 5 días con el cuerpo en su casa hasta que alguien lo busque. Y muchos, por temor a infectarse del muerto, lo dejaban en la vereda o lo prendían fuego ahí mismo”.

Un rosarino en Guayaquil

Leonardo Gioiosa es preparador físico. Es rosarino y llegó por primera vez a Ecuador en 2011 con Salvador Ragusa, un DT nacido en Rosario y viejo batallador del fútbol continental. Entrenaban al Deportivo Cuenca. Después volvió a la Argentina, pero desde 2014 ya se quedó trabajando en equipos ecuatorianos. Pasó por Independiente del Valle y ahora integra el cuerpo técnico del club Barcelona, protagonista histórico de este país en las copas internacionales hasta que en 2008 la Liga de Quito ganó la Copa Libertadores, con Edgardo Bauza como técnico y Damián Manso como figura. “Los quieren mucho a los dos. Y al Patón cada tanto lo nombran como posible técnico de la selección”, dice en el inicio de la charla con El Ciudadano, como para romper el hielo.

Futbolero de ley, Gioiosa también cuenta que los argentinos son queridos por los Toreros del Barcelona de Guayaquil. “Insúa fue figura. Y Alfaro Moreno se cansó de hacer goles. Después se quedó acá, se hizo dirigente y ahora es el presidente del club. Marcelo Trobbiani, que salió campeón del mundo en el 86, también: fue una gloria en la cancha y ahora entrena inferiores. Inclusive, como tiene familia en España de cuando jugó allá, con lo de la pandemia fue uno de los más preocupados porque no sólo tenía el miedo de acá, sino de las noticias que venían de Europa. Y otro al que aman es el Kitu Díaz, que ganó dos títulos”, dice.

Después de charlar sobre su recorrido en Ecuador y su presente en los Toreros del Barcelona, llega la hora de hablar con Gioiosa del drama del coronavirus en Guayaquil: “La ciudad tiene bien marcadas las clases sociales. Hay algo de clase media, pero sobre todo una clase muy baja muy grande y una clase alta diminuta. Vos acá en Ecuador tenés dos ciclos educativos. Por un lado, el de Sierra, que abarca a Quito y la parte de montaña. Por otro, el de Costa, que es adonde estamos nosotros. Acá las escuelas tienen vacaciones entre marzo y abril. Los ecuatorianos que se fueron a vivir afuera vuelven en esa época. Y es cuando más movimiento tiene el aeropuerto”.

La explosión del virus

La capital política de Ecuador es Quito, aunque el centro económico del país está en Guayaquil, ubicada sobre el océano Pacífico, con un puerto muy importante y más de dos millones de habitantes. El promedio histórico de muertes mensual es de menos de dos mil personas. Pero en marzo y abril de este año, según las actas de defunciones del Registro Civil, fallecieron más de 12 mil. De ellos, no hay causa informada del deceso de unos 10 mil cadáveres que fueron inhumados. En lo peor de la crisis sanitaria no había tiempo de hacer hisopados a pacientes que fallecían muy rápidamente. “El coronavirus agarró a Guayaquil con las defensas bajas y fue la víctima más fácil de la enfermedad en todo el mundo, por delante de Nueva York, Madrid, Milán y Wuhan”, advierte con crudeza el periodista local Fernando Villavicencio en un trabajo publicado esta última semana.

En un video de la CNN, el jefe de Infectología del Hospital de Guayaquil, Rafael Caputi, reveló que en los primeros días de febrero había atenido a una paciente que había vuelto de España, sin olfato ni gusto. Ya circulaban por salas de atención médica infectados con síntomas. Sin embargo, recién a mediados de marzo se tomaría alguna medida oficial. Gioiosa recuerda: “El caso cero oficialmente lo dieron a fines de febrero, que fue una señora de 71 años que venía de Europa. Y la cuarentena la anunció el presidente el 16 de marzo, cerrando los aeropuertos y recomendando que no salgamos a la calle. A la noche daban toque de queda. Y había reconocidos dos muertos. Pero el foco de contagio ya estaba expandido de antes”.

El preparador físico rosarino explica a El Ciudadano cómo funciona el sistema de salud en Guayaquil: “Hay clínicas privadas, muy caras. La Salud Pública no es de mucho nivel. Y su capacidad además no alcanzó. Al principio, era todo muy desorganizado. Después armaron un lugar para recibir enfermos en un centro de convenciones. Pero si comparo con lo que veo que se hizo en Argentina, o Rosario, que se preparó todo por si había mucha demanda, lo de acá, nada que ver. Se pensó que cerrando fronteras ya alcanzaba, pero encima lo hicieron re-tarde. Los elementos de trabajo para la gente de sanidad, por ejemplo, no estaban disponibles. No se sabe bien el número, pero se informó de una cantidad importante de personal de salud fallecido por el coronavirus”.

