Coronavirus

Crónicas de cuarentena

Después de la pandemia, ningún regreso a la “normalidad” que la desató

La cruel repetición de las cosas se vive como el pasaporte a la anhelada y promisoria “vuelta a la normalidad”. Pero, ¿de qué normalidad estamos hablando? O se construye una nueva sobre las ruinas de nuestras antiguas vidas o en el horizonte sólo habrá una nueva barbarie, advierte el filósofo Slavoj


Crónicas de cuarentena

Elisa Bearzotti

Especial para El Ciudadano

Esta semana, en casi todo el país, se inició la llamada Fase 4 de la cuarentena, lo cual significó una salida gradual del confinamiento al que nos vimos sometidos desde el 20 de marzo. La vida poco a poco comienza a circular por los carriles habituales, y los requisitos de cuidado vigentes parecen poca cosa en comparación al alivio que implica el tímido reinicio de las actividades.

En todo el mundo se vive una suerte de gozo interior frente a la posibilidad de retomar la vida cotidiana, y la gente se lanza feliz al abordaje de las rutinas que antes parecían nada: caminar por la calle, descifrar el río en su pausado oleaje marrón, recuperar la libertad en el modo sencillo del ciudadano medio de una urbe somnolienta y todavía sin prisa. Así, la cruel repetición de las cosas se vive como el pasaporte a un estado anhelado y promisorio: la vuelta a la normalidad. Pero… ¿de qué normalidad estamos hablando?

Slavoj Zizek –un intelectual esloveno que cito a menudo porque a la lucidez de sus apreciaciones se une un profundo anhelo de bienestar universal– dice en un ensayo publicado recientemente: “Es un error la postura de aquellos que ven esta crisis como un momento apolítico en el que el poder estatal debería cumplir con su deber y nosotros seguir sus instrucciones, con la esperanza de que en un futuro no muy lejano se restaure algún tipo de normalidad”. Y advierte: “Lo único que está claro es que el virus destruirá los mismísimos cimientos de nuestras vidas, provocando no sólo una enorme cantidad de sufrimiento sino también un desastre económico posiblemente peor que la Gran Recesión”.

Según el filósofo no habrá ningún regreso a la normalidad: “La nueva «normalidad» tendrá que construirse sobre las ruinas de nuestras antiguas vidas, o nos encontraremos en una nueva barbarie cuyos signos ya se pueden distinguir. No será suficiente considerar la epidemia un accidente desafortunado, librarnos de sus consecuencias y regresar al modo en que hacíamos las cosas antes”.

El pensamiento de Zizek podría resumirse así: el modo en como fuimos llevando las cosas nos trajo hasta aquí. Entonces, ¿por qué deberíamos retornar al desastroso consumismo expoliador que destruye cada signo vital del planeta para conseguir el bienestar de unos pocos? ¡Estamos ante una oportunidad magnífica para torcer el rumbo! Si no lo hacemos, los infortunios se repetirán.

“Está claro que las epidemias, combinadas con otras amenazas ecológicas, desde sequías hasta plagas de langostas, regresarán”, indica Zizek. “De manera que es ahora cuando hay que tomar decisiones difíciles. Esto es lo que no comprenden los que afirman que se trata simplemente de otra epidemia con un número relativamente pequeño de muertos: sí, no es más que una epidemia, pero ahora vemos que las advertencias anteriores estaban plenamente justificadas, y que no van a tener fin”, insiste.

En consonancia con esta mirada, esta semana tomó notoriedad la aparición de un grupo de grandes personalidades de la ciencia y el arte firmando una solicitada en el sitio francés Le Monde. Y justamente la intención del grupo de notables es reclamar “contra la vuelta a la normalidad”.

El manifiesto, liderado por Juliette Binoche y el astrofísico Aurélien Barrau, pide que se frene el “colapso global” ambiental tras la pandemia del coronavirus.

“La pandemia del Covid-19 es una tragedia, una crisis que, sin embargo, nos invita a enfrentarnos a cuestiones esenciales. El balance es simple: los ‘ajustes’ no son suficientes, el problema es estructural. La catástrofe ecológica en curso revela una meta-crisis: la extinción de la vida sobre la Tierra está fuera de duda y todos los indicadores apuntan a una amenaza existencial directa. Más que una pandemia, por muy grave que sea, se trata de un colapso global cuyas consecuencias no tienen parangón. Hacemos por eso un llamamiento solemne a dirigentes y ciudadanos a sustraerse de la lógica predominante para trabajar en una reforma profunda de los objetivos, los valores y las economías”, dice el texto.

Entre los cientos de famosos que pusieron su firma para promover el necesario cambio en el modo de producción actual se encuentran Robert De Niro, Isabelle Adjani, Cate Blanchett, Madonna, Alfonso Cuarón, Javier Bardem, Penélope Cruz, Jeremy Irons, Charlotte Rampling, Pedro Almodóvar, Julianne Moore y Vanessa Paradis, y cuenta con el apoyo de una veintena de premios Nobel, entre los cuales está el premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus.

La presentación exhorta también a que el mundo pase a la acción por una cuestión de “supervivencia, dignidad y coherencia”. “El consumismo nos ha llevado a negar la vida misma: la de las plantas, la de los animales y la de una gran cantidad de seres humanos. La contaminación, el calentamiento y la destrucción de espacios naturales han puesto al mundo al borde del precipicio. Por esto, ante el crecimiento continuo de las desigualdades, nos parece impensable «volver a la normalidad». La transformación radical que se impone a todos los niveles exige audacia y coraje, y no tendrá lugar sin un compromiso masivo y determinado. ¿Para cuándo vamos a dejar la acción? Es una cuestión de supervivencia tanto como de dignidad y coherencia”, señala el comunicado.

Hoy ya no podemos hablar de los valores como el utópico resguardo de las almas buenas, la apelación eterna al final con beso que tanto nos gusta; la búsqueda de una conciencia común es una necesidad urgente y una meta que debemos alcanzar. “Durante estos días –dice Zizek– cuando te encuentras con una persona cercana a ti (o incluso con un desconocido) y mantienes la distancia adecuada, una profunda mirada a los ojos del otro puede revelar algo más que un contacto íntimo. De manera que existe la esperanza de que esta distancia corporal incluso refuerce la intensidad de nuestro vínculo con los demás”.

Un vínculo cada vez más real puesto en evidencia por un virus que llegó de Oriente, como los Reyes Magos, mensajeros de un Dios que brillaba en el cosmos, para despertarnos del letargo.

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