Economía

Panorama económico

Devaluación e inflación: cuando se confunden deliberadamente la causa y el efecto

"Dicen que la inflación obliga a devaluar la moneda local frente al dólar para no perder competitividad, cuando es exactamente al revés; el ritmo de la devaluación es una de las principales causas de la inflación", postula el autor de la nota, y analiza por qué hay ajuste y llega al 60% del país


Rodolfo Pablo Treber / Especial para El Ciudadano

Fundación Pueblos del Sur (*)

A fines de 2021, ya cumpliendo con exigencias del FMI en el marco de las negociaciones sobre la estafa de la deuda ejecutada durante el gobierno de Cambiemos, el presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Miguel Ángel Pesce, avisó a la Unión Industrial Argentina (UIA) que estaba prevista una aceleración del ritmo devaluatorio del peso argentino sobre el dólar.

Así las cosas, mientras que en el segundo semestre del año pasado el ritmo mensual de las microdevaluaciones oscilaba entre el 1% y 2%, durante el mes de enero alcanzó el 2,5%, y en lo que va del mes de febrero llega al 3% de devaluación mensual proyectada.

La opinión de la tecnocracia economicista con lugar predominante en medios de comunicación masivos, siempre funcional a los poderes establecidos, indica que este ritmo aún se encuentra lejos de alcanzar el nivel óptimo de devaluación, ya que para este sector de la opinión el punto de equilibrio sería estar emparejado con el índice de inflación estimado para cada mes.

Alejándose de toda racionalidad, pero cumpliendo órdenes a pie de juntillas, dan vuelta la relación causa/efecto de los parámetros económicos, para volcar la opinión pública hacia la aceptación de la devaluación como algo necesario o inevitable, en este contexto. Dicen que la inflación obliga a devaluar la moneda local frente al dólar para no perder competitividad, cuando es exactamente al revés; el ritmo de la devaluación es una de las principales causas de la inflación.

Por lo tanto, la proyección de inflación del mercado, en rigor de verdad, sólo representa cuánto este grupo de poder quiere que se devalúe la moneda local en términos del interés del sector exportador o financiero. Es una expectativa y un mensaje político, no un pronóstico.

En el medio, como sucede siempre que no gobierna el interés nacional, el único afectado es el pueblo trabajador y los pequeños y medianos empresarios nacionales, quienes sufren las terribles consecuencias de la alta inflación que agrava los flagelos de la pobreza y la desigualdad.

En este contexto es importante comprender el motivo por el cual el Fondo Monetario Internacional tiene tanto interés, y pone el foco, en aumentar el ritmo devaluatorio. La respuesta es lógica: la inflación es una de las más poderosas vías para realizar el pretendido ajuste.

Con el objetivo de fundamentar y explicar esta afirmación, es importante remarcar que, en los países económicamente dependientes, la moneda predominante del comercio exterior es la que marca los precios internos.

En consecuencia, cuando el BCRA eleva la cotización del dólar oficial, todos los productos que la Argentina compra y vende en su comercio exterior aumentan su precio de forma directa; mientras que el resto, lo hace de manera indirecta por el aumento de algún insumo, combustible, energía o logística. Esto se traduce como inflación en la economía local.

Este aumento generalizado de precios (porque aplica a todos los bienes y servicios) tiene como consecuencia un aumento extensivo y similar de la recaudación fiscal vía impuestos (IVA, monotributo, retenciones, aranceles…).

En cuanto a los trabajadores formales, gracias a la existencia de paritarias disputan periódicamente mantener o elevar su poder adquisitivo contra el índice de inflación, mediante aumentos salariales. Pero vale decir que los trabajadores formales son solo el 40% de la PEA (población económicamente activa, los argentinos que se encuentran en condiciones de edad y salud para trabajar). Entonces, en un contexto inflacionario, ¿qué sucede con el resto?

El 15% de la PEA se encuentra en una situación de dependencia a asignaciones o planes sociales, y su poder adquisitivo se encuentra a merced de la voluntad política del gobierno de turno; mientras que un 10% de la población se encuentra desempleada y la inflación agrava su desesperante situación.

El restante 35% de la PEA son trabajadores que se encuentran en el marco de la ilegalidad, por lo que, en un proceso inflacionario, son los primeros que ven afectado su poder adquisitivo al no contar con la estructura organizativa que haga valer sus derechos ante un proceso de ajuste. Se estima que, este gran segmento de los trabajadores argentinos perdió un promedio del 14% de su salario real durante el 2021, a diferencia de los trabajadores sindicalizados, que se mantuvieron cercanos al porcentaje general de aumentos de precios.

Por eso, cuando en los medios de comunicación masivos, los mismos propagandistas económicos comparan a la inflación contra el aumento salarial en paritarias como el único parámetro para medir si hay, o no, ajuste, la realidad es que eso es válido solo para el 40% de los trabajadores, mientras existe un ajuste real al 60% restante.

De esta manera, siempre en un proceso inflacionario aumenta más la recaudación general (porque los impuestos son para todos los bienes y servicios) que los salarios del pueblo trabajador.

Aunque se dediquen, día a día, a poner excusas e intentar torcer la realidad, el ajuste existe y se encuentra vigente hace muchos años, generando mayor pobreza y desigualdad.

Con todo lo expuesto, causa y solución están a la vista, pero lo que está faltando, y se requiere de forma urgente es la voluntad política de enfrentar el gran conflicto que genera modificar de raíz el actual modelo económico dependiente.

Sin lugar a dudas, volver a recuperar la administración nacional del comercio exterior, hoy librada a manos de transnacionales, es una herramienta necesaria para disociar el mercado interno del externo y, así, poder tener un verdadero poder de control sobre los precios locales. Además, porque desde allí se puede llevar a cabo la ineludible protección del mercado interno, junto con un plan de industrialización por sustitución de importaciones para la generación de trabajo genuino que solucione el grave problema del desempleo y la marginalidad laboral, al mismo tiempo que disminuya la principal demanda, y causa de la dependencia, de dólares que tiene el país: la compra de productos en divisas al extranjero.

Las mentiras recurrentes, y la confusión mediática sólo buscan adormecernos para que nada cambie. Nuestra Patria es enormemente rica, y nuestro pueblo actor principal de grandes gestas a lo largo de su historia. En este suelo ningún problema es tan grave como para no tener más solución que claudicar ante los poderes extranjeros.

Solo falta un poco de amor por Patria y la voluntad política de enfrentar los desafíos de la época.

 

(*) fundacion@pueblosdelsur.org

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