Ciudad

Destreza y adrenalina criolla

Rosario tiene su propio festival de jineteadas que se realizará hoy en la ex Rural. Y todavía está latente la muerte de un joven ocurrida en Jesús María. El auge de una actividad tradicional pero de alto riesgo.

Competencia gaucha que puede ser cruel si se cuentan los “estropeados” que deja.
Competencia gaucha que puede ser cruel si se cuentan los “estropeados” que deja.

Ernesto Ávila

Rosario también tiene su festival de jineteadas que se realiza todos los años en la Rural. Y sus organizadores se muestran sorprendidos por la atención de la prensa y el público para esta edición de hoy a la noche y no dudan que “algo tendrá que ver” la repercusión que tuvo la muerte hace diez días de un jinete en el tradicional festival de Doma y Folclore de Jesús María, en la provincia de Córdoba. El mundo del espectáculo tiene su costado morboso y, tan sólo por mencionar un ejemplo, tras la muerte de Sandro se dispararon las ventas de sus discos. Así, parece que aquel accidente fatal ha aumentado la atención hacia el festival local. “Yo organizo este encuentro desde hace seis años de forma consecutiva, en la actividad estoy desde hace 40 años, y nunca tuve tantas consultas”, dice Eduardo Lapresa, manager del evento. “Las jineteadas son como un deporte de alto riesgo, hay muy pocas compañías de seguro que respalden esta actividad, en general sólo lo hacen en los grandes festivales –en Rosario participan las mismas aseguradoras que en Jesús María– pero antes de participar los jinetes firman que se hacen responsables de los que les suceda”, explica el hombre.

El arte de la jineteada “es algo que los peones de campo traen en la sangre”, es de altísimo riesgo, ellos lo saben, pero la sed de reconocimiento y orgullo gaucho es más fuerte.

Lapresa es un organizador de eventos que dice que está “casi jubilado” –destaca que en su larga trayectoria trajo números que van desde Titanes en el Ring a El Chaqueño Palavecino–  pero cuenta que aún despunta la actividad y se dedica “a alguno que otro espectáculo”, entre el que se destaca el festival de jineteada local de la ex  Rural.

“En Rosario siempre ha costado mucho que este tipo de espectáculo sea masivo, como lo es en resto del interior del país. Y eso que es una ciudad que, si contamos los más de 150 pueblos que lo rodean, sumamos dos millones de personas. Siempre tenemos un público fiel de unos 3.500 personas, pero en esta edición, la repercusión previa, los interesados que preguntan y la curiosidad de los propios medios de prensa, nos sorprendió”, cuenta el hombre.

“El hecho desgraciado de la muerte  en Jesús María quizá le dio a los medios de prensa y a la gente misma un interés que antes no ponían en este espectáculo. Es posible que también se haya valorado la valentía de los jinetes y he notado que hay más interés en esta actividad de destreza criolla en personas que jamás fueron a algún festival”, advierte Lapresa.

El manager comenta que sólo los campeones más reconocidos son números pagos; el resto de los jinetes va a los distintos festivales por pura pasión, y aunque hay premios en dinero para los ganadores, “para ellos lo importante es mostrarse y hacerse conocidos”, relata.

 En algunos casos, por su humilde condición social, viajan a dedo a los distintos festivales con el solo fin de tener 11 segundos de fama, lo que dura una monta sobre el corcoveo de un caballo salvaje.

“Por las características de alta competencia, esta actividad conlleva la infraestructura para un espectáculo de primer nivel que es muy cara”, apunta el representante.

“Aunque la exigencia es de una ambulancia, nosotros disponemos dos y con dos médicos, uno en el mismo campo y ,además, contratamos a la misma aseguradora que la del festival de Jesús María que es el más grande, ya que casi no hay quien asegure esta actividad ”, puntualiza.

Por su parte, Edgardo López, coordinador de campo de doma y criador de caballos, admite que la actividad es muy peligrosa y que en el camino quedan muchos “estropeados”. “Los golpes y caídas te pueden dejar meses en sillas de ruedas, y ni mencionar de casos graves que dejan a jinetes discapacitados”, dice el hombre con pesar.

López tiene un predio de Piñero, en donde también coordina un importante encuentro de jineteadas.

“Para los peones de campo es casi natural , la mayoría sigue la herencia familiar, pero claro que es muy riesgoso y hay muchos que sufren caídas muy jodidas y quedan estropeados de por vida. El caballo instintivamente trata de esquivar al hombre cuando cae, aunque a veces se puede dar un caballo malo que incluso lo quiera patear. Otro gran riesgo es cuando quedan enganchados y son arrastrados por los caballos por los golpes que puedan recibir en la cabeza”, señala.

“Los peones son golondrinas que van y vienen a los distintos festivales y en algunos no hay ni seguro y tampoco ellos tiene una asociación que los cubra”, añade Lapresa.

“Es cierto que en los últimos años –continúa el manager–, con el resurgimiento de festivales, se preparan como verdaderos profesionales, los más jóvenes se lo toman muy en serio, entrenan como cualquier deportista de alto rendimiento”.

Por su parte, López, quien se dedica a criar caballos, destaca lo difícil de encontrar animales que se presten al espectáculo. A este tipo particular de caballos se los conoce como “reservados”, porque se lo separa del resto cuando su personalidad, salvaje y rebelde, queda expuesta durante su crecimiento.

El coordinador de campo cuenta que un reservado lleva años de crianza especial. El equilibrio justo se da cuando se amansa y sólo “da pelea” en el momento del espectáculo.

“Muchos caballos son tan bravos que se paran en dos patas o disparan y así no sirven”, advierte el criador que asegura que “un buen reservado de competencia se llega a pagar hasta los 50 mil pesos”.

“En el momento de la monta se tiene muy en cuenta el trato hacia el caballo: no se le puede pegar en la cabeza ni lastimar con las espuelas”, acota López.

El jurado entonces evaluará la destreza del jinete, la bravura de la monta, si hay castigo o no al animal, la forma en que el jinete sale de la caída, con lo que el peón sumará puntos en pos de la ansiada meta: la gloria del campeón.

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