Ciudad

Desde el barrio del Pocho a Oroño, volvieron las bicicletas

Los domingos, jóvenes de Las Flores alquilan en el paseo recreativo rodados que ellos mismos reparan.

“No tengo el DNI encima, te puedo dejar las llaves de mi casa como garantía”. Lo dijo uno de los tantos rosarinos que se arrimaron a la carpa verde que, a metros de los Silos Davis, identifica al emprendimiento Itatí. Allí, jóvenes del barrio Las Flores alquilan todos los domingos las bicicletas que ellos mismos se encargan de reparar a nuevas. A 10 pesos la hora más la entrega de un documento, o en su defecto otro gesto de confianza como en el caso del ejemplo, sus clientes potenciales son quienes se acercan sin un rodado propio a disfrutar de la “Calle Recreativa”, el corredor libre de vehículos a motor ideado por la Municipalidad de Rosario que ayer cumplió su cuarta edición.

El paseo une el Parque Independencia con el Scalabrini Ortiz a través de Oroño, para lo cual el bulevar queda libre de autos, motos y colectivos entre las 8 y las 13. En ese horario, entonces, el paisaje se modifica con el asfalto ocupado exclusivamente por ciclistas, patinadores, trotadores, chicos en triciclo y hasta cochecitos de bebés que gozan de un raro privilegio: transitar sin riesgo en los 13 kilómetros del circuito.

Sin embargo, esta iniciativa no sólo abre una oportunidad de esparcimiento para “cambiar el aire”, como reza su eslogan: también consiguió, en parte, abrir la ciudad a quienes viven en barrios alejados del centro y de difícil integración no sólo física sino también social. En una de las puntas del paseo, casi sobre la barranca del río Paraná, se instalan todos los domingos los jóvenes del emprendimiento Itatí, nombre con el que rinden honor a la parroquia del barrio Las Flores cuyo referente, el padre Néstor Negri, ofreció las dependencias donde funciona el taller en el que se reparan las bicicletas: rodados que se encuentran en las comisarías de la ciudad sin que nadie los reclame y que suman entre 850 y 1.000.

El emprendimiento es parte de las iniciativas de intervención estatal ideadas a partir de un diagnóstico elaborado por el Programa de Naciones Unidas para la Infancia (Pnud) que finalizó el año pasado. “Son programas multiagenciales para gobiernos locales en los que interviene la Secretaría de Seguridad Interior de la Nación, que comenzaron en tres ciudades medianas: Santa Fe, Resistencia y Neuquén”, recuerda el abogado Francisco Broglia, director de Prevención y Seguridad Comunitaria de la provincia.

Y explica por qué se decidió enfocar las acciones en los jóvenes como grupo vulnerable. “En 2009, cuando lo nombran a Enrique Font como secretario de Seguridad Comunitaria de la provincia, se inicia el trabajo en la ciudad de Santa Fe luego de una extensa etapa de diagnóstico, de donde surgieron algunas conclusiones que definieron los ejes. De un relevamiento sobre homicidios, tentativas de homicidio y heridas de arma blanca y de fuego, es decir violencia altamente lesiva, surgió que los protagonistas de estos hechos en general eran jóvenes varones de tres barrios, y que las causas remitían en su mayoría a conflictos interpersonales”, sigue el funcionario.

Broglia explica cómo se extendió la iniciativa: “A principios de este año, en Rosario comenzamos a replicar el programa. Hicimos un informe en base a estadísticas policiales y a partir de ahí seleccionamos los tres barrios donde la problemática era más pronunciada. Como en Santa Fe, surgió que en general tanto víctimas como victimarios eran jóvenes. Y que el 70 por ciento de los homicidios son consecuencia de conflictos interpersonales: ajustes de cuentas o problemas entre vecinos, por ejemplo. No en ocasión de robo, como está presente en el imaginario popular”.

