Sociedad

Crónica del Caos N° 56

Debate presidencial en el “país de Nomeacuerdo”: alerta para el “día después”

Una reciente encuesta indica que el 42% de los menores de 36 años de todo el mundo cree que el mejor régimen político es una dictadura militar. La percepción de los jóvenes sobre la actual inseguridad económica, política e incluso física, sería una de las causas del auge de la extrema derecha


Por Elisa Bearzotti

En virtud de la cercanía de la próxima contienda electoral, al igual que muchos otros compatriotas, el domingo a la noche estuve sentada frente al televisor para presenciar el primer debate presidencial. Mi principal inquietud era detectar el “real” discursivo frente a tanto “coacheo” mediático, con el deseo de aportar desde estas crónicas, alguna luz de esperanza al desolado escenario político actual. Debo decir que no lo logré. Los candidatos no se corrieron ni un ápice de lo pautado por sus equipos comunicacionales, se mostraron cautos, moderados, con un control gestual excesivo, solamente roto por el pestañeo (involuntario) de Massa y la mirada agresiva (y voluntaria) de Milei. “Fue muy característico de lo que sucede en los debates entre muchos candidatos. Transcurren bajo formatos estructurados y, generalmente, no hay ganadores descollantes”, indicó al respecto el politólogo Mario Riorda a los colegas del grupo Perfil. “Hubo posturas conservadores, ninguno fue a perder mucho”, agregó. El experto, que se refirió además al caso Insaurralde como “una colección gigante de cisnes negros” porque contiene los tres condimentos que generan las peores crisis políticas -sexo, corrupción y abuso de poder- también mencionó la aparición de una nueva grieta (Milei o no Milei). “Vimos a un Milei que empieza a ablandar el formato de shock que se esperaba de sus propuestas económicas, se vuelve más incremental o gradual. Pero apareció mucho más radicalizado en el debate sobre derechos humanos. Ha roto, de modo claro, la idea del consenso democrático en torno a la existencia o no del terrorismo de Estado”, consideró el analista. Y entonces, en lugar de la luz de esperanza que pensaba aportar desde estas crónicas, lo que se encendió dentro de mí fue una potente luz de alarma.

A nuestra generación muchas veces le llama la atención que este tipo de discursos resulte permeable socialmente, y más increíble aún la atracción que ejerce sobre los jóvenes. Sin embargo, y a pesar de las lágrimas vertidas en el pasado, este fenómeno hoy crece en todo el orbe. De acuerdo a una encuesta publicada hace apenas dos semanas por el diario español La Vanguardia y realizada por la “Open Society Foundations”, un organismo creado por el multimillonario George Soros, el 42% de los menores de 36 años de todo el mundo cree que el mejor régimen político es una dictadura militar. La causa principal es que la democracia no ha sido capaz de garantizar su seguridad económica, como sí lo hizo con los mayores. Es más, un 35% de los inscriptos en las denominadas generaciones Z y Milennial, preferiría vivir en un régimen civil pero autoritario, sin división de poderes ni un sistema parlamentario efectivo. Una de las justificaciones podría ser que, a diferencia de sus padres, ellos crecieron rodeados de nuevas tensiones, en democracias polarizadas, con la violencia política a flor de piel. Por ejemplo, dos tercios de los franceses y los estadounidenses están convencidos de que durante el 2024 la tensión política en su país derivará en violencia física, al igual que el 77% de los colombianos y el 73% de los argentinos. Los problemas socio económicos a los que se enfrentan son enormes y sus dirigentes parecen incapaces de afrontarlos con garantías. Los resultados de la encuesta son “sobrios y alarmantes”, reconoce Mark Malloch-Brown, presidente de “Open Society”. “La mayoría de la gente aún quiere vivir en una democracia, pero si nos fijamos en cada generación, la fe se va diluyendo entre los jóvenes a medida que aumentan sus dudas sobre la capacidad de la democracia para lograr mejoras tangibles en sus vidas. Esto debe cambiar”, añadió. De acuerdo a lo consignado por el medio español, en la actualidad la pobreza y la desigualdad afectan a todas las sociedades, también a las más opulentas. El 49% de los encuestados reconoció que al menos un día durante el último año lo han pasado mal para comer, y en Estados Unidos fue el 52%, mismo porcentaje que en Bangladesh. Esta percepción sobre la inseguridad económica, política e incluso física, sería una de las causas del auge de la extrema derecha.

En cambio, en las viejas generaciones la memoria continúa viva y el terror sigue latiendo en el fondo del corazón. Quizás por eso el presidente del Consejo Central de los Judíos de Alemania, Josef Schuster, salió a decir en estos días “que ni en sus peores sueños” habría imaginado la elevada intención de voto que dan actualmente las encuestas al partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (entre el 21 y el 23% a nivel nacional). “Soy de la opinión de que no debería haber cooperación por parte de los espacios democráticos con un partido que es en gran medida nacionalista y racista. Un partido que claramente también encarna ideales nazis”, indicó Schuster a la agencia de noticias Europa Press. En su opinión, no debería legitimarse un grupo que se opone a la inmigración, sobre todo musulmana, que recela de la Unión Europea y niega el cambio climático. “Si la AfD llegara a formar parte de un Gobierno federal, habría que plantearse seriamente si la vida judía en Alemania sigue siendo posible”, señaló el dirigente y, recordando a la superviviente del Holocausto Charlotte Knobloch quien en 2006 dijera que finalmente los judíos de Alemania habían deshecho las valijas, subrayó: “hoy, una o dos personas ya miran en el desván para ver dónde han guardado la valija vacía para tenerla de nuevo a mano”.

Es cierto que los seres humanos, cuando estamos envueltos en el caos, necesitamos buscar certezas pero ¿cuánto valen esas certezas si terminan amenazando nuestra libertad, nuestra capacidad creativa, nuestra voluntad de decir y hacer, e incluso nuestra integridad física? Esta semana, también se cumplieron 10 años de la tragedia de Lampedusa en las costas italianas cuando, al hundirse el barco pesquero que los transportaba, murieron 368 inmigrantes procedentes en su mayoría de Etiopía y Eritrea. En ese momento, el mundo se escandalizó y las autoridades prometieron un “nunca más”. Sin embargo, nada cambió y cada día vemos más imágenes de miles y miles que deambulan por el mundo con sus valijas a cuestas, afirmando la incapacidad de los gobiernos para mejorar la vida de las personas. Hoy suena una alarma, un alerta para volvernos más responsables y sensibles frente a las urnas pero también después, cuando llega el momento de consensuar y participar en los espacios que afectan nuestra vida. Porque sólo la mala política es un tema de los políticos. La otra, la buena, la cotidiana, la que tiene que ver con palabras, mensajes y acciones, la que cambia y mejora la vida de la gente, esa nos concierne a todos y todas.

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