Opiniones

La polÍtica económica

Desconocimiento, ingenuidad, impericia y ausencia de visión crítica

La suma de apertura económica indiscriminada y altas tasas de interés dieron como resultado una profunda recesión, similar a la de 2001: cierre de empresas, quiebras, desocupación, pérdida de ingresos de trabajadores y jubilados, caída del mercado interno y aumento de la pobreza y la indigencia


Por Humberto Zambon

Es sabido que en los países en desarrollo tardío o en reconstrucción, como Europa después de la Segunda Guerra, el sector externo cumple un papel estratégico, ya que el crecimiento económico requiere de cantidades crecientes de productos importados, por lo cual la provisión de divisas actúa como un limitante para el desarrollo. Así lo enuncia la conocida “Ley de Thirlwall” que, en su versión más simple, dice que a largo plazo la tasa de crecimiento de la economía está limitada por el crecimiento de las exportaciones, ya que estas son las únicas proveedoras genuinas de divisas.

Por esa razón, que es la llamada “restricción externa”, en la Europa de posguerra se controló férreamente el uso y disponibilidad de divisas. De forma similar, en Argentina durante el gobierno anterior se requerían permisos de importación para evitar las compras en el exterior de productos que se fabrican en el país o que, simplemente, fueran suntuarios o superfluos. Y se establecieron controles y limitaciones para la compra de divisas por el público (el mal llamado “cepo cambiario”).

Los dirigentes de Cambiemos, antes de asumir el poder, estaban convencidos de que con un gobierno amigo del mercado y previa liberación total de la economía, habría una “lluvia de inversiones productivas” que solucionarían la restricción externa. Fue una mezcla de desconocimiento, ingenuidad política, impericia técnica y de adscripción acrítica a una teoría, la División Internacional del Trabajo, cuestionada desde hace muchos años. Por eso chocaron con la realidad: 1) El mundo, después de la crisis del 2008/09, tiende a cerrarse. Aunque públicamente sostengan lo contrario, buscan defender sus industrias, exportar lo más posible y restringir sus importaciones. 2) El capital trasnacional no se guía por sentimentalismos ideológicos, sino por la búsqueda de una mayor tasa de ganancia; con un mercado externo con problemas y uno interno en retroceso, nuestro país no es una plaza atractiva para nuevas inversiones. Lo prueba el hecho de que el flujo de ingreso de capitales productivos fue mayor durante el gobierno anterior que en el actual.

Lo que lograron fue una avalancha de importaciones que afectaron seriamente a la industria local y, para suplantar la inexistente “lluvia de inversiones”, se recurrió al endeudamiento externo y al ingreso de capitales especulativos, para lo que fue necesario una tasa de interés en pesos elevada (que cubriera el riesgo cambiario y un beneficio atractivo). Lo malo de esta política de fomento a la especulación (la “bicicleta financiera”) es que con la tasa de interés ocurre algo similar a lo que pasa con el organismo humano y las drogas: se requieren dosis cada vez mayores para obtener el mismo resultado. Así se llegó a tasas superiores al 70% nominal, que hacen imposible que cualquier inversión privada sea redituable.

La suma de apertura económica indiscriminada y de esas tasas de interés dieron como resultado una profunda recesión económica, similar a la de 2001, situación que no se vivía desde los años 30 del siglo pasado: cierre de empresas, quiebras, desocupación, pérdida del ingreso real por parte de trabajadores y jubilados, caída del mercado interno y aumento de la pobreza y la indigencia.

Como resultado de esta política, en tres años y medio el endeudamiento externo aumentó por encima de los 130.000 millones de dólares. ¿Qué se hizo con todo ese dinero? Pues, para el país, se “hizo humo”.

A estas cifras habría que sumar el pago de importaciones suntuarias con efectos negativos para nuestra industria, como la avalancha de automóviles importados que abundan en nuestras calles.

Obsérvese que ni un peso se dedicó a mejorar la estructura vial o portuaria, a inversiones productivas que permitieran pensar en el repago o al beneficio de las mayorías necesitadas. Lo que sí queda, es un pueblo empobrecido en un país devastado, con su actividad económica en crisis y con una deuda impagable.

 

(*) Doctor en economía. Ex decano de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Nacional del Comahue y ex vicerrector de la UNCO. De vaconfirma.com.ar

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