El diagnóstico –de paso, un revés para muchos teóricos de la “inseguridad”– partió así de la esfera policial y penal, pero para dar paso a una intervención estatal que transita otros carriles: generar oportunidades productivas, culturales y deportivas a grupos que la misma sociedad se encargó de marginar y, luego, de estigmatizar.

Los resultados del camino elegido son prometedores, como lo demuestran Hernán, Coqui, el Pulga, Jorge, Diego y Leonardo, los más comprometidos con el emprendimiento Itatí, pero no los únicos.

“En el barrio nos ven cuando nos juntamos para ir al taller, y les parece bien”, cuenta Hernán a la sombra de un árbol, a metros de los silos multicolores y de una clase de gimnasia que también forma parte de las actividades del circuito recreativo de bulevar Oroño. Es cierto, algunos domingos hay deserciones en el grupo, producto inevitable de las trasnochadas. Pero la actividad igual se garantiza. Hernán, incluso, fue al Scalabrini con su pequeña hija. “Trajo su propia bicicleta, así no resta una a las que alquilamos”, dice el padre. Y agrega que es una oportunidad para que ella también pueda conocer otros paisajes.

No es fácil. Una camioneta de la Municipalidad pasa a buscar a los integrantes del emprendimiento por el barrio alrededor de las 7.30. Para un domingo, hora difícil. Igual, antes de las 9 están firmes al final de Oroño. Por ahora son una docena los rodados que se alquilan con éxito. Pero ya están armando una “bici” doble, y preparando otras de rodados chicos para los más pequeños.

Esta actividad del alquiler, con todo, surgió como un plus luego de que la Municipalidad inaugurara el paseo recreativo. Pero los jóvenes pioneros de Las Flores, como sus pares de otros dos barrios, tienen bastante más en qué ocuparse. “A partir del apoyo que nos brinda Desarrollo Social de la provincia y la Secretaría de Inclusión para las Personas con Discapacidad, se encaró la refacción y comercialización de bicicletas y el arreglo de sillas de rueda, en este caso como servicio para el Estado. Ya hay dos emprendimientos que están funcionando: el de Las Flores y el de Ludueña, más otro que está en etapa de capacitación, que es el de Tablada”, enumera Broglia.

“Itatí empezó hace tres meses. El alquiler de las bicicletas en la ciclovía fue a partir de una invitación de la Secretaría de Deportes de Rosario. Se lo propusimos a los jóvenes, que enseguida se engancharon y se pusieron a trabajar arduamente. Para la continuidad del emprendimiento es muy interesante, porque una de las preguntas que nos hacemos es qué otras cosas pueden generarse para trascender el mero arreglo de las bicicletas, que puede llegar a tener su límite. Y este tipo de actividades vinculadas a iniciativas del Estado permiten la continuidad además de ser extremadamente inclusivas: son jóvenes a los que les cuesta mucho la circulación por su propio barrio, y más por el resto de la ciudad. No sólo son excluidos materialmente, sino también geográficamente”, pinta el escenario el director de Seguridad Comunitaria. “La primera vez que estuvimos nos vinieron a ver el intendente (Miguel Lifschitz) y el gobernador (Hermes Binner)”, cuenta Hernán sin querer ejemplificar pero haciéndolo, la posibilidad de nuevos contactos con el resto de la sociedad que les abre esta actividad. Ya antes de incorporarse al emprendimiento tenía un pequeño taller en el barrio. Y el martes pasado viajó junto a sus compañeros a la ciudad de Santa Fe para entregar al área de Discapacidad provincial las primeras sillas de ruedas que repararon.

Lo que recaudan por los alquileres, las reparaciones que les paga la provincia y la venta de las bicicletas arregladas se distribuye entre los integrantes de los emprendimientos, pero una parte queda para la compra de los repuestos que garantizan la continuidad de las actividades.

Desde las Flores, cuna adoptiva de Claudio Pocho Lepratti, volvieron así otra vez las “bicicletas con alas”. Y le siguen las de Ludueña y Tablada.

Comentarios