Sociedad

Crónica del Caos N° 27

“Derechos humanos universales: la importancia de mostrar el lado oscuro de la luna”

A casi 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aún quedan cuentas pendientes en varios Estados del mundo y aunque parezca mentira, no solo en aquellos gobernados por regímenes autoritarios. Un camino que la humanidad debe seguir recorriendo


Por Elisa Bearzotti- Especial para El Ciudadano

Esta semana no hay modo de negarse a la alegría. Los goles majestuosos, la magia en los pies, el sueño al alcance de la mano, invadieron el globo terráqueo confluyendo en el sur de todos los mares del planeta. Por una vez, el recorrido del corazón en la garganta, la presión en la boca del estómago, el indomable latido que ahoga y oscurece los sentidos, fueron síntomas de bienestar en lugar de remitir al aburrido llanto argento. Incluso el clima se puso más amable y habilitó las calles sin agobio, permitió los festejos populares apenas pasadas las horas de la siesta, consintió abrazos y nos condujo al confortable espacio de las tradiciones que creíamos perdidas. En este contexto resulta difícil voltear la mirada para escudriñar en los resquicios, allí donde el horizonte se vuelve oscuro y nada amigable… hacer a un lado la alegría y detenernos en la angustia provocada por la injusticia o el exceso de poder. Sin embargo, creo que es necesario narrar el mundo sin asumir la tentación del escondrijo, sin ocultamientos ni mordazas, poniendo el foco (aunque cueste) sobre el lado oscuro de la luna.
Por eso, resulta importante destacar la conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos, una fecha que celebra el terreno ganado, pero nos recuerda también la forma en que son vulnerados día a día, en muchas partes del planeta. Apenas finalizada la Segunda Guerra Mundial, el 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas presentó la Declaración Universal de Derechos Humanos, un documento histórico que proclamó los derechos inalienables inherentes “a todos los seres humanos, sin importar su raza, color, religión, sexo, idioma, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, propiedades, lugar de nacimiento, ni ninguna otra condición”. El documento -que consta de 30 artículos, es el más traducido del mundo y está disponible en más de 500 idiomas- proclama que “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”, que “la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas” y que “nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. También declara que “toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal”. Sin embargo, las autoridades iraníes hacen oídos sordos a estos principios universales, ya que esta semana realizaron la segunda ejecución pública como represalia a las protestas que sacuden el país desde septiembre, por la muerte de la joven Mahsa Amini. En esta oportunidad la víctima fue Majidreza Rahnavard, de 23 años, que se suma al ahorcamiento el jueves anterior de Mohsen Shekari, otro joven de 23 años condenado por atacar y herir a un paramilitar. Los activistas afirman que otra docena de personas se enfrentan a cargos que conllevan la pena capital, entre ellos el futbolista profesional Amir Nasr-Azadani, de 26 años, acusado de “estar enemistado con Dios” al ser detectado como uno de los participantes de las protestas. 

Pero los países islámicos no son los únicos que lideran esta lamentable lista. Incluso aquellos considerados como un bastión de la tolerancia e integrantes de la culta y progresista Europa, manifiestan tendencias oscurantistas y retrógradas. Esta semana, por ejemplo, la Cancillería de los Países Bajos debió salir a pedir disculpas después de que un informe los acusara de racismo institucional generalizado, tras una consulta independiente encargada a raíz del movimiento “Black Lives Matter”. La investigación reveló que los empleados de color del Ministerio de Relaciones Exteriores del Gobierno de Países Bajos en sus sedes diplomáticas en todo el mundo solían sentirse excluidos e ignorados por sus colegas blancos, sufriendo descalificaciones verbales tales como “simios” o “bokitos”, en referencia al gorila que se escapó de un zoológico neerlandés en 2007.

Por otra parte, también en estos días la ONG internacional “Reporteros sin Fronteras” (RSF) presentó su informe anual donde asegura que 2022 batió el récord de periodistas encarcelados en el mundo, situando a América como la región más peligrosa para la prensa. El informe detalló que 533 periodistas permanecen prisioneros en distintas cárceles del planeta, mientras 57 fueron asesinados, un número que se agravó debido a la guerra de Ucrania. La ONG destacó también el inédito listado de mujeres periodistas encarceladas, que suman 78, por encima de las 60 del año pasado. “Los regímenes dictatoriales y autoritarios llenan rápidamente sus cárceles de periodistas”, denunció Christophe Deloire, secretario general de la organización de defensa de la libertad de prensa, según anunció la agencia de noticias AFP. El informe indica también que las tres cuartas partes de los periodistas encarcelados se concentran en Asia y Medio Oriente, destacando un fuerte aumento de la represión mediática en Rusia tras la invasión de Ucrania.

Por estas y otras razones, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, en el discurso por la conmemoración de esta fecha, señaló que el mundo enfrenta desafíos “interrelacionados y sin precedentes”, y un “peligroso declive” de la libertad de los medios y la seguridad de los periodistas, alertando además sobre los nuevos desafíos que están surgiendo a partir de “la triple crisis planetaria”, compuesta por el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación. Y en este sentido, resulta interesante comprobar como el máximo representante de la ONU vincula la degradación de los derechos humanos a cuestiones económicas que impiden, muchas veces, poner en primer lugar la vida y la dignidad de las personas.

Es cierto también que la puesta en valor de los derechos humanos nos ha hecho más sensibles a su falta. Y esto merece celebrarse. Pero como dijera el enorme poeta turco Nazim Hikmet, que pasó largas temporadas encarcelado y luego fue exiliado a causa de su militancia comunista: “Estar en prisión no es el problema. El problema es no rendirse”. Por lo tanto, vale la pena seguir nombrando lo que falta, para que el dolor y la injusticia retrocedan, y dejen más espacio a la alegría genuina… esa que por estos días se traduce en amores pintados de celeste y blanco… un cielo que guardamos en el fondo del alma y sacamos a relucir cada vez que los ángeles despliegan sus alas, atraviesan la cancha de punta a punta y meten la pelota en el arco.

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