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“Cuando canto la vida vuelve”

Liliana Herrero acaba de editar un álbum en donde interpreta temas de prestigiosos autores junto a su banda Nueva. Aqui habla de su apropiación de las canciones y del tiempo promisorio de la coyuntura. Por Juan Aguzzi.

Foto: Nora Lezano

Esta noche a las 21.30, en la sala Lavarden, se presentará la cantante Liliana Herrero junto a la formación que la acompañó en la grabación de Este tiempo, su reciente álbum y que al tratarse de una nueva banda lleva justamente ese nombre, Nueva. Integrada por Ariel Naón, Mario Gusso, Martín Pantyrer y Pedro Rossi, la banda ejerce un despliegue sonoro en el disco que cuesta pensar en algo más adecuado a las versiones con las que Herrero recrea un repertorio de bellísimas composiciones, con las que dialoga y a las que interviene de un modo admirable encontrándoles nuevos sentidos y entrañables matices. Se trata de canciones de autores contemporáneos que van desde Spinetta hasta Jaime Roos, pasando por Juan Falú, el Negro Rada, Hugo Fattoruso, Pepe Núñez, Ramón Ayala, entre otros, con los que el canto de Herrero establece conexiones impensadas y absolutamente seductoras. A continuación, Liliana Herrero, para muchos la sucesora de Mercedes Sosa, detalla algunas de las motivaciones para esas búsquedas que lleva a cabo en cada tema que elige, de su “apropiación”, y de lo difícil que resulta a veces encontrarle la vuelta al tema, de cómo entiende su rol de intérprete y del nuevo horizonte que política y socialmente aparece en la actual etapa argentina, de un tiempo promisorio que ella decidió llamar Este tiempo, tal como bautizó a su impresionante disco, un trabajo imprescindible que sitúa a la cantante entre las más innovadoras de la música popular.

—En este disco interpretás temas de un seleccionado de autores grosos, hasta hacés un tema inédito del Flaco Spinetta.

—Luis me mandó “Bagualerita” por email y cuando la vi pensé que era tan spinetiana que el estribillo tenía que ser una baguala; así que lo encontré un día que compartíamos un concierto en el Luna Park, y le dije que yo en el estribillo oía una baguala y él me dijo que podía hacer lo que quería con el tema.

—Apropiártelo.

—Sí; yo siempre hice esto de apropiármelo, pero bueno, era de Spinetta y a mí me daba una cosa rara; le dije que lo iba a grabar y cuando se lo mandé me respondió con un correo donde me decía que se había emocionado, y que me mandaba “un felicitado grande como una casa”.

—Es un bellísimo tema y con una letra hermosa también, vos hacés unas inflexiones por momentos que le dan una fuerza extraordinaria.

—Sí es muy hermoso, y dice esas cosas de “rompiendo las murallas roca por roca, roca a roca”, tiene ese juego tan lindo, tiene la palabra “lucerito”, que es muy del Flaco.

—Vos decís que conversás con la canción que elegís hasta encontrarle el horizonte, ¿cómo se da ese proceso?, ¿por qué te interesás primero, por la letra, por la música, por ambas a la vez?

—En realidad por las dos cosas a la vez, porque a veces tengo una gran letra y el diseño melódico del tema a mí no me interesa en términos musicales, y a veces es al revés, tenés temas preciosos con letras muy pobres, hay un tema emblemático, “La calandria”, uno de los chamamés más bellos que se han hecho en este país, de Isaco Abitbol, pero la letra no se puede cantar, a mí no me gusta, por eso me armo con otros recursos. “La calandria” alude al Litoral, primero pensaba hacer como un tarareo arriba y después me di cuenta que era un disparate hacer eso, entonces sentí que debía leer el poema de Juan L. Ortiz y el río arriba de eso.

—¿Cuándo considerás que tenés tu versión del tema que tomás, si es que le llamás versión?

—Sí, es una versión, es como una visita la que yo hago.

—Está bien, porque en una visita pasan cosas, se dialoga.

—Sí, porque hago un diálogo con la canción para establecer mi canto, mi voz sobre ella, ésa es una búsqueda increíble, hoy el disco en vivo suena otra cosa, siento que está todo más relajado, jugamos más, nos arriesgamos más, el sonido es más o menos el mismo pero el toque cambió, y eso lo pone en otro lugar al tema y es muy lindo ver ese proceso, muy interesante.

—Me imagino que con la banda en vivo pasan cosas más lúdicas.

—Sí, este es un disco más lúdico y menos trágico.

—¿Los discos anteriores los sentís más trágicos?

—Sí, por mi melancolía y la concepción trágica del mundo que siempre tuve y que a veces se nota en mi voz, mi voz es una voz quebrada por el paso del tiempo, por la búsqueda, por los vaivenes de la vida misma.

—Tu voz en este disco se nota con mucha garra, salvando las distancias, se nota como una voz rockera, por ejemplo en la versión del tema “Tu nombre y el mío”, de (Lisandro) Aristimuño, incluso los cuatro primeros temas del disco son así, eso le da un giro a tu música, como que la coloca en otra dimensión.

—¿Que ganaría yo si me propusiera imitar a Aristimuño, a Spinetta, o a alguno de los otros autores que interpreto?, me parece que no hay copia posible, creo que interpretar, porque yo soy intérprete y no compositora, es intervenir un tema, hacer algo con él porque a veces es menos problema elegir un tema que lo que vas a hacer con él. Te preguntás cómo lo intervengo, cómo lo interrogo, cómo converso, ese es el punto para mí, y no es fácil, hay gente que hace eso todo el tiempo, pero ese no es mi estilo.

—Tenés “una banda” de autores uruguayos en este disco.

—Sí, es verdad, está (Hugo) Fattoruso, Rada, Cabrera, Roos, el Pitufo Lombardo…

—¿Fue azaroso eso?

—“Abc”, del Pitufo, yo lo venía cantando y él me invitó a sus conciertos y ahí aprendí el tema y me gustó mucho “Nueva”, de Fattoruso, es un tema que Fito me insistió mucho para que lo cantara y no es fácil, tiene una marca muy propia; al tema de Fernando Cabrera creo que le encontré algo; después está “Austral”, del Negro Rada, yo canté mucho con el Negro, pero nunca canté un tema de él, es un tema precioso, el Negro es un gran cantante, yo siempre lo quise cantar y el propio Negro me decía que no lo cante porque era muy triste y es así, y al final pensé que si hacía algo tenía que ser algo muy distinto a lo que él grabó; tampoco había grabado nunca un tema de Jaime Roos, y ahí lo que yo hago es dejar de escucharlo porque para interpretar algo hay que aprendérselo, leer la partitura y dejar de escucharlo.

—Tocás con una banda muy ajustada, con una instrumentación un tanto atípica.

—Es una especie de pequeña orquesta de cámara, con vientos de madera…estoy muy contenta cómo salió la grabación, yo les propuse que se llamaran Nueva, ya que justamente eran eso, una banda nueva.

—En este disco me parece escuchar como un momento nuevo en tu discografía, o diferente, y lo asocio mucho con este nuevo marco político que vivimos, con nuevos horizontes.

—Lo que pasa que es un tiempo promisorio, un tiempo además donde podemos pensarnos nuevamente, lo que no es poco, por eso también yo le puse ese título, porqué no señalar con claridad esa extraordinaria singularidad que de este tiempo, éste es el tiempo que a mí me interesa, porque yo estoy pensando cosas precisamente nuevas a partir de que se ha abierto un horizonte mucho más prometedor; lo mío sería una especie de optimismo doliente, faltan cosas, vayamos por más, no es cierto que en lo dado está todo terminado, siempre hay más para hacer, esa sería mi idea, un optimismo doliente.

—¿Es lo que sentís cuando cantás?

—Cada vez que canto la vida vuelve, si yo no supiera que me subo al escenario para hacer la pregunta de lo que somos como patria, como país, decididamente no me subiría a cantar, la música puede ser un entretenimiento, pero a mí en lo personal no me alcanza.

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