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Debatir otra vez el trabajo

Por Paulo Menotti.- El historiador Hernán Camarero presenta en Humanidades y Artes su revista “Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda”, que busca discutir esas categorías de estudio que durante los años 90 fueron dadas por muertas.


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La historia de los trabajadores y la izquierda tuvo sus avatares no sólo en la Argentina, sino también en el mundo. Surgida principalmente por interés de los propios militantes de las corrientes políticas de izquierda que eran a la vez obreros, muchas veces autodidactas, esa disciplina histórica fue tejiendo su trama para educación de otros trabajadores y, muchas veces, en tono épico. A mediados del siglo pasado, de a poco se fue volcando a los ámbitos académicos principalmente en Inglaterra de la mano de la llamada “Historia social”, logrando un lugar respetable en las universidades. Un traspié llegó durante las décadas del 80 y del 90 cuando, como signo de esa época, se hablaba del “fin del trabajo”, haciendo que muchos investigadores abandonaran su estudio. Sin embargo, parte de los historiadores se mantuvieron en esa línea que hoy vuelve a ser tema de debate, tal vez como reflejo de este momento de crisis del capitalismo. Con la aparición del segundo número, la revista Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda vuelve a discutir esas dos categorías que fueron menospreciadas pero no borradas. En una entrevista con El Ciudadano y con motivo de su presentación este viernes 7, a las 19, en la Facultad de Humanidades y Artes (Entre Ríos 758), su director Hernán Camarero analiza los motivos que llevaron a la publicación de estas temáticas al ámbito de las ciencias sociales sin desatender nuevas perspectivas de abordaje ni centrarse únicamente en esos sujetos sociales.

—¿Por qué hacer la historia del movimiento obrero y la izquierda argentina y cuáles son los objetivos de la revista “Archivos”?

—El movimiento obrero y la izquierda, en la Argentina y en el mundo, tienen una historia extensa y variada. El proceso de su conformación y desarrollo hunde sus raíces más de un siglo y medio atrás. El análisis de sus recorridos permite la comprensión de una expresión significativa de la sociedad contemporánea, en donde se entrelazan múltiples planos de la experiencia humana colectiva. Por la vastedad y complejidad que presentan como objeto de estudio, incluso en el nivel mismo de su definición, la tarea de investigarlos implica un reto. Con nuestra revista Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda quisimos asumir este desafío. Lo hacemos desde la propuesta de una publicación científica de historia social, política, cultural e intelectual, de carácter interdisciplinario, cuyo radio de interés posee límites conceptuales, temporales y espaciales amplios.

—Precisamente, ¿es la idea estudiar no sólo el caso argentino?

—Sí, obviamente, la Argentina será priorizada en nuestras exploraciones y convocatorias. Este país es un caso apropiado para encarar este tipo de estudios, pues ha conocido el desarrollo de una precoz y rica experiencia del movimiento obrero y la izquierda. Pero pretendemos desbordar estos límites, no sólo al inevitable contexto latinoamericano, sino también a los territorios más vastos de la arena mundial. Queremos estudiar la realidad de otros países y acercarnos a la producción de autores del exterior, traduciendo, discutiendo y reapropiándonos de los mejores aportes que estén a nuestro alcance.

—La categoría movimiento obrero aparece como central en la revista. ¿Qué entiende por ello? Porque desde hace 20 años, más o menos, se empezó a hablar del “fin del trabajo”.

—Bueno, “movimiento obrero” es una categoría que posee una larga tradición en el campo historiográfico y, más en general, en las ciencias sociales. También en el de los discursos y las prácticas políticas. Presupone la conformación de los trabajadores como clase e introduce, deliberadamente, la existencia de un sujeto consciente, distinguible e históricamente determinado. Si un antiguo pero recurrente debate tiende aún a problematizar el peso que adquieren las determinaciones estructurales o las experiencias subjetivas en la constitución de la clase trabajadora, es obvio que la referencia al movimiento obrero implica la asunción de un nivel de análisis más maduro: da por sentada la existencia del proletariado (como sujeto de explotación del capital), la resistencia a la opresión por parte de los “que viven del trabajo” y el reconocimiento de los intereses propios que estos asumen, en oposición a los apropiadores de la riqueza social. La lucha de clases, la conciencia de clase y la organización de clase, así como las formas políticas en que éstas se aceptan, definen y canalizan, son la materia prima básica que signan la conformación y el devenir del movimiento obrero en la historia, que nunca puede pensarse como una voluntad indeterminada de la acción del capital y el Estado. Nuestra revista se propone el examen privilegiado de estas dimensiones, sin desatender, lógicamente, todos los procesos que incidieron en los trabajadores en su condición de productores, explotados, ciudadanos y consumidores, o atravesados por conflictos de género, étnicos y raciales. Por otra parte, quizás apenas haga falta precisar que el movimiento obrero, en términos historiográficos y teóricos, no puede ser confundido con los liderazgos o las representaciones que hablan en su nombre, o reducido a una exclusiva configuración sindical (como muchas veces se lo ha hecho), pues se trata de un movimiento social de amplias incumbencias y atributos políticos, culturales, intelectuales e ideológicos.

—¿Y qué relevancia tiene examinar a la izquierda?

—Es que no existe una tradición política internacional más estrechamente vinculada a los avatares del movimiento obrero que la de la izquierda. Quizás, este último se trate de un concepto más lábil e impreciso que el de movimiento obrero. Puede entendérselo bajo el significado de una cultura de oposición e intento de superación de la realidad social imperante, históricamente emergida en un proceso de delimitación y confrontación con la moderna sociedad burguesa, y por ello, inicialmente definida por un horizonte socialista. Que la interpretemos como una categoría singular (poseedora de ciertos rasgos distinguibles y relativamente homogéneos), no significa olvidar, por otra parte, la heterogeneidad que la recorrió desde sus comienzos. Capturar esa riqueza y variedad a lo largo de la historia, en la que se presentan una gran cantidad de objetos de análisis (ideologías, programas, estrategias y tácticas, discursos, polémicas, formas organizativas, modalidades de intervención, prácticas socioculturales, influencias y liderazgos políticos e intelectuales), es otra de las aspiraciones de nuestra revista.

—Y en la revista “Archivos” ¿quieren estudiar ambas categorías, trabajadores e izquierda, en su vinculación?

—Claro, porque ni una ni otra pueden ser cabalmente entendidos como fenómenos históricos disociados. Hacerlo, sería mutilar la comprensión de ambos sujetos. ¿Debe vislumbrarse al primero como una posición objetiva en la que no incide de manera decisiva el actor político-ideológico? Al mismo tiempo, ¿es posible dar cuenta de la izquierda como si se tratara de ideas, identidades o estructuras políticas que flotan desencarnadas de cualquier entramado social? Precisamente, dado que nos inclinamos a una respuesta negativa a estos dos interrogantes (lo cual implica un distanciamiento efectivo de los determinismos objetivistas en el análisis de la clase y de los subjetivismos culturalistas o politicistas en el de las izquierdas), uno de los asuntos que queremos indagar en esta publicación con especial interés es el de los lazos orgánicos establecidos entre el movimiento obrero y la izquierda. Esto no supone renunciar a la exploración de los aspectos específicos que distinguieron a cada uno, sino apostar al notable enriquecimiento de enfoque teórico, metodológico e historiográfico que se consigue al colocar el examen relacional y el doble objeto de estudio como marco de referencia. Más aún, la propuesta es aportar al conocimiento de los distintos modos en los que ambos coadyuvaron a su constitución. Y, también, a los modos a través de los cuales el socialismo y el marxismo, como teoría y como praxis, se convirtieron en mediadores de ese vínculo.

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