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Panorama Político

Cuando la fragmentación política socorre a la gobernabilidad

El gobierno nacional le mete presión a la política santafesina en su afán por quebrar el Frente Progresista y arriar radicales hacia Cambiemos.


El gobierno nacional le mete presión a la política santafesina en su afán por quebrar el Frente Progresista y arriar radicales hacia Cambiemos.

A la mesa de Cambiemos no se sumó nadie que ya no estuviera. La foto del martes pasado en Buenos Aires no aportó novedades. Los discursos estuvieron dentro de lo esperable: respaldo y defensa de las políticas del gobierno nacional y poco y nada sobre política provincial, donde los radicales, en mayor o menor medida, están y seguirán estando involucrados con los socialistas en el Frente Progresista. Sonó a acuerdo tácito: la mudanza de la mesa santafesina de Cambiemos a Buenos Aires desobligó a los radicales que no estuvieron en la foto, en especial el grupo NEO, a tener que salir a diferenciarse.

El gobierno quería esa foto y la tuvo. Los ministros Peña y Frigerio sugirieron, una vez más, que PRO y radicales conformen un interbloque en la Legislatura provincial. El pedido busca mantener en guardia a los socialistas, pero a fin de cuentas pone en evidencia que se trata de un imposible. Deberán entender que la armonía de los socios radicales depende, paradójicamente, de que cada tribu tenga margen de decisión para definir su camino. Si eso no ocurriera, se doblaría y se rompería.

Que los radicales hayan blanqueado -y que los socialistas y el PRO no hayan tenido más remedio que aceptar- que irán con el Frente Progresista en las elecciones comunales de 2017, y con Cambiemos en la de diputados nacionales unos meses después, no quiere decir que no siga abierta la disputa política.

Lifschitz afirmó el viernes que “la demanda de salud pública es creciente por la realidad social del país, que en los últimos meses dejó muchas familias debajo de la línea de pobreza”. Su ministro de Producción Luis Contigiani había dicho horas antes que si no hay cambios en la economía, a fin de año la desocupación rondará el 10% a fin de año.

Son flancos débiles que el gobierno nacional no puede cubrir. Es lo que explica el fenomenal esfuerzo diario que hace para mantener al gobierno anterior en el tope de la agenda mediática y judicial. Poco por mostrar aún, malas noticias todos los días. El gobierno de Cambiemos se aferra a Cristina Fernández de Kirchner y no la suelta.

Ese estado de cosas obligó a la ex presidenta a cambiar los planes, a salir de su apacible retiro en el sur y volver a la arena política en Buenos Aires. El objetivo: contener y reagrupar una minoría activa y abrazarse en causa común a todos los demonizados por el gobierno nacional. He ahí la visita y foto con Hebe de Bonafini.

El gobierno sigue demorando una solución política para el tarifazo. El fallo que ordenó suspender los aumentos lo dejó tildado.

Esta semana resonará fuerte otro frente de tormenta: Ctera extenderá a todo el país la demanda de aumento salarial que esta semana inauguraron docentes de seis provincias. Detrás vendrá el resto de los estatales y los seguirán los gremios de la actividad privada.

En el centro de la escena está la inflación, otro agujero negro de la administración Macri. El costo de vida no será 25% como prometió sino 40% o más. Se abre un segundo semestre muy conflictivo.

Los radicales son los campeones del internismo y la fragmentación. Pero qué decir del justicialismo. Incluso los más orgánicos como los socialistas, o los más recientes como el PRO soportan cortocircuitos internos y crían subloques legislativos y corrientes internas como los conejos.

¿La fragmentación es resultado de la crisis de representatividad de los partidos políticos? ¿O los partidos están crisis como consecuencia de la fragmentación? Es como querer responder el dilema del huevo o la gallina.

Sin embargo la pregunta esconde una paradoja: lo que aparece como un fenómeno corrosivo de los partidos, médula espinal del sistema político según la Constitución, persiste y se profundiza porque es funcional a la gobernabilidad.

Qué sería del gobierno de Macri si no contara con una constelación de espacios justicialistas con quienes negociar el apoyo a leyes, nombramientos y determinadas políticas. Santa Fe, que desde 2007 se da gobiernos sin mayoría legislativa (Antonio Bonfatti gobernó con las dos cámaras en contra), es un ejemplo de cómo funciona esa llave.

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