Espectáculos

Despiadados, frente al hastío de contar lo inenarrable

El actor y director Matías Martínez, al frente del grupo Sociedad Secreta de Actuación, propone una lectura singular y de incuestionable teatralidad del universo poético de Osvaldo Lamborghini. En particular, del relato “El niño proletario”.


Dramaturgia y dirección: Matías Martínez
Actúan: Matías Martínez, Martín Fumiato, Matías Tamburri
Escenografía y montaje: Federico Fernández Salafia
Maquillaje y vestuario: Ramiro Sorrequieta.
Salas: CCPE, CEC, La Morada

La sordidez, el espanto y eso que no se nombra porque su inmoralidad extrema distancia hasta el más avezado y perverso de los voyeurs. Una pieza para “pequeño teatro”, casi un retablo barroco, una especie de mueca fatal (una representación en medio de la noche) que acontece a puertas cerradas (hacerlo público, sería aberrante); un estado de belleza compuesto y descompuesto a la altura de un autor para muchos “malditos”, el fugaz y siempre extremo Osvaldo Lamborghini, que renace y se esfuma como un rayo en Representación nocturna del Marqués de Sebregondi, como si estuviese espiando detrás del telón y, a intervalos, dejara oír su risa socarrona.
La Piara está de regreso, en realidad sus integrantes, que volvieron a juntarse tras 15 años. Son los mismos que en los primeros años 90 entraron por la puerta grande de la escena local con Pelo de grasa, una versión de Decir sí, de Griselda Gambaro.
Ahora como Sociedad Secreta de Actuación, los mismos muchachos de La Piara (Junta Parateatral) capitalizaron los años que pasaron, transitaron diferentes caminos y estéticas y hoy confluyen en un espectáculo amargo, de gran hostilidad pero de incuestionable belleza, un montaje que se distancia de la escena local imperante y, precisamente, rompe el canon por su inusitada provocación, por su deslumbrante puesta en escena, por su jugado, abierto y decidido salto al vacío y al riesgo, el mejor camino que puede tomar hoy el teatro porque, seguramente, no le queda otro.
Matías Martínez, Martín Fumiato (actores), Matías Tamburri (actor, músico en escena) y Federico Fernández Salafia (escenografía y montaje), parte del icónico grupo La Piara, se volvió a juntar para concretar Representación nocturna del Marqués de Sebregondi, un ensayo despiadado y fangoso sobre el universo poético de Osvaldo Lamborghini, en particular sobre el relato “El niño proletario”, que aparece en Sebregondi retrocede, de 1973.
“Me congratulo de no ser obrero, de no haber nacido en un hogar proletario”, dice Sebregondi, aquí un alter ego del mismísimo autor, que junto con sus acólitos Esteban y Gustavo se dispondrá a transitar un texto literario-teatral que hará gala de la densidad lamborghiniana pero con sus propias reglas.
La historia es más o menos conocida: estos tres niños burgueses, aquí tres adultos que “exhuman” los hechos con clima de ceremonia y “representación”, se encuentran en la calle con un niño proletario y no pueden resistir el deseo, claramente aberrante, de violarlo y asesinarlo, disparando un vendaval de metáforas y dejando al descubierto la lógica de la burguesía frente al oprimido. “Evidentemente, la sociedad burguesa se complace en torturar al niño proletario”, escribió Lamborghini, buscando enrevesar al lector con su despiadada pero siempre original  ironía.
Matías Martínez, al frente del equipo artístico, logra algo inusual: estar dentro y fuera del espectáculo (actúa y dirige), sumando teatralidad a lo que, en un principio, fue una versión semimontada del mismo texto (Lectura nocturna del Marqués de Sebregondi). Martínez actúa, como los demás, pero lo hace desde la singularidad, apelando a cierta tristeza, al hastío como forma de narrar lo inenarrable, al punto de espantarse de sí mismo y del relato con una contundencia que se vuelve infranqueable, desconcertado frente a ese horror del que no puede dejar de ser protagonista. Pero eso no es todo: un laberinto de texturas teatrales lo rodea, porque el espectáculo se vale de una acertadísima y extrema apuesta plástica, donde escenografía (a modo de telón como en el siglo XVIII), vestuario y objetos escénicos narran, dialogan entre sí, produciendo una especie de metatexto que, más allá de su sobrecogedora presencia, en lugar de distraer potencia la acción dramática.
En ese bello y aterrador discurrir de flujo poético-dramático surgido a borbotones del texto de Lamborghini, dado que a nivel dramatúrgico la trama ofrece un orden y una lógica propios, merece un apartado el lujoso y barroco vestuario, maquillajes y pelucas del siempre talentoso Ramiro Sorrequieta, que con elocuencia responde a la estética de mediados del 1700, sumando al hedonista Sebregondi, como al resto de los personajes, los detalles que aportan a la crueldad del relato, consecuente con la opción por una poética de lo aberrante y al mismo tiempo, minuciosa y preciosista, donde conviven la inocencia y la crueldad de los juegos de niños con las deformidades de caperucitas y lobos.
Así, a mitad de camino entre el imaginario del Marques de Sade (en particular, La filosofía en el tocador) y un video del herético Marilyn Manson (también notables las intervenciones de Fumiato y Tamburri), la puesta propone un viaje por el espanto y la tragedia, sin renegar del universo poético que manifiesta el autor, en el contexto de un montaje de un tono por momentos operístico donde, también, la música (el sombrío universo sonoro en su totalidad) y las canciones tienen gran protagonismo y dan clima a la crueldad del acontecimiento que se narra.
Lo escatológico y lo obsceno y ese barroquismo discursivo tan propio de Lamborghini, de su lasciva ideología con forma de collage, se hacen presentes en este espectáculo, efectivamente, una jugada polémica pero valiosa que, como suele pasar con el teatro, aparece en el momento justo para abrir el debate, también, de una derecha que se asoma al campo de juego para matar a los que están indefensos, dejando fuera de la contienda a los “otros” niños proletarios.
“Desde este ángulo de agonía, la muerte de un niño proletario es un hecho perfectamente lógico y natural. Es un hecho perfecto”. La afirmación, osada y abierta a todos los juicios posibles, es la hipótesis que plantean, en ciernes, los textos de Lamborghini, un autor que intentó desde la oscuridad llegar a la luz con su mirada nada complaciente del mundo y de los costados más siniestros de los seres humanos, y que por la gracia del talento y del teatro habita en Representación nocturna del Marqués de Sebregondi.

El recorrido

Convertido en una cita imperdible con el mejor teatro de producción local, Representación nocturna del Marqués de Sebregondi, flamante montaje del grupo Sociedad Secreta de Actuación, tuvo su estreno formal, a fines de marzo, con unas pocas funciones en el Centro Cultural Parque de España donde abrió la temporada, para luego hacer una única función en el CEC. Pero este fin de semana, el espectáculo se volverá a presentar (sábado a las 22, domingo a las 21) en la sala La Morada (San Martín 771), en el marco del Ciclo de Teatro Transgénico que organizan ese espacio y el grupo Esse Est Percipi, encuentro que, además, atraviesa su 15ª edición, siendo este espectáculo un puente que une la despedida de La Piara con el presente.

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