El Hincha

Básquet

Delfino sin casete: desde la pandemia a su procesamiento en Argentina

El escolta brindó una extensa entrevista en la que habló de la selección, de cómo vive la crisis por el coronavirus en Italia y sus ganas de seguir jugando. Y dentro de esa variedad de tópicos se mostró muy enojado por la situación judicial que atraviesa en Santa Fe


Carlos Delfino brindó una extensa entrevista con el periodista Julián Mozo, en la que tocó muchos temas, desde la selección argentina, hasta cómo vive la pandemia de coronavirus desde Italia, pasando por sus ganas de seguir jugando. Y dentro de esa variedad de tópicos se mostró muy directo y enojado con la causa judicial que se le sigue en Santa Fe.

El santafesino fue miembro esencial de la Generación Dorada (ganó dos medallas olímpicas), llegó a jugar ocho temporadas en la NBA y hoy, a los 37 años, sigue activo, con ganas de más.

Su amor y pasión por el juego están en evidencia. Por algo superó la adversidad, cuando el destino le puso por delante una de las lesiones más difíciles (rotura del hueso escafoide del pie derecho) y la vida lo enfrentó a siete operaciones y una importante depresión por no poder volver a jugar durante casi tres años, mostró su poder de lucha, mentalidad y rebeldía. Nunca abandonó, ni siquiera cuando sus seres queridos le rogaron que se retirara porque temían lo peor… Todo por un sueño, por amor a la pelota. Y Carlitos lo logró. Volvió a jugar, estuvo en un Juego Olímpico (2016), regresó a la Liga Nacional en 2017 (ayudó a salvar del descenso a Boca), volvió a Italia en 2018, retornó el club de sus amores en 2019 y hoy tiene un nuevo desafío.

En realidad, un doble desafío. Por un lado, demostrar en la Justicia santafesina que es inocente en el procesamiento de lavado de dinero proveniente del narcotráfico y, por el otro, conseguir un nuevo equipo, luego de aquel ascenso con Fortitudo en mayo.

Desde Cento, Delfino comenzó a explicar cómo vive la desgarradora situación de crisis sanitaria en Italia por el coronavirus. “Se están muriendo entre 600 y 700 personas por día, sobre todo personas mayores porque la italiana es una sociedad de gente grande y eso profundiza el problema. Y lo peor es el colapso sanitario, con muchos doctores contagiados. Pero también hay mucha fake news, como eso de los cementerios o como que van a cerrar hasta los supermercados. Estamos pagando que acá no se tomaron medidas a tiempo y encima mucha gente hizo lo que algunos vivos están haciendo en la Argentina: moverse pese a la cuarentena obligatoria. Esa mala conducta de salir cuando no es necesario o pensar que son vacaciones e irse a la costa hizo que se moviera el virus e contagiara a mucha más gente. Veo que, con el diario del lunes, con el ejemplo de otros países, el gobierno argentino se adelantó y tomó muy buenas medidas, pero depende de la gente, de que se respete la cuarentena, que no tome riesgos y esparza el virus. Todos tienen que quedarse en casa, sólo piden eso, no que vayas a la guerra. Yo, por suerte, vivo en Cento, una ciudad ubicada a 27 kilómetros de Bolonia, en una casa muy cercana al campo, ubicación que nos aleja un poco del riesgo. Y, además, hemos cumplido con el protocolo”.

-Y hasta que se radicalizó el cuadro, ¿en qué andabas? ¿Pensás seguir jugando?

-Sí, yo quiero continuar jugando, me siento bien, como para seguir. Tuve ofertas, incluso hace poco me llamaron de un equipo argentino de Capital Federal. Pero ninguna de las cosas lo pude cerrar por lo legal. Los clubes, sobre todo de Italia, tienen miedo de lo que pase, que me tenga que ir a declarar como me pasó hace poco. Todo esto me está jugando en contra. Un garrón.

Solo saca el tema, está claro que lo preocupa. El 1° de abril de 2019, el juez federal Francisco Miño dictó el procesamiento de Carlitos y su padre, en una causa de lavado de activos provenientes del narcotráfico que tiene como protagonistas a Vicente Pignata (condenado por narcotráfico y prófugo de la Justicia), su esposa y suegro. Se trata de una investigación del fiscal Walter Rodríguez, quien puso la mira en una operación inmobiliaria que los Delfino realizaron en el country El Paso, cerca de Santa Fe. De acuerdo a la acusación, esa propiedad fue adquirida por Delfino en 2014 y puesta a nombre de una sociedad off shore con sede en Montevideo, pero tres años más tarde pasó a manos de Pignata. Además, en la causa también habría seis propiedades más y diez autos adquiridos entre el 2011 y 2019. Sin embargo, el jugador asegura que lo único que los une es el alquiler de esa casa. “Es una causa con gente pesada con la que no tenemos nada que ver. Nosotros sólo alquilamos la casa, no la vendimos. Es lo primero que aclaro porque acá hubo mucha desinformación, una difamación enorme que me duele mucho”, arranca con el descargo.

