El lunes 15 de mayo de 1854 los vecinos de Rosario se entusiasmaron al ver la publicación de un prospecto que anunciaba la próxima aparición del primer periódico que tendría la ciudad: La Confederación.
En su obra Anales de la ciudad del Rosario de Santa Fe, Eudoro y Gabriel Carrasco cuentan que “esta hoja fue la primera impresión que se hizo en el Rosario con una imprenta radicada en la ciudad”.
Antes de la fecha de esa impresión la difusión de las principales noticias, decretos y documentos oficiales se cumplía “a voz de pregonero” y a toque de clarín o tambor, o bien fijando manuscritos en las puertas de las iglesias y otros edificios públicos. Por Rosario había pasado anteriormente la imprenta volante del ejército con el que Justo José de Urquiza avanzaba sobre Buenos Aires para derrocar a Juan Manuel de Rosas, imprenta que Domingo Faustino Sarmiento, boletinero de la campaña, instaló brevemente en una propiedad ya demolida de la esquina sudeste de Laprida y Santa Fe.
A principios de 1854 Rosario era, según palabras de Nicasio Oroño, “un emporio de riqueza nacional”. Contaba con un magnífico puerto natural y una aduana bien organizada. Era sede de la principal sucursal del Banco Nacional y centro de la actividad comercial de la Confederación Argentina. En lo administrativo, sin embargo, dependía aún de la capital de la provincia. Sin gobierno municipal ni instituciones de ninguna índole, seguía como en la colonia, “mandada por un juez de paz”.
“Apenas si había escuelas y menos podía pensarse en otra forma de actividad cultural. A no ser los escasos libros existentes en alguna casa acomodada y uno que otro ejemplar de los diarios y periódicos porteños de la época, leídos y releídos hasta el cansancio, no contaban los rosarinos con otra forma de solaz cultural”, cuenta Miguel Ángel de Marco en su libro Orígenes de la prensa en Rosario (Colmegna, 1969).
Por eso, la aparición del primer periódico revolucionó la vida de la incipiente ciudad, dando a los rosarinos los medios para informarse regularmente sobre el agitado acontecer nacional; permitiéndoles participar de los sucesos a través de cuatro páginas cargadas de noticias; otorgándoles la posibilidad de exponer sus ideas.
Aquel prospecto que anunciaba la inminente aparición de La Confederación informaba que a su frente iba a estar Federico de la Barra, un periodista porteño de 37 años que llegaba precedido de gran fama.
“Hace algunos meses que concebimos la idea de dar un periódico a la ciudad del Rosario y dotarla también de un establecimiento tipográfico que satisficiese las necesidades públicas, abrazando una infinidad de publicaciones indispensables en un pueblo que se esfuerza notablemente en su desarrollo, que reclama medios, y que necesita facilidades”, comenzaba el prospecto que anunciaba a los rosarinos la inminente publicación. “Hemos dado a nuestro periódico el título de La Confederación, porque él no ha de esquivar jamás de tratar todas aquellas materias de una trascendencia general para la Nación, sin menoscabo de las atenciones que debe a los intereses locales de la provincia de Santa Fe”, sostenían los editores.
“La Confederación aparecerá por ahora dos veces a la semana, en un tamaño adecuado a las necesidades de la actualidad. Salvadas las dificultades de instalación para una empresa nueva, procuraremos repartirlo diariamente”, agregaban. “El precio de la suscripción mensual será de 12 reales pagaderos al principio de cada mes. El precio de los anuncios y demás trabajos será convencional. Se reciben suscripciones en la Imprenta, calle de San Lorenzo, casa del señor Peñaloza, y en la Librería de la Fama, sita en la Plaza 25 de Mayo”, detallaban. Y finalizaban: “Deseando ser útiles a todas las condiciones de la sociedad, insertaremos gratis los avisos de los pobres que acrediten no poder pagar”.
Finalmente, el 25 de mayo de 1854, cuando se celebraba con repiques y salvas de fusilería el 44º aniversario de la Revolución, apareció el primer número del periódico de De la Barra, quien tuvo a su cargo la venta de los primeros ejemplares, ayudado por los aprendices de su todavía no muy bien montado taller.
La hoja mostraba en grandes caracteres su nombre, que como La Capital años más tarde anunciaba todo un programa: La Confederación, que era lo mismo que decir la Nación, significando que su prédica y sus esfuerzos iban a estar orientados en la defensa del ente político constituido por las provincias unidas, frente a las cuales se había colocado, segregada, Buenos Aires. Con tipos más reducidos: “Periódico político, literario y comercial”, y en un recuadro la disposición constitucional: “Todo habitante de la Confederación puede publicar sus ideas por la prensa sin censura previa”.
El tamaño de las ediciones de La Confederación era de 44 centímetros de largo por 29 centímetros de ancho, en cuatro páginas a cuatro columnas. Al principio apareció dos veces por semana, pero a partir del 1º de agosto de 1854 tiró tres ediciones semanales: martes, jueves y sábados.
De la Barra dispuso secciones dedicadas a la publicación de documentos oficiales, a informaciones del país y del extranjero, a la trascripción de artículos de otros periódicos y a la marcha del comercio local y nacional. La primera información del exterior apareció el 3 de junio de 1854, en el tercer número, y se refería a la guerra de Crimea y al asesinato del duque de Parma. Las noticias del exterior ocupaban la primera página del periódico.
De la Barra prefirió siempre, no sólo por su condición de auténtico periodista que sabía valorar la noticia, sino también por razones de simpatía y por identidad de ideales, las informaciones referentes a la guerra de la independencia italiana, sobre todo las que tenían como protagonista a Giuseppe Garibaldi, quien contaba con muchos partidarios en Rosario, donde vivían numerosos italianos. De la Barra llegó, incluso, a auspiciar colectas para ayudar a Garibaldi, quien era masón como él.
Las fuentes de noticias en materia internacional eran los diarios extranjeros que por entonces llegaban a Rosario. Las informaciones nacionales eran propias y reproducidas de distintos diarios del país.
El primer folletín que publicó La Confederación fue “Don Beltrán de la Cueva”. Además, muchas veces se reprodujeron composiciones poéticas y artículos de interés literario o histórico como el que apareció a toda página con motivo de la repatriación de los restos de Bernardino Rivadavia, escrito por Juan María Gutiérrez, y que ocupó cuatro ediciones.
Cuando la urgencia o importancia de una noticia lo exigía, se tiraban anticipaciones, generalmente de hojas de tamaño menor al de las ediciones normales. Desde el primer número el periódico publicó en forma recortable la Constitución nacional y el mismo año efectuó una tirada aparte.
Los avisos ocupaban casi siempre la cuarta página, aunque en algunos casos tomaban parte de la tercera. La diagramación de éstos se efectuaba de acuerdo con las posibilidades de la época, con grabados litográficos y viñetas y adornos tipográficos.
Los primeros anuncios publicados por La Confederación, en el número 1, ofrecían facilidades para girar fondos a las provincias de Mendoza y San Juan, junto a los servicios de un joyero y relojero alemán (Teodoro John) y de un profesor de piano (Juan Buroni). La critica teatral apareció ya en el primer número del periódico. Otras secciones fueron dedicadas a las transacciones monetarias y al movimiento portuario.
La Confederación dejó de aparecer en los primeros días de octubre de 1861, luego de haber informado a la ciudad por espacio de más de siete años y de haber tirado más de mil ediciones. Nació cuando Rosario daba sus primeros pasos hacia el progreso, y dejó de publicarse cuando la ciudad era ya una pujante y magnífica realidad.
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