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Vida y Plenitud

Cuando la mirada nos define

Lo que miras y dices ver es la prueba de lo que piensas, lo que piensas es la prueba de lo que crees y lo que crees es la prueba de lo que eres. Del mundo que miras al ser que eres hay una unión evidente que el ego ha pasado por alto.


La prueba de lo que eres es tu mirada. Hasta no ver un mundo de amor, no sabrás quién eres. Si contactas un mundo peligroso significa que te crees un cuerpo mortal y tienes miedo de desaparecer, no percibes la realidad. Hasta no ver al mundo real no contactarás tu identidad real. Un trabajo honesto de indagación propia te estimula a observar tu mirada cada día: “Lo que veo demuestra que no sé quien soy” son palabras para meditar de manera cotidiana y ayudar a la mente a despertar. Es una afirmación muy útil para comprender qué nos pasa durante esta existencia.

Lo que miras y dices ver es la prueba de lo que piensas, lo que piensas es la prueba de lo que crees y lo que crees es la prueba de lo que eres. Del mundo que miras al ser que eres hay una unión evidente que el ego ha pasado por alto. Un ser libre no ve un mundo de dolor, un ser sin miedo no ve un mundo donde hay que protegerse, un ser enamorado no ve un mundo de separación e individualismo. Tu mirada habla de tu creencia profunda, y si te decides a ver con amor y perdonar, te conviertes en eso, lo que eres.

No hay erudición ni juego intelectual que pueda cubrir u ocultar el temor que se siente al creernos un cuerpo. Ese temor no se quita de la mente creciendo teóricamente o evitando sentirlo.

Avanzar es reconocer qué nos pasa, aceptarlo con honestidad, y comprender que no nos afecta como creíamos.

Un observador de la vida expresó: “Lo que tú eres grita tan fuerte en mis oídos que no puedo escuchar lo que me dices”. Lo más elocuente que comunicas es tu manera de ser, no puedes taparla con lo que dices, haces, y tampoco con lo que crees. Estás asociado con una creencia de lo que eres y no con lo que eres, estás asociado con un cúmulo de ideas pero no con la experiencia directa de ser. Por muchas vidas has intentado vender el papel de persona buena e inteligente, sin dejarte el lugar honesto de la ignorancia sabia.

La ignorancia sabia es la actitud que te permite hallar por dentro la respuesta, libre de la trampa de la cabeza. La cabeza o pensar en demasía es el testimonio del ego, y el ego, el testimonio del temor. La ignorancia sabia descree de la voz que habla de dolor, pena o lástima para dar lugar al mundo real dentro de la mente.

Estás afirmando a cada momento quién eres al definir el mundo que ves. Al definir el mundo te defines. Cuando temes dices quién eres y cuando amas también. No puedes quejarte de algo sin decir que eres un ser vulnerable, no puedes criticar a otros sin decir que te sientes inferior o superior a los demás, no puedes desear cosas del mundo sin sentirte internamente un ser dependiente. No puedes ver un mundo fraccionado en forma y variedad sin creerte un ser fragmentado que debe ser compuesto o arreglado a diferentes niveles.

Pero cuando te das cuenta de que mirando al mundo de una sola y única manera, con amor y perdón, vas uniendo por dentro la creencia de la propia fragmentación; te sientes de una manera si pasa esto, o te sientes de otra manera si pasa aquello otro; si miras de una manera “al conocido” o si miras de otra manera “al desconocido”, defines entonces tu propia fragmentación.

Observa, por lo tanto, cómo defines el mundo que miras y sabrás si te unes o te fragmentas aún más debido al temor, ya que utilizas el mundo como una manera de justificar lo que ya crees o piensas, o sea, para no cambiar. Pero si cambias tu mirada, cambiará de inmediato tu mundo. El mundo es un espejo, no un hecho, no una sustancia separada.

Que el mundo sea un lugar de amor, perdón y felicidad… depende absolutamente de tu mirada.

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