El Hincha

De Jujuy a la gloria del Monumental

Ariel Ortega escribió una de sus páginas más gloriosa de sus pasos por River el sábado 30 de abril de 1994. Esa tarde tuvo una actuación sublime, convirtió un golazo y terminó siendo la figura en el Superclásico ante Boca. Fue 2-0 para River en la mismísima Bombonera.

Ariel Ortega escribió una de sus páginas más gloriosa de sus pasos por River el sábado 30 de abril de 1994. Esa tarde tuvo una actuación sublime, convirtió un golazo y terminó siendo la figura en el Superclásico ante Boca. Fue 2-0 para River en la mismísima Bombonera.

Con apenas 20 años recién cumplidos este jujeño de perfil bajo había elegido el encuentro ante Boca para dejarse de llamar “Orteguita”.

Habían pasado 2946 días de la última victoria de River en terreno del eterno rival. Claro que la historia de Ortega en River no empezó en 1994.

Ariel Arnaldo Ortega nació el 4 de marzo de 1974 en Libertador General San Martín, en la provincia de Jujuy.

Nació en una familia muy humilde, en un lugar aún más humilde del extenso territorio argentino. Desde muy chico se enamoró de su mejor amiga: la pelota, con quien empezó su relación en los campitos de tierra de su pueblo natal.

Desde temprana edad, deseaba jugar al fútbol para llegar a ser una gran estrella algún día, tal y como lo fue su padre en la Liga de su provincia. A este lo llamaban “El Burro” pues su patada era algo memorable, por lo tanto a Ariel lo apodaron “El Burrito” en honor a su padre.

Se formó futbolísticamente en Atlético Ledesma, el club más importante de la zona, donde debutó en primera a los 15 años.

“Mi meta era que me pagaran por jugar en la liga jujeña”, había dicho. Sin embargo, el destino tenía preparado para él un futuro mucho más próspero.

A los 15 años lo llevaron a las divisiones inferiores de River. Se sometió a una práctica de quince minutos realizada por el director general de fútbol amateur, Delem. Volvió a Jujuy y tras dos meses se integró definitivamente al club en la sexta división. Disputó once partidos y saltó a la reserva.

Debutó en el club de Nuñez el 14 de diciembre de 1991 frente a Platense de la mano nada menos que del actual titular de la institución: Daniel Passarella y, desde ese momento, fue generando un idilio con la hinchada “millonaria”

Se fue consolidando como uno de los jugadores más determinantes que dominó el fútbol argentino en la década del 90.

Comenzó en Primera el 14 de diciembre de 1991 -1-0 frente a Platense- con 17 años y de la mano de Passarella (su padre futbolístico). De ahí entonces, su vínculo con el hincha quedaría marcado a fuego.

El 5 de julio de 1993, convierte su primer gol en Primera ante Quilmes en la victoria de su equipo 3-1. Su actuación consagratoria en el clásico frente a Boca Juniors el 30 de abril de 1994 le valió la convocatoria a la Selección Argentina que disputaría ese mismo año el Mundial de EEUU.

Ganó su primer título siendo titular en el Apertura 1993, jugando todos los partidos y convirtiendo un gol difícil de olvidar ante Mandiyú de Corrientes, en el Monumental el día que cumplía 20 años

Volvió al año siguiente a dar otra vuelta Olímpica, también en el Apertura y en 1996 conquistaría su primer título internacional: la Copa Libertadores.

En el ’94 ya había jugado el Mundial de los Estados Unidos y en el ’96 repitió en el de Francia.

Sus notables actuaciones lo llevaron a Europa. Fue vendido al Valencia, convirtiendo uno de los mejores goles de esa temporada frente al FC Barcelona en el mismísimo Camp Nou. Después desparramó su talento en Sampdoria y Parma.

Pero un día, como Ramón Díaz o Enzo Francéscoli -otros grandes ídolos de River- decidió pegar la vuelta para volverse a calzar la camiseta de la banda.

En una tarde lluviosa de 2001 volvió y fue la figura en el triunfo de River por 4 a 1 ante Rosario Central. Formó un potente cuarteto atacante junto a Juan Pablo Ángel, Javier Saviola y Pablo Aimar, que sería recordado como los “Cuatro Fantásticos”. Y conquistó el Clausura de 2002.

Cuando River gritó campeón por trigésima en su historia, Ortega tuvo que desembarcar en el Fenerbahce de Turquía. Era el jugador preferido de José María Aguilar, en ese entonces presidente del club. Sin embargo, su contrato era demasiado alto como para mantener su continuidad.

Sin embargo, el “Burrito” no se logró adaptar en el club turco y regresó a la Argentina. El Fenerbahce, ante el incumplimiento de su contrato, apeló a la FIFA, que lo inhabilitó profesionalmente.

Finalmente, en el 2004 terminó de negociar su salida con los turcos y ese mismo año se sumó a Newell’s Old Boys, con el que volvió a gritar campeón en el Torneo Apertura.

No obstante, su corazón latía en Núñez y la gente de River lo quería nuevamente en el club. En agosto de 2006 volvió a su primer amor. Fue el 5 de noviembre, ante San Lorenzo, cuando ingresó a los 22 minutos del segundo tiempo reemplazando a Fernando Belluschi.

Como no podía ser de otra forma, el “Burrito” volvió a enamorar a su gente con un gol de gran factura: picó la pelota por sobre la cabeza del arquero Sebatián Saja. River ganó 5 a 0 y el idilio volvía a reflotarse.

Si bien en el segundo semestre de 2007 tuvo un nivel elevado de juego, Ortega comenzaba a ingresar en una etapa de decadencia. A esto se le sumó su adicción al alcohol que le causó problemas en distintos momentos de su carrera, fue separado del equipo tras la obtención de este torneo Clausura 2008 por el entrenador Simeone, y fue cedido a préstamo a Independiente Rivadavia de Mendoza.

La intención de la dirigencia era que allí, liberado de las presiones de jugar en un equipo como River, pudiera recuperarse, para lo cual se sometería a un tratamiento ambulatorio en una clínica especializada en Santiago de Chile.

Eso jamás ocurrió y como Ortega no se sintió a gusto en Mendoza, más de una vez expresó su deseo de volver a jugar en River. Esto se concretaría nuevamente en la segunda mitad de 2009. Sin embargo, su adicción jamás lo abandonó y eso provocó que el entrenador de River, Leonardo Astrada, decidiera excluirlo. Sin embargo, el flamante presidente Daniel Passarella salió a apoyar al jugador, quien recibió una nueva alegría cuando Diego Maradona lo volvió a convocar a la selección para jugar un amistoso ante Haití. Se calzó la 10 celeste y blanca y el brazalete de capitán en la que fue su despedida con el combinado nacional.

El resto de 2010 lo encontró con altibajos, marcando su último gol en el empate 2 a 2 ante Banfield.

La historia reciente dice que faltó el 5 de enero de 2011 en el primer entrenamiento de River y que 24 horas después, justo en el Día de Reyes, sus zapatitos quedaron vacíos. River lo terminaba echando. Habrá sido el gol de penal que le convirtió al arquero de Banfield, Enrique Bologna, el último en su historia en River… ¿O el “Burrito” se atreverá a escribir en el futuro otro capítulo con la banda? Con un ídolo, nunca se sabe. Por lo pronto ya dicen que tiene ofertas de los Emiratos Arabes, de un club de segunda de Brasil y que Ramón Díaz lo espera para conformar un nuevo San Lorenzo.

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