Cultura

Delta del Paraná: biodiversidad, recursos y difícil control desde la época colonial

En un libro sobre el territorio de las islas, el investigador Sergio Robles aborda un periodo que va desde la conquista hasta mediados del siglo XIX y refleja la incidencia de sus pobladores, desde jesuitas hasta piratas y bandoleros, y cómo incidieron en una zona promisoria en posibilidades de vida


Paulo Menotti / Especial para El Ciudadano

En los últimos meses, las rosarinas y los rosarinos vivimos en carne propia y con los pulmones cargados de humo, la forma en que se va destruyendo el medioambiente. Fueron y son dramáticas las imágenes del fuego devorando flora y fauna del humedal, de las islas del río Paraná.

Parece mentira que hace 500 años, y tal vez mucho menos, en esta tierra que pisamos había, por ejemplo, venados de las pampas. También parece ilógico que los pueblos originarios, los del río y los de la llanura, tomaban de la naturaleza una serie de elementos que ya no existen.

Con la llegada de los europeos, este espacio comenzó a cambiar y se hicieron habitantes comunes vacas y caballos, como si nunca hubieran sido animales extraños, mientras en las islas la vida autóctona continuaba.

Sin embargo, recién desde 1750 en adelante la Corona del Imperio español tomó la decisión de ocupar ese espacio a partir de su administración. El historiador Sergio Daniel Robles se interesó por investigar en el pasado del delta del Paraná a partir de un enfoque social y, en su libro El delta del Paraná. Territorio, población, producción, prácticas sociales y gobierno en una región de frontera (1750 – 1870), logra reflejar la manera en que los hombres fueron incidiendo en un territorio que prometía un sinnúmero de productos y posibilidades de vida.

El investigador social de la Universidad Nacional de Luján analizó el pasado y el presente de un territorio vital para los habitantes de la región desde su importancia geográfica, desde los cambios depredatorios que preocuparon a Domingo Faustino Sarmiento, desde las características de sus habitantes y desde la importancia económica y el futuro de este espacio natural.

El delta: una pequeña provincia de Tucumán

Acerca de las motivaciones para abordar la historia del Delta del Paraná, el autor expresó: “El Delta en su conjunto, abarca, actualmente, una superficie un poco menor al de la provincia de Tucumán, comparación que nos da una idea de su extensión territorial.

A lo largo de la misma, existen características peculiares con respecto a la geomorfología de sus islas, siendo las más antiguas las del delta santafesino. Estudiar la historia del Delta del Paraná nos permite incorporar un espacio de relevancia geo-ambiental, prácticamente desconocido para la historiografía.

Conocer su dinámica, sus potencialidades, pero también, sus limitaciones y delicado equilibrio pueden ser de utilidad para un aprovechamiento sustentable. Debo aclarar que el período investigado por mí (1750-1870) es de escasa visibilidad del Delta, con muy pocos pobladores permanentes y mayor número de individuos que recurrían a él, como medio de obtener sustentación económica familiar o explotación comercial.

Es a partir de 1870 o un poco antes, cuando se inicia un proceso de poblamiento de las islas del Bajo Delta, especialmente del área de San Fernando y Zárate”.

Biodiversidad enriquecida por el aporte del área mesopotámica

Sobre qué cambios introdujeron los españoles con la conquista en la flora y fauna del lugar, el investigador aclara: “El Delta se caracteriza por una biodiversidad enriquecida por el aporte de toda el área mesopotámica.

Durante el período de conquista, los españoles (y algunas órdenes religiosas como los jesuitas) introdujeron plantaciones de frutales, principalmente naranjos y durazneros, e incluso cultivaron vides.

En algunas zonas destinaron tierras para el pastoreo de vacunos y alguna actividad agrícola, pero la explotación principal  de sus recursos estuvo orientada a la obtención de leña y carbón, actividad que fue  criticada por el propio Sarmiento, por el carácter depredatorio de los recursos. Él fue  uno de los que alentaron la colonización del Delta y la forestación del mismo, facilitando la distribución de tierras.

Así, como la pampa generó un individuo típico, llamado gaucho, las islas del delta dieron fisonomía a lo que podemos llamar el gaucho fluvial o isleño,  que se desplazaba en bote y vivía de los recursos que le ofrecían las islas, principalmente, pieles de nutrias.

Junto a estos pobladores permanentes, habitaron desertores de las levas de las sucesivas guerras que involucraron a la región rioplatense durante el siglo XIX. Muchos de ellos devinieron en bandoleros, que ejercían la piratería y el cuatrerismo, teniendo en las islas un refugio seguro”.

Un área de difícil control hasta el presente

De la importancia económica que tuvieron las islas del Delta en el periodo abordado en el libro, y  de cómo se intentó controlarlas desde los distintos gobiernos, Robles apunta: “Tengamos presente que las tierras de islas eran tierras pertenecientes a la corona, pero la mayoría del territorio entraba en la categoría de uso común.

La importancia económica de las islas fue  importante, especialmente para Buenos Aires, como proveedora de leña, muy escasa en la llanura pampeana. Pensemos que era la única fuente de energía de entonces, y lo sigue siendo actualmente, en muchas comunidades rurales y semirurales de nuestro país.

También las naranjas y duraznos que prosperaron de manera salvaje en las islas próximas a Buenos Aires sirvieron para sostener las economías de las familias pobres de entonces, quienes acudían en tiempos de cosecha.

Los intentos por regular y controlar este territorio tan peculiar comenzaron a finales del período colonial, y se limitaban a la extensión de las licencias para extraer leña, carbón y frutas. Estamos hablando de un período donde las jurisdicciones provinciales y departamentales aún no habían sido definidas, por lo que todo resultaba muy laxo.

Esta situación sobre el control de esta área es aún en el presente, difícil. En cuanto al presente, es necesario que los diferentes gobiernos, departamentales y provinciales y las comunidades directamente relacionadas, tomen conciencia y coordinen distintas acciones para abordar en su conjunto soluciones para la preservación del Delta, como un área vital para la vida, no sólo de los ecosistemas propios sino de un área mayor, que comprenden las zonas urbanas ribereñas donde están asentadas muchas importantes ciudades industriales (Rosario, San Nicolás, Zárate, Campana).

En ese sentido, siempre debemos tener una esperanza,  especialmente, mi confianza está depositada en los resultados que se puedan alcanzar a través de las demandas de la sociedad civil”.

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