El documento de Villavicencio mencionado antes señala a “los retornados” para explicar el origen de la pandemia en Guayaquil: “En la zona de Samborondón, de clase alta, hubo muchos eventos sociales con gente que llegaba del exterior y diseminó el virus”, detalla. El gobernador de Guayas, Pedro Duart, refiere: “No acataron las medidas. Hicieron lo que les daba la gana”. Además, el trabajo incorpora una hipótesis: “Había al mismo tiempo en la ciudad una alta cantidad de infectados con dengue”. La médica Josefina Coloma, que integra la Organización Panamericana de la Salud, señaló que “la doble carga de enfermedades puede haber sido letal”. Y el último elemento que refiere el periodista ecuatoriano es lo que llama “el virus de la corrupción”, otra pandemia.

Los cuerpos que nadie contó

En la última semana de marzo la cifra de muertos oficiales por Covid-19 en Ecuador no llegaba a los cien. Mientras, las redes sociales difundían videos de cadáveres en las esquinas de Guayaquil, capital de la provincia de Guayas, de largas filas de camionetas con ataúdes frente al cementerio. “Es que al principio se lo trató como que era una gripe fuerte y nada más. Cuando empezaron a aparecer las imágenes, con cualquiera que hablabas se le había muerto un pariente o un amigo. A los compañeros de trabajo, la gente del club, si los llamaba me daba miedo preguntar cómo les iba por temor a que me digan que se había fallecido alguien cercano. Y te digo, les pasó desde los estratos más bajos hasta a tipos que por su nivel económico podían tener una clínica privada en su casa. Recién ahí la gente fue más consciente”.

El 2 de abril, en cadena nacional, el presidente Lenín Moreno admitió que las cifras oficiales no eran las reales. “Sabemos que tanto en número de contagios como de fallecimientos, los registros oficiales se quedan cortos, la realidad siempre supera el número de pruebas y la velocidad con la que se presta la atención”, dijo. No obstante, el reconocimiento fue apenas moral, ya que el conteo no remontaría en números la distancia con la realidad. En el futuro, tal vez una investigación con un equipo de antropólogos pueda reconstruir la verdadera dimensión del drama.

El periodista Mateo Cabezas confiesa a El Ciudadano: “Lo de Guayaquil nos avergonzó a todos. Que Ecuador sea noticia como el ejemplo de lo que no hay que seguir, da mucha tristeza. A la vez nos deja con mucha incredulidad respecto de las autoridades. Una vez que termine esta emergencia sanitaria, al país le espera un futuro muy complicado”.

De allí en más, sucedió de todo. La oposición política, incluido el ex presidente Rafael Correa, cuestionó con dureza la actuación del gobierno. Aparecieron numerosas denuncias de corrupción, desde sobreprecios por la compra de bolsas para cadáveres hasta venta de espacios en cementerios cuando no había lugar. Hubo también un escándalo por firmas que vendían un alcohol en gel que causó infecciones porque tenía menos alcohol del que indican las normas sanitarias. También –todo un reflejo de que aquí se actuó mal y tarde– la construcción de un cementerio de campaña para alojar los cadáveres inhumados y así ir liberando espacio en las morgues.

Mientras tanto, como en toda sociedad, el miedo terminó funcionando como ordenador y finalmente se respetaron las restricciones de la cuarentena, con lo cual se logró el famoso “aplanamiento de la curva”. Oficialmente, el país sólo admite hoy 1.654 muertes y 30.298 infectados. Y Ecuador discute ahora cómo podrán serán las medidas de desconfinamiento. Al daño sanitario se sumará el impacto en la economía ecuatoriana, como sucederá a escala global al final de la pandemia. Como dato adicional, se le debe sumar que la caída del precio del petróleo, que es uno de los commodities de los que depende el país, tumbará las chances de ingresar divisas por exportación. Al estar dolarizado hace veinte años y no tener su propia moneda, la dependencia que tienen los ecuatorianos de sus exportaciones resulta clave. De aquí en más, en medio de la tristeza y las fuertes desigualdades, probablemente sea el fútbol un espacio para sopesar un poco las tristezas populares. Aunque tal vez, cuando el rosarino Gioiosa vuelva a su trabajo como preparador físico aquí en Guayaquil y se pueda jugar, los inmensos estadios de la de Liga o el Barcelona estarán vacíos. Otra herencia del virus que nació en China y en poco tiempo le cambió la cara al mundo que conocíamos.

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