Ciudad

Crónica del Caos N° 20

Decir lo que es imposible callar: el desafío periodístico de cada jornada

Un cartel intimidando al periodismo rosarino movilizó las conciencias de la ciudadanía, generando un fuerte repudio. Al mismo tiempo, los merecidos galardones otorgados a dos colegas locales impulsaron el reconocimiento hacia una tarea difícil, pero necesaria para el sostén de la democracia

La bandera que colgaron en la puerta de Telefé Rosario para amenazar a periodistas.

Por Elisa Bearzotti

Con viento, noches frías y días soleados, a medio camino entre campera invernal y remerita playera, el voluble clima primaveral no resultó un obstáculo para disfrutar del finde XXL pensado especialmente para promover el turismo nacional. En esta ocasión, tuve el placer de ser anfitriona y pude desplegar el abanico de bellezas locales ante mis amigos, en diversas recorridas por la costa rosarina con su excelente gastronomía, la explosiva ruta nocturna por Pichincha, los ritos parrilleros de cara al sol, y el fácil acceso a distintas localidades de la región que multiplican la oferta turística con variedad de opciones y precios. Por suerte, la movida no fue solo local, y el fin de semana extra largo concluyó con un saldo de 3,2 millones de turistas que se movieron por todo el país, dejando un total de $ 42.646 millones en el circuito turístico argentino, según un informe de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).

Sin embargo, luego de las buenas nuevas que nos hacen soñar con la pansa cubierta de arena para dentro de pocas semanas, fue necesario abrir los ojos a la cruda realidad rosarina cuando, en uno de los puntos más visitados de la ciudad, apareció un cartel con una clara advertencia mafiosa contra la prensa. “A todos los medios de Rosario: dejen de ensuciar y condenar a los pibes con la lengua que vamos a matar periodistas. Con la mafia no se jode”, decía el mensaje escrito en un trozo de tela blanca con letras rojas colocado frente a las instalaciones de Telefe-Rosario, sobre la avenida Belgrano al 1000. Enseguida, el secretario General del Sindicato de Prensa de Rosario, Edgardo Carmona, realizó declaraciones asegurando que “es un hecho gravísimo que nos preocupa y mucho, en un contexto de inseguridad como se vive en Rosario, donde los periodistas no pueden entrar a los barrios por la narcodelincuencia”, y aclaró que el sindicato radicó la denuncia ante el Ministerio Público Fiscal “para que se investigue” el hecho. “La intimidación no se puede dejar pasar. Es un intento por silenciar, disciplinar”, consideró Carmona, mientras que el intendente Pablo Javkin pidió que “se controlen las cárceles de una vez” porque “es insoportable la facilidad con que desde adentro de un penal se amenaza a una ciudad”. Hay que decir que las palabras del intendente rosarino resultan algo escalofriantes si pensamos que, más allá del atentado contra la libertad de prensa y el trabajo de todos los que ejercemos la tarea periodística, la grave amenaza pone en evidencia la falta de pudor de los grupos criminales locales que se enseñorean con muestras de poder insensatas y, al menos hasta el momento, sin punición. Por otra parte, no deja de llamar la atención la existencia asumida de organizaciones delictivas que no dudan en autodenominarse “mafias”, con estructuras y un “modus operandi” que, cual película hollywoodense, rememora los peores escenarios de las tierras sicilianas.

Afortunadamente, Rosario no es sólo delincuencia sino que además es una usina cultural en permanente ebullición, y todo el tiempo promueve la aparición de músicos, escritores, actores, guionistas, y productores de industrias culturales que destacan por mérito propio. Así, esta semana supimos que, sobre un total de 1980 postulaciones, la Fundación Gabo, creada por el Premio Nobel Gabriel García Márquez con el objetivo de fomentar la creación periodística, y la promoción del uso ético y creativo del poder de contar y compartir historias, reconoció a dos rosarinos con el Premio Gabo 2022. En esta edición la categoría “Audio” estuvo de estreno y el galardón se lo llevó Nicolás Maggi por “La Segunda Muerte del Dios Punk”, un podcast que presenta una historia de no ficción ocurrida hace pocos años en la ciudad. Allí  se narra la trágica experiencia de Javier Messina, conocido como el “Dios Punk”, un músico callejero de punk rock que fue cancelado mediante un escrache virtual y mediático por una acusación de la que era inocente, siendo culpabilizado a través de las redes a partir de un audio que nadie chequeó y se viralizó. Tiempo después, el músico se suicidó tirándose al vacío desde el balcón de un edificio. Para realizar el trabajo Maggi habló con fuentes de la fiscalía, leyó numerosos artículos sobre el tema, repasó publicaciones en redes sociales, entrevistó al padre, a personas que lo conocían y vieron poco antes de morir, y a especialistas, con la intención de  comprender mejor fenómenos tan actuales como el escrache, la cancelación y su impacto en la salud mental.

Mientras, el trabajo premiado en la categoría “Texto” es “El polizón y el capitán”, del periodista rosarino Ricardo Robins, un relato gráfico que cuenta dos historias paralelas de polizones, publicadas en seis entregas para el medio Rosario3. Por un lado, la de Bernard Joseph, que desde Tanzania inicia un periplo de emigración ilegal, que lo acabará dejando en Rosario, y por el otro la del capitán Florin Filip, que tras zarpar en el Congo con el RM Power, encuentra pasajeros clandestinos en su barco que desaparecen poco tiempo después, dejando abierta la especulación de haberlos arrojado al mar para evitar a la naviera los gastos de repatriación. En este caso, el jurado destacó la habilidad del autor para construir “una crónica en seis entregas sobre migrantes desaparecidos, refugiados y las nuevas familias negras en Argentina”, agregando que “ambas historias, distantes algunos años en el tiempo, tienen en común poner de manifiesto el drama contemporáneo de las migraciones ilegales, las víctimas muchas veces invisibles que provoca esta forma de éxodo marítimo, así como el vacío jurídico (colindante con la impunidad) en que se encuentran quienes han tenido que practicarlas”. Al enterarse del galardón, Ricardo Robins compartió en su cuenta de Twitter una imagen del cartel mafioso antes descripto, repudiando el hecho y lamentando no poder celebrar como amerita el prestigioso premio, debido a las amenazas recientes.

Estas dos situaciones, ocurridas en la misma semana, destacan las luces y sombras de esta profesión amada, ejercida a contraluz y contrapelo, que desafía los sabios consejos y las miradas compasivas de familiares y amigos cercanos, pero que sin embargo nos sigue fascinando. Por eso estoy segura de que el periodismo rosarino seguirá dando el presente sin preámbulos ni demoras. Sé que frente a cada cámara, micrófono o computadora de un medio de la ciudad hay un colega que realiza su tarea cotidiana con humildad y conciencia, sólo para decir, para seguir diciendo lo que es imposible callar.

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