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Derivaciones de la Edad Media

Casi en respuesta a declaraciones de Lino Barañao, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, acerca de por qué financiar estudios medievales, un libro del historiador francés Jacques Le Goff expone su imperiosa necesidad.


HISTORIA
¿Realmente es necesario cortar la historia en rebanadas?
Jacques Le Goff
Fondo de Cultura Económica
109 páginas

Cuando días atrás el ministro en la cartera de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, Lino Barañao, expresó que el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) no debería costear las investigaciones sobre el período histórico conocido como Edad Media porque solamente sirve para el goce de los medievalistas, sorprendió a más de uno.

Rápidamente Carlos Astarita, investigador y profesor universitario, salió al cruce de estas declaraciones y recalcó, entre varios datos que subrayaban la falta de cultura del ministro, que de la Edad Media nos quedó a la humanidad una pesada herencia, no en el sentido peyorativo que quiere otorgarle la actual gestión de gobierno, sino, en todo caso, de amplio espectro.

“Del feudalismo se originaron el modo de producción capitalista, el régimen político moderno, la sociedad civil, el sistema parlamentario, las condiciones del racionalismo, las comunas, las luchas sociales (entre ellas las luchas antifeudales), la forma de familia que hoy se encuentra en crisis, la Iglesia, la religiosidad moderna, la discriminación de las minorías confesionales, el préstamo y los bancos, las primeras configuraciones nacionales y el colonialismo. Prácticamente todas las determinaciones cardinales de nuestro mundo derivan de la Edad Media”, afirmó el estudioso.

En ese sentido, y siguiendo la línea argumental de Astarita, ¿qué habrían pensado tres de los principales historiadores argentinos, Tulio Halperin Donghi, Reyna Pastor y José Luis Romero, de semejante comentario? Ellos dieron sus primeros pasos estudiando el Medioevo y no es necesario comentar sus fructíferas carreras y sus estudios sobre la historia argentina. Por su parte, Pastor debió exiliarse en España donde cobró renombre como tantos investigadores argentinos a los que les dieron la espalda. Aprovechando el desliz del oficialismo, que muestra la hilacha de la pobre formación de sus cuadros, mejor dicho Ceo’s, viene a cuento el último libro editado en castellano del gran medievalista Jacques Le Goff, ¿Realmente es necesario cortar la historia en rebanadas?, que va más allá de plantear si es necesario o no el estudio de la Edad Media, y más bien indaga y reflexiona, una vez más, sobre por qué tiene tan mala fama ese período histórico. El modo que eligió para defender a su período de historia más amado fue analizar la arbitrariedad de la periodización de la historia. Recordemos que en las escuelas aprendemos que hay una Historia ágrafa (antes conocida como Prehistoria), Historia antigua, Edad Media, Edad Moderna y Edad Contemporánea.

La culpa es de los humanistas

Nuestra educación sarmientina que, mal que nos pese, la mayor parte de los argentinos compartimos, tiene un sustrato basado en la Ilustración, esa corriente de pensamiento que aborreció a la Edad Media y la denominó peyorativamente como el período de la oscuridad. Esta filosofía que se desarrolló en Alemania, Francia e Inglaterra desde mediados del siglo XVII hasta el siglo XIX, proponía que el conocimiento humano podía hacer desaparecer la ignorancia, la superstición y la tiranía. Según pensadores como Voltaire, esas características estuvieron presentes en la Edad Media por su fuerte impronta de la retórica de la Iglesia católica, entre otras cuestiones. Sin embargo, Le Goff nos recuerda que tal operación fue terminada por los filósofos ilustrados pero había surgido con los humanistas. Incluso plantea que existe un consenso en señalar que Francesco Petrarca, el poeta florentino referente del Humanismo, fue quien había marcado la necesidad de recuperar el legado grecoromano y de poner al hombre en escena, en lugar de la divina providencia. ¿Qué mejor que señalar las barbaridades del periodo anterior y glorificar el nuevo tiempo que se abría hacia el futuro? Petrarca fue seguido por “otros poetas, pero sobre todo por filósofos y moralistas. Todos tenían el sentimiento de encarnar una moral y valores nuevos en los que, más que la preeminencia de Dios y de los apóstoles o santos, etcétera, predominaba el Hombre con sus virtudes, sus capacidades, su condición: de ahí el nombre de humanistas con el que se autodenominaron”, señaló Le Goff.

La idea de la historia

Al realizar un recorrido por cómo la humanidad analizó la historia y de cómo la clasificó para comprenderla, Le Goff halló diferencias sustanciales. En la antigüedad la historia servía para narrar episodios de pueblos extraños o para realzar la personalidad de un gobernante, un rey, etcétera.

Sin embargo, con el Humanismo y el Renacimiento, el hombre comenzó a pensar que podía dominar a la naturaleza, que no estaba en manos de la divina providencia y, por eso, se comenzó a tener una idea de la historia, en el sentido de conocer el pasado para poder proyectarse hacia el futuro.

Entonces, los pensadores del Quattrocento y del Cinquecento, siglos XV y XVI, clasificaron los períodos de la historia en forma diferente. Con ellos se formó la idea de que había un periodo de gloria con la Grecia y Roma clásicas, que había sido precedido por otro de oscuridad. Ese tiempo quedaba en el medio entre el Antiguo y el que se iniciaba con ellos y ni siquiera buscaron nombrarlo por alguna característica propia, sino que vino bien la denominación de Edad Media (del medio) o, su sinónimo, que proviene del latín medium aevum, Medioevo.

Edad Media larga y luminosa

La periodización de la historia como la conocemos ahora, sin embargo, debió esperar hasta el siglo XIX. Incluso la denominación Renacimiento cobró forma con el historiador Jules Michelet durante la década de 1830. Según Le Goff, existe un paralelismo entre el desarrollo y la consolidación de la clasificación de la historia con la necesidad de su enseñanza. El medievalista francés hace un recorrido por las universidades europeas donde se comenzó a instruir, a formar cátedras de Historia entre el siglo XVII y el XIX, momento en que se desarrolló en Francia y en todo el mundo occidental.

Sumado a esto, subyace la idea que quiere transmitir Le Goff de que, más allá de las periodizaciones, existió una “larga Edad Media” que se podría extender desde la caída del Imperio romano en el 476, hasta la Revolución francesa, en 1789. Entre los argumentos que ofrece el hombre nacido en Toulon y fallecido en París en 2014 y que fue uno de los principales referentes del grupo francés Annales, está la necesidad de echar luz sobre la Edad Media y redescubrir su historia.

El Renacimiento, una etapa más del Medievo

“Es un libro muy recomendable no sólo para medievalistas, el último que Le Goff  escribió en vida”, expresó la profesora titular de la cátedra Historia de Europa II (UNR), Mariana Della Bianca, quien agregó: “Me parece que la cuestión central del libro y toda su argumentación tiende a mostrar que la Edad Media no fue un período oscuro, como sostuvieron los renacentistas primero y los iluministas después. Pero también recuperar la idea de larga duración (esto se ve en el último capítulo) y en ese sentido resitúa al Renacimiento para pensarlo no como un corte que da lugar a un nuevo período, sino como una (entre tantas) coyuntura de un período que se extendió hasta el SXVIII”.

“En ese sentido creo que lo central está en el capítulo «Una larga edad media», (en el que argumenta lo primero) y «periodización y mundialización”, (en el que argumenta lo segundo)», aclaró la profesora.

Comentarios y sugerencias: Profesora Mariana Della Bianca

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