Carlos acepta que su casa está a nombre de una sociedad, quizá su único error. “Cuando me robaron todo en 2017, la quise vender y no pude. Entonces, la alquilé. ¿Y qué tengo yo que ver con lo que hizo la gente que me la alquiló? Pero acá hay mucha mala leche, nos estamos comiendo un garrón”, sentencia. Por eso, luego de la confirmación de su procesamiento (y de su padre) que hizo la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario en octubre pasado, quiere llegar a juicio (sería en septiembre) para confirmar su inocencia y limpiar su nombre. “Podemos haber pecado de haber hecho algo que no está bien, pero no de mala leche. Y menos haber intervenido en lavado de dinero, de haber armado una sociedad para facilitar el lavado…”, comenta.

-¿Tenés las pruebas para demostrar tu inocencia?

-Primero que es al revés, yo soy inocente hasta que se demuestre lo contrario. Y, por otro lado, sí las tengo. Todas. Kilos de papeles que demuestran cómo compré cada cosa y cómo me mantengo. Vos, que sos periodista, sabés bien dónde gané mi plata, dónde podés ir a buscar cuánto me pagó cada equipo (NdeR: Carlos embolsó 24.8 millones de dólares en las diez temporadas que cobró de la NBA, sin deducir impuestos)… De los Clippers, por ejemplo, terminé cobrando en noviembre (NdeR: lo cortaron en 2014 pero su contrato se prorrateó hasta 2019). Imaginate que, con el dinero que yo gané, no me voy a querer meter para ayudar a gente que no conozco y que está en el narcotráfico. Pero ya está, pase lo que pase, ya quedé pegado, difamado a nivel mundial.

-¿Creés que es un error judicial o alguien muy poderoso te está cobrando alguna factura?

-Mirá, vos sabés a que a mí me desvalijaron la casa del country cuando jugaba en Boca en 2017… Me robaron muchas cosas valiosas, sobre todo de mucho valor afectivo. Más allá del dinero y los relojes, se llevaron la medalla de bronce de Pekín y muchas camisetas dedicadas y firmadas. Yo sé que los chicos que entraron a robar son hijos y nietos de… Y, pese a que advirtieron con quién me metía, yo igual hice la denuncia. Y qué casualidad que, cuando la hice, apareció esta causa…

-¿Encontraron a los culpables del robo?

-Se sabe todo. Son chicos del barrio, menores, con abuelos y padrinos muy poderosos. Los guardias de seguridad, cuando encontraron unas zapatillas mías a 50 metros de casa, me dijeron que era una travesura de chicos (se ríe). Y la abogada de ellos me dijo que podían mandar a hacer una medalla enchapada (vuelve a reírse). Increíble. Estuve destruido durante semanas. Incluso hoy te cuento y me agarra dolor de panza. Me aconsejaron que no denunciara, pero yo quiero que me paguen lo que me robaron. Pero claro, mientras tanto, estoy enganchado en una causa por lavado y lo peor es que se me pasa el tiempo, sin hacer lo que me gusta y con la cabeza en otro lado.

-Volviendo al básquet y a tu carrera: vos ya hiciste todo, ganaste lo que quisiste, superaste una lesión de forma milagrosa, volviste a jugar, regresaste a la Liga, luego retornaste a Italia, a la Fortitudo y ascendiste… ¿Qué más tenés por delante, por qué seguir?

-Lo que a mí me gusta es jugar, estar con la pelota, compitiendo en una cancha. Ahí soy feliz. Muchos creen que ya estoy hecho, pero yo siento que no. Me encanta competir, festejar un triunfo en un vestuario, o aconsejar a los más chicos sobre cómo seguir luego de una derrota. Por eso quiero seguir jugando, ya sea en Italia o en Argentina. Acá tengo a los míos, sería lo ideal. Sé que hasta Argentina mi familia no me seguiría. Pero jugaré donde me salga algo que me guste. Porque además quiero demostrar y demostrarme que aún puedo jugar.

-¿Qué puede aportar Delfino a los 37?

-Estoy más viejo, tengo menos capacidad física, pero gané en mañas, sé que puedo jugar. Es un desafío hacerlo a esta edad, luego de todo lo que me pasó.

Cuando habla de todo lo que le pasó, Delfino no exagera en nada. Carlitos se lesionó en abril del 2013, cuando jugaba para Houston. “Faltaban una semanas para terminar la fase regular cuando sentí un dolor en el empeine del pie. Me hicieron un estudio que dio que tenía una ‘línea de pelo’, lo que marcaba que podía estar por quebrarse… Me pararon 15 días, volví, me sentí mejor y ahí me infiltraron para jugar la serie con Oklahoma”, detalla. Fue en el cuarto partido, en la única victoria de los Rockets, el 29 de abril, cuando pasó lo peor. Delfino robó una pelota, corrió la cancha y metió quizá la mejor volcada de su vida, en la cara de Kevin Durant. “Ahí sentí que algo que se había roto. Tiré el libre de la falta y salí. Para el partido siguiente no podía caminar con zapatos, intenté jugar y sólo aguanté tres minutos. Cuando salí sabía que estaba roto”, recuerda. Fue su último partido en tres años. Lo que vino después fue una pesadilla. Siete operaciones, siete rehabilitaciones, seis de las cuales no sirvieron para nada. Sólo para ahondar más el problema en su pie y desmoralizarlo. Pero Delfino resistió, como pudo.

-¿Ya escribiste un libro sobre todo lo que viviste esos tres años?

-Me ofrecieron hacer un libro, pero no es mi estilo. No me gusta predicar ni dar ejemplos. Pero es verdad que fueron años de sufrimiento y aprendizaje. Toqué fondo. Pero perseveré y luché por lo que amo. Nunca dejé de soñar con volver a jugar. Yo comía soñando, dormía soñando, respiraba soñando. Cuando otros no sentían ni pensaban igual. Pero yo seguí adelante y la luz se hizo al final del túnel. No estoy rengo, no se me desplazaron los huesos como me dijeron, no quedé con pie ortopédico como algunos presagiaron. Estoy bien, para seguir jugando. Y, dentro de lo malo, me sirvió para disfrutar de mi familia. Yo a Mili (NdeR: Milagros, de 18 años) casi no la vi crecer y recién hoy me estoy reencontrando. Pero, por esta lesión, fue distinto con los melli. Viví todo.

-Eso fue lo mejor. ¿Pero qué fue lo peor? Seguramente algún día estuviste quebrado…

-Quebrado estuve semanas. Durante la lesión, yo me retiré del mundo, estaba gordo, tirado en un sillón, tomando mate, comiendo facturas y asados con amigos. Tenía 20 kilos más que hoy. Era un Minion (se ríe), una garrafa. No podía moverme, ni siquiera caminar…

-¿Y hubo un día o alguien que te sirvió para dar vuelta esa situación?

-A mí me sacó adelante mi abuela Teddy, que se me fue en ese tiempo pero antes me dejó algo. Ella era una motivadora serial y una semana antes de que falleciera, me dijo que tenía que volver, que no abandonara porque teníamos que salir a caminar juntos. Las charlas con ella me quedaron en mi cabeza y se convirtieron en ese fuego necesario para salir de la depresión y seguir adelante.

-Hubo un día de 2015 que hasta discutiste feo con tu viejo, que te pidió que te retiraras porque tenía miedo que no volvieras a caminar. Y poco después conociste a Giannini, tu salvador.

-Sí, discutí feo. Fue en el peor momento, luego de cinco operaciones. Ya me decían que era “quirófano dependiente”. Yo, en ese momento, no podía ni cruzar la calle pero lo quería seguir intentando. Y no sólo discutí con mi viejo, me alejé de amigos y familiares por lo que me decían… Ahí conocí a Sandro (NdeR: Giannini, ortopedista italiano, especialista en pie), que ya estaba retirado pero hizo una excepción para operarme. Me sorprendió en la primera consulta cuando me dijo que había que sacar huesos, no ponerlos, como habían hecho los otros. Me limpió la zona y cuando lo fui a ver tras la operación, me dijo que me sacara la bota y saliera caminando. Todos los demás me habían dicho lo contrario. Poco después me dijo que empezara a correr, cuando apenas podía caminar. Sé que tal vez arriesgué pero le creí. Sentí algo especial y le hice caso ciegamente.

Tan milagroso fue todo que, pocos meses después, Delfino disputó los Juegos Olímpicos 2016.

Tras 13 años jugando en la Selección, Delfino adquirió un amor incondicional por la celeste y blanca. Y por eso vibró, como todo el país, con el subcampeonato mundial en China. Muy similar, en contexto y resultados, al subcampeonato del 2002. “Sí, muy parecidos, la verdad. Ambos lo viví en Bologna (se ríe) y me sentí parte, antes y ahora. Por la camiseta, por ser hincha”, opina.

-Vos te sumaste en 2003 y fuiste miembro clave de la GD. ¿Ves similitudes con esta camada?

-Sí, en el juego colectivo, en la defensa, en haber dado una sorpresa a todo el mundo… Ninguno de los dos estaba en el radar a nivel mundial y a partir de ahí todo cambió. El año pasado estuve en contacto con algunos de los chicos y ellos creyeron siempre, fueron por todo. Y no lo lograron porque enfrente estuvo España, que desde siempre nos tiene tomada la mano…

-Aquella Selección perdió la final en Indianápolis, pero capitalizó el aprendizaje y ganó en Atenas. Ahora, luego de otro subcampeonato, vienen los JJOO. ¿Se puede ir sin dudas por una medalla o es muy difícil viendo que el nivel olímpico es mayor que el de un Mundial?

-Ojo. Algunos piensan que esta Selección es menos que la nuestra y yo no pienso eso para nada. El básquet ha mutado mucho y Argentina está muy bien en una posición que hoy es determinante y tal vez antes no lo era tanto, como la del base. Ahí tenemos a Campazzo, Laprovittola, Vildoza y hasta Bolmaro. Y son jugadores que se adaptan perfectamente a este básquet moderno. Para mí, Prigioni es el mejor base de la historia pero hoy no podría jugar. Pepe, tampoco, sería una carreta (se ríe). Campazzo, si hubiese querido jugar en la GD, no habría podido, pero ahora es de lo mejor de Europa. Es nuestro as de espadas, que cada partido marca el ritmo, mete 25 puntos, puede dar 10 asistencias, hace de todo… Yo pienso que, con esta mutación del básquet, volvimos a ganar. Entonces, no hay que subestimar más a la nueva Selección. Tendrá chances contra todos.

-Y vos, si tuvieses que elegir tu momento en la Selección, ¿cuál sería? ¿Son los mágicos 18 puntos seguidos contra Grecia para pasar a cuartos de final en los Juegos Olímpicos 2008?

-Mi mejor recuerdo es en Pekín, sí, pero es el partido por el bronce contra Lituania. Por eso que hayan robado esa medalla me mata… Los 18 puntos seguidos, el récord, arman una gran efeméride, lo recuerdo siempre, pero ese partido por el tercer puesto tuvo mucho de especial. Por cómo se dio todo: Manu no podía jugar y se quedó llorando en el vestuario, Chapu estaba casi rengo, tuvimos que tomar una estrategia totalmente distinta, era el último partido de un JJOO y teníamos la gran chance de sumar otra medalla… Por todo eso es el más lindo de los recuerdos. Y también, que en uno de los tres partidos más importantes en la historia de la Generación Dorada, yo haya podido sumar 20 puntos y 10 rebotes, es muy especial. Un momento único.

– ¿Cómo te pegó la tragedia de Kobe Bryant? ¿Tenés alguna anécdota con él?

-Yo no soy mucho de exteriorizar cosas de alguien cuando pasan estas cosas. De hecho no lo hice en mis redes sociales. Pero eso no quiere decir que no me haya pegado fuerte en lo personal. Primero porque era padre y se fue con su hija. Muy triste. Recuerdo que esa noche abracé fuerte a mis hijos cuando llegué a casa… Y segundo porque fue un espejo, un ídolo. Yo tenía un póster en mi pieza y como gran parte de mi camada crecí viéndolo jugar, intentando imitarlo. Por eso luego enfrentarlo siempre fue muy especial. Lo primero que miraba cuando salía el calendario era cuándo jugaba contra él. Conmigo siempre fue muy cálido y humilde. Una vez, en Toronto, salimos a cenar con el tano (Andrea) Bargnani y nos encontramos con él. Me impactó que supiera todo de mí, hasta que hablaba italiano… Charlamos un rato largo. De esas cosas no te olvidás. Un día me dio su camiseta 8 de los Lakers y me la dedicó. Una de las tantas cosas que me robaron de mi casa.

Delfino espera que todo aclare. Carlitos ya sabe lo que es pasar lo peor, lo que es atravesar obstáculos y una vez más está en ese camino. Con la pasión por el básquet como bandera.

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