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Cuando el amor no es amor

Por Rodrigo Joaquín del Pino


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¿Por qué experimentamos desilusión en las relaciones amorosas? ¿Por qué el amor parece fallar?

Cuando observamos más detenidamente los elementos que componen el amor de pareja o el amor filial, nos damos cuenta que se filtra pasado en ellos; cada quien interpone impresiones, imágenes y emociones de relaciones viejas que nada tienen que ver con el momento presente. Se trae al frente, consciente e inconscientemente, vivencias del pasado que no se han podido digerir correctamente en el fuego de la comprensión y del perdón. Fuertes expectativas y sentimientos de culpabilidad camuflados como inferioridad, superioridad, odio y vergüenza suelen aflorar y ser interpretados como algo normal dentro de las relaciones de amor.

Frecuentemente experimentamos cómo una relación de amor se transforma en una relación de odio, precisamente porque allí no hay amor. Nosotros confundimos el amor especial (dirigido sólo a algunas personas) con el amor verdadero, el cual se experimenta en afinidad con todas las personas y las cosas. El amor genuino no cambia, una vez que llega no se pierde o diluye jamás, a diferencia del amor especial, que al estar basado en la necesidad de recibir se extingue cuando su objetivo oculto no es alcanzado. Esto es muy visible en relaciones de pareja. Este amor es seductor pero también cruel. Incluso hasta una madre puede llegar a decirle a su hijo: “¡Con todo lo que yo he hecho por vos!”.

El amor especial es promocionado por el mundo porque todavía contiene la semilla de la dualidad en su núcleo, y se dirige hacia un amig@, pareja o familiar, muchas veces haciéndose visible su polaridad: el odio especial. El amor especial no es verdadero amor (incondicional) debido a que proviene del miedo y deja ver una actitud de exclusión, contraria a la de inclusión, la cual todo lo integra por ser no selectiva.

Debido a estas observaciones que todos podemos atestiguar, es importante comenzar a dudar de todo aquello que llamamos amor, al menos si somos o hemos sido personas que a través de las relaciones obtuvimos perplejidad y confusión. El hecho es que al identificarnos con el sufrimiento no buscamos el amor, sino su salida inmediata, y esto debe ser advertido. Le llamamos amor a la salida del dolor. El ego busca en el mundo relaciones para sanar su amor propio herido: el ego no busca amar, aunque habla de amor. La viene pasando mal porque no le sale ser feliz. Busca a alguien en quien descansar y dirigir sus ilusiones de felicidad. Es shockeante para nosotros comprender que en verdad no buscamos amor. Todos podemos observar lo que hacemos cuando entramos en una relación de pareja, cómo sutilmente exigimos ser reconocidos y amados (atendidos). Aparecen impulsos de autodefensa debido a millones de vidas bajo el concepto corporal. Y es que el ego le tiene miedo al amor, no lo busca, sólo quiere salidas del dolor momentáneas, “pasarla bien”, actividades anestesiantes. Se las ingenia para encontrar una relación agradable, no del todo sincera como para dejar ver su propósito oculto: la falta de compromiso con el amor incondicional.

También confundimos el amor con el hecho de necesitar a alguien, algo que no tarda en mostrarse como una verdadera dependencia o adicción. Esto nos aclara un poco más y nos hace comprender que aquella actitud de depender de otros está reflejando una creencia subconsciente de ser incompletos e inferiores, la cual se repite una y otra vez por la falta de trabajo interior: observar y soltar pensamientos.

El camino inverso estaría compuesto por las relaciones como oportunidades para desaprender el ego y dar lugar al amor. Hemos aprendido arduamente a temer, nos costó lágrimas conseguir tener miedo y desconfiar de la gente, pero finalmente lo hemos logrado, tras largo tiempo entrenando dentro del sueño que llamamos vida. Y si es un sueño, no hay nada que arreglar dentro de él, únicamente despertar. No es necesario haber desarrollado confianza en los demás para este nuevo propósito. El ego está espantado con este objetivo, en que cada relación es una oportunidad para sanar mi mente y despertar. Puedes quedarte soltero o entrar en otro vínculo, como gustes, de igual manera, como tu propósito es desaprender tu ego y comulgar con la incondicionalidad del amor, toda experiencia se tornará plena. La actitud estriba en que cada situación que experimentes sea interpretada desde tu nuevo interés, y verás todo como una misma sustancia ilusoria, un recurso, un juego, tal como cuando vamos al teatro. En el teatro sentimos el drama como si fuera real, pero sabemos que tanto las instancias de placer como las de dolor son aparentes y que nuestras relaciones verdaderas están ocultas a la vista. De manera similar, nuestra principal relación también está oculta, esa relación primaria es con uno mismo y con la Vida, la cual es fluida, sin problemas y pacífica. De esta relación original derivamos paz hacia todas las demás. En otras palabras: si tú no te amas, nadie lo hará por ti, incluso tu propia desatención será actuada repetidamente por la persona que más cerca tienes. Por lo tanto, si internamente estás diciéndote: “Mi Vida no me quiere”, activa tu voluntad y di: “Mi Vida me quiere”.

En el amor que sí es amor las personas se comunican sinceramente, no se juzgan. Así erradican el temor de sus almas, pudiendo escuchar la voz del propio corazón. Y ellos no se esconden de esa luz que producen juntos, aunque estén muy ocupados en el movedizo mundo de los deberes cotidianos.

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