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Economía de subsistencia

Del trueque a la pandemia: las ferias populares crecen al unísono de la crisis del coronavirus

Las ferias triplicaron el número oficial de puesteros en el último año y medio de pandemia y sus referentes están atentos al tratamiento de una ordenanza que regule su actividad. "Estamos casi igual que en el 2001", describió uno de los feriantes


Por Manuel Parola / Especial para El Ciudadano

Las ferias populares son un espacio de supervivencia de los vecinos de los barrios periféricos de la ciudad de Rosario. La pandemia trajo consigo una crisis transversal a todos los sectores sociales, pero que golpeó sobre todo a los más desprotegidos: los trabajadores precarizados, los informales y a los de la economía popular. Con el regreso de las actividades tras el levantamiento de las restricciones más estrictas en todo el territorio provincial el pasado mes de junio, las ferias populares de la ciudad volvieron a funcionar y con ellas las miles de familias que subsisten por esta vía volvieron a exponer su mercadería. Las 10 comisiones feriantes que organizan y lideran las diferentes ferias esperan pacientemente el tratamiento de un proyecto de ordenanza en el Concejo que regularice la actividad y les dé acceso a mejores condiciones de trabajo, mientras observan las advertencias de la llegada de una sucursal de La Salada a la provincia de Santa Fe.

María Luisa Cáceres, referente de la feria El Tanque, la más popular de las 10 ferias registradas, ubicada en Rouillon y Maradona, se refiere a ese espacio como “el shopping de los pobres”. También hablará de ella como “la fábrica”, ya que la feria es un espacio de trabajo autogestivo donde, para muchos de los que la integran, es su única fuente de sustento: “Es una fábrica que la inventamos en la crisis del 2001. Es una empresa de pobres, digo yo siempre, porque es un trabajo reinventado por nosotros”.

Los puesteros en la feria trabajan en tablones o como manteros sobre el perfil de la calle, vendiendo muchas veces cosas que traen desde sus hogares: ropa usada, comida, manualidades, elementos de ferretería, y dividiendo la feria por sectores, llegando a tener sectores de venta de comida: verduras, carne, comida hecha para llevar y demás. Los verduleros de la feria de El Tanque viajan todos los días al mercado o a la huerta para poner mercadería fresca en sus puestos. “Comida y ropa es lo que más se llevan, pero ya no se vende como antes”, le dice María Luisa a este diario.

“Estamos casi en la misma situación que en el 2001”

Las ferias comenzaron a funcionar bajo el sistema del trueque durante la crisis económica y social del año 2001. El sistema de intercambio mutó a formas más comerciales, usando moneda más adelante, después del 2002. Tras el regreso al neoliberalismo en 2015 y la consiguiente recesión que ya lleva tres años y medio, los puesteros volvieron a armar las ferias. Cáceres recuerda: “Al iniciar en julio del 2020, después de que nos dejaron volver a trabajar, éramos 300 feriantes. Hoy somos mil quinientas familias trabajando” en la feria El Tanque. Jesús, integrante de la comisión de la feria Homero Manzi, que funciona en el club Roque Sáenz Peña (Láinez al 500), menciona un proceso similar, en donde la el espacio comenzó su actividad en pandemia con 500 puesteros.

“Está costando mucho ganarse el mango. Es medio deprimente si le empezás a preguntar a los puesteros cómo ven la situación” cuenta el referente de la feria Manzi, que actualmente cuenta con casi mil personas integrando la feria. “Habíamos arrancado con 500 feriantes después del parate de julio pasado, y en febrero empezó a crecer un montón. Estamos casi en la misma situación que en el 2001. Hoy el Estado está un poco más presente”, pero, al buscar similitudes, Jesús nombra “cómo creció la pobreza. Eso es lo que me hace acordar más”.

En conversación con El Ciudadano, la titular de la dirección de Economía Popular de la Municipalidad de Rosario Claudia Fleitas describe que hay “casi 4.000 feriantes registrados en toda la ciudad, entre las 10 comisiones existentes”, aunque ese es el número oficial: los cálculos de las propias organizaciones de la economía popular hace dos años era de unos 5.000, repartidos en las cinco ferias que había entonces.

El crecimiento de los feriantes -el número se triplicó en los últimos meses, al salir de la cuarentena dura- es multicausal y responde a diferentes situaciones que han impactado en los sectores de la economía informal de la ciudad. “Está creciendo como loca la feria”, dice Cáceres: “Es mucha la crisis que hay, entonces son cada vez más los feriantes que vienen a vender sus cosas”.

“Con el tema de la pandemia, los feriantes se fundieron, porque vendieron sus cosas y no se pudieron recuperar”, añade la referente y acota que la mayoría de los puesteros viven de la feria, y de poder comerciar con sus productos: “Nosotros vivimos el día a día: hay gente que tiene una changuita aparte, pero acá nadie tiene un trabajo efectivo. Somos todos feriantes”.

“Antes el trato del Estado para con las ferias era violento, de invisibilización o de rechazo”

Las comisiones de las ferias son organismos que se organizaron para encabezar esos espacios y oficiar “de puente entre el Estado y los feriantes para poder planificar asistencias alimentarias, asesoramientos en pensiones y en gestiones del DNI”, cuenta Fleitas, y también para “articular con otras áreas, como Género y Diversidad”, además de la organización logística y la sanitaria de las ferias.

Estos organismos integrados por entre 6 y 12 personas, según cada feria, pudieron ser la herramienta para facilitar la colocación de servicios esenciales y derechos que hasta entonces no habían podido acceder los feriantes: instalaciones de luz y de agua, la colocación de baños de material, entre otras necesidades básicas insatisfechas como la posibilidad de acceder a una pensión, al trámite virtual de vacunación o incluso de empadronamiento en el Registro Nacional de Personas.

Desde las comisiones de las ferias y la Oficina Municipal de la Economía Popular rescatan el cambio de roles del Estado municipal: “Antes el trato del Estado para con las ferias era violento, de invisibilización o directamente de rechazo, sea desde un operativo de desarme de la GUM o de la sola presencia, para intimidar, de la Policía provincial” dice Fleitas, y de inmediato añade: “La irrupción de los movimientos sociales en la gestión municipal ayudó a acompañar y a potenciar los espacios de las ferias populares y las políticas de gestión de la economía popular”. El objetivo de la oficina es “el reconocimiento de cada espacio de trabajo en la feria, el embellecimiento de los espacios” y la puesta en valor de las ferias.

Uno de los cambios destacados es la constitución de un proyecto de ordenanza para la regulación de las ferias populares. Actualmente, las únicas ferias que se rigen por ordenanza son las ferias culturales, cuya diferencia está en su perfil: se trata esencialmente de personas artesanas y emprendedores, mientras que las ferias populares tienen una identidad emergente y de emergencia, cuyos integrantes buscan la subsistencia económica a través de la venta de sus productos.

La ordenanza lo que busca es establecer un reglamento interno, determinar la cantidad de puestos habilitados por feriante, regular las relaciones entre las diferentes áreas del Estado como Alumbrado Público, la GUM o Aguas Santafesinas y, sobre todo, lograr un registro de feriantes de la feria popular. El proyecto fue presentado por tercera vez el año pasado por el edil Eduardo Toniolli, tras perder su estado parlamentario en las anteriores oportunidades. Hasta el momento la iniciativa no ha sido tratada.

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