Cultura

Denuncias y debates en dictadura

La historia del periódico brasileño De Fato

En su libro recientemente presentado en el Museo de la Memoria, la brasileña Lilian Leal releva la labor del diario de Minas Gerais que resistió la censura dictatorial a través de un espacio donde poner en evidencia lo que ocurría.


En las manifestaciones en contra del gobierno de Dilma Rousseff se pudo ver a un señor reclamando que vuelva la dictadura al Brasil, mientras en los medios de comunicación se hablaba de trabas a la prensa. ¿Qué pretendía este señor?, ¿una sociedad donde las niñas de nueve años eran empleadas domésticas en hogares de clase media o alta en los que eran castigadas y despreciadas por sus patronas?, ¿un país en el que los periodistas debían conducir colectivos durante 12 horas porque su salario no les alcanzaba?, ¿un país donde el gobierno de la dictadura censuraba a la prensa y allanaba las redacciones? Mucho se habla de Brasil en estos días, donde las instituciones están siendo jaqueadas por intereses espurios que dan forma legal a sus artimañas, pero poco se sabe y mucho menos se conoce sobre los estragos de la dictadura brasileña que se inició en 1964 y recién terminó en 1985, y donde los represores y los ideólogos todavía no fueron juzgados.

La historiadora brasileña Lilian Machado Leão investigó el modo en que el periodismo resistió las políticas de censura de la dictadura a partir de la historia del diario alternativo de Belo Horizonte, De Fato, un medio que se atrevió a mostrar y debatir temas que el gobierno buscaba ocultar. Durante la presentación de su libro Cuestiones sociales de la prensa alternativa. El periódico De Fato (Belo Horizonte, 1976-1978), ocurrido el pasado 17 de agosto en el local Museo de la Memoria, la investigadora dialogó con El Ciudadano.

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—En el libro se expone la política y la sociedad brasileña a partir de dos o tres períodos. En el “varguismo” se dieron derechos sociales desde arriba pero sin derechos políticos y luego hubo una apertura de libertades civiles hasta la dictadura. ¿El diario De Fato intentó unificar los dos derechos (sociales y políticos) en sus reclamos?, ¿cuál fue el verdadero objetivo de De Fato?

—El objetivo del periódico no es sólo denunciar sino crear un espacio de debate más amplio. El periódico establece un lugar para la discusión ciudadana, en el cual se puede debatir y reflexionar sobre los problemas de la sociedad no abordados por los grandes medios, y está abierto al diálogo con el público lector. De Fato no busca unificar las cuestiones sociales y políticas porque tiene de hecho un espacio específico para los lectores donde poder discutir o realizar denuncias, ese espacio es llamado “La pared de todos nosotros”. Muchos de los temas anunciados o denunciados por los lectores son posteriormente desarrollados en distintos artículos periodísticos. Las diversas opiniones, sean a favor o contrarias, son publicadas por el periódico en esa sección de cartas a los lectores. Esa sección abre un espacio para la exposición de las opiniones, lo que transforma al periódico en un instrumento más democrático, una arena pública para discusiones de interés social para el conjunto de los ciudadanos de Belo Horizonte.

—¿Cómo fue posible que surgieran diarios como De Fato?, ¿se pudo medir algún resultado directo de las denuncias de ese periódico?

—La prensa alternativa surge en el contexto de la dictadura y de la censura en Brasil. Con el establecimiento de la ley orgánica Acta Institucional Nº 5 de 1968, que agregaba a la censura la posibilidad del gobierno dictatorial de allanar los medios de prensa, los periodistas perdieron su autonomía. Muchos, tratando de librarse de las limitaciones de la prensa convencional, comenzaron a hacer periodismo más crítico. La muerte del periodista Vladimir Herzog en la cámara de tortura del Ejército en 1975 produjo una interrupción de las relaciones entre los medios. A partir de allí muchos periodistas ya no fueron nunca más conniventes con el gobierno y sus arbitrariedades. Algunos dejaron las grandes empresas periodísticas para fundar sus propios periódicos alternativos. De Fato se originó a partir de la rebelión de un grupo de periodistas del Jornal de Minas, porque su editor había defendido a los órganos represivos, inclusive declarando que Herzog se había suicidado, lo que suponía confirmar la versión oficial del Ejército. El resultado más contundente de De Fato es la creación de la sección “Parede de todos nós”, dedicada a recibir denuncias de torturas o apremios ilegales del gobierno militar”. Mediante la lectura de las cartas, verificamos que los lectores identificaban al diario De Fato como el espacio donde era posible discutir problemas, denunciar y luchar por el cambio.

—¿Los medios de comunicación actuales en Brasil llevaron a este estado de situación política?

—Sí. En realidad debemos subrayar que toda esta exacerbación de la crisis económica, fue primero política. Los medios de comunicación crearon un escenario horrible. La situación está apareciendo en los periódicos muy agravada por el discurso que esgrimen estos medios. Esto creó el imaginario de que está todo mal en la sociedad brasileña. La prioridad de los medios es claramente la de derrocar al gobierno de Dilma Rousseff. Ahora, luego de que ella fuera obligada a dejar el gobierno, no se habla más sobre corrupción en el país, parece que hubiera desaparecido. También, y esto no es menor en estas situaciones, se debe  dejar en claro que actualmente los medios de comunicación están en las manos de media docena de políticos opositores a Dilma.

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Lilian Leão es especialista en historia de Brasil contemporáneo y en el área de investigación histórica con énfasis en las cuestiones sociales relativas al período dictatorial. Como a otros investigadores de los fenómenos relacionados con el poder que ejercen los medios de comunicación sobre la opinión pública, hoy Brasil le ofrece a Leão un escenario donde se pone de relieve la ofensiva de los medios hegemónicos hacia los gobiernos populares y la manipulación de los recursos a su alcance para derrocar a Dilma Roussef, lo que no se diferencia demasiado de los utilizados durante la dictadura.

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