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De la Casa Blanca a la vida pública por todo el mundo

Por: Carlos Duclos

Dicen que gritó tanto el gol del seleccionado norteamericano contra Argelia que después tuvo que tomar té con limón para recuperar la voz. Pero no sólo eso, Bill Clinton, el ex presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, (que de él se habla) modificó su gira por África para ir a alentar a su equipo en el partido que ayer disputó contra Ghana (que lo eliminó en el tiempo suplementario por 2 a 1, después de haber empatado en los 90 minutos 1 a 1).

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Y allí se lo vio, emocionado, con la mano sobre el corazón, entonando las estrofas del himno nacional de su país y luego charlando con otro famoso, el Rolling Stone, Mick Jagger, que llegó a Sudáfrica para alentar a la selección inglesa.

Pero volviendo a Clinton, la presencia del ex mandatario norteamericano ayer en Rustenburgo, puso  en evidencia su pura raigambre política. Está en todas partes, y tanto lo vio Buenos Aires, dando una charla para unos mil empresarios y hombres de negocios, como las capitales de Europa.

Ayer las cámaras de televisión del mundo lo enfocaron una y otra vez en la tribuna del estadio de Rustenburgo.

Es lo que puede considerarse un hombre político, sabedor de que el contacto con la gente y las cosas que la sensibilizan son ingredientes inapreciables para la imagen y la acción. Es que a Clinton no lo ha abandonado su pasado de saxofonista, esa sensibilidad de músico. Sensibilidad que hace no mucho lo llevó a rematar su saxo por 130.000 euros en una fiesta celebrada en Francia para ser donados a la Fundación Americana de Investigación para el Sida.

Y mientras Bill se muestra al mundo como paradigma de político y ha sido designado director de honor para la candidatura de Estados Unidos en los próximos mundiales de fútbol, otros ex presidentes de la primera potencia del planeta se escurren en sus ranchos de Texas para no despertar recuerdos que son tristemente célebres.

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