Sociedad

Inicio de clases

Crónicas de cuarentena: historia de ritos otoñales y odiseas infantiles

Esta crónica retrata los desafíos del inicio de clases 2021, cuando a las cuestiones estructurales que impiden a las aulas argentinas ofrecer una educación de calidad se suman los aspectos sanitarios que tienen a maltraer a todos los miembros de la comunidad educativa


Por Elisa Bearzotti / Especial para El Ciudadano

Siempre me gustó marzo. Las vereditas barnizadas con distintos tonos de ocre, las hojas tapizando senderos, el crujido al pisarlas, el clima que poco a poco decide renegar del acoso veraniego y volverse más amable, me proponen experiencias de placer que, con su simplicidad, renuevan mi alegría cada año. Incluso en el 2020, cuando cada una de estas imágenes aparecía atravesada por sentimientos oscuros, encontré el modo de atesorar la placidez que me provocan las notas otoñales, haciendo del encierro obligado una oportunidad para detectar, día a día, los cambios en el follaje, las ramas desnudas, los nuevos paisajes.

Cuando era chica, a la celebración del otoño se sumaba además la expectativa que me producía el inicio de clases. El rito anual de preparar libros y cuadernos, cubrirlos con brillante y colorido papel “de forrar” y nominarlos con estrictas etiquetas, distribuir los “24 colores” en la cartuchera, ver el delantal nuevo confeccionado por mi madre junto a las zapatillas (rígidamente blancas), las medias y el maletín esperando atentos la señal de largada, me generaba una ansiedad anhelante que sólo se calmaba al pisar las baldosas amarillas de mi querida escuela primaria.

Si, amaba ir a la escuela. Era un lugar de contención y juegos, y yo disfrutaba de cada cosa que ofrecía: los bancos pulidos, los árboles derramando su sombra en las ventanas, los asientos de piedra del patio, el mástil con la bandera que izábamos cada mañana, la capillita siempre abierta que, con su recogido silencio, invitaba a visitarla… Para mí, “empezar las clases” significaba ir al encuentro de un mundo fascinante que disfrazaba, con su encanto, la crueldad y banalidad de la vida ordinaria.

A este punto es necesario aclarar que no tengo la intención de romantizar la infancia, bien sé que la memoria está plagada de trampas, y si bien las escuelas están pensadas como espacios de desarrollo y estimulación infantil, no siempre (y por variedad de causas) logran su objetivo. Estimo que cada niño aprende a su modo cómo bucear los desafíos y vínculos que propone la vida escolar, pero este año, a las cuestiones estructurales que impiden a las aulas argentinas ofrecer una educación de calidad, se suman los aspectos sanitarios que tienen a maltraer a todos los miembros de la comunidad educativa.

Con protocolos de prevención, distanciamiento social y uso de barbijos, más de 4 millones de alumnos de la provincia de Buenos Aires volvieron a la escuela este lunes, tras un año sin clases presenciales. Bajo una modalidad mixta, donde alternarán entre la presencialidad y el aprendizaje de manera remota, dieron inicio a la “nueva normalidad” escolar impuesta por el actual contexto epidemiológico.

Para su desempeño, las 16 mil escuelas de nivel inicial, primaria y secundaria de gestión estatal y privada de la provincia de Buenos Aires deben ajustarse a las pautas establecidas en el Plan Jurisdiccional para un Regreso Seguro a las Clases Presenciales, cuyos protocolos establecen, entre otras cosas, que la cantidad de alumnos dependerá de la superficie con la que cuenta el salón -debiéndose mantener una distancia de un metro y medio entre estudiantes y de dos metros con respecto al docente-  y que las jornadas escolares serán de 4 horas, incluyendo los tiempos de descanso. Además, se determinó la obligatoriedad del uso de barbijo o tapaboca para los estudiantes desde el nivel primario en adelante.

Por otra parte, los horarios de ingreso y salida de los establecimientos educativos serán pautados de manera escalonada para evitar concentraciones; estudiantes, docentes y auxiliares deben higienizar de manera frecuente sus manos -al menos cada 90 minutos-; y al entrar al colegio se tomará la temperatura para detectar potenciales casos de COVID-19. La ventilación natural de los ambientes debe realizarse en forma permanente, mientras las condiciones climáticas lo permitan. Si por el clima o cualquier otra circunstancia, puertas y ventanas no pueden permanecer abiertas, deberán abrirse cada 20 minutos durante un lapso de cinco minutos. Por el momento, quioscos y comedores escolares permanecerán cerrados.

En este sentido, los gremios docentes han hecho oír su voz insistiendo en que el único modo de asegurar y mantener la escolaridad presencial es que el Estado garantice la sanidad, tanto de los trabajadores como de los educandos. Por ello, en la provincia de Santa Fe, donde las clases inician el 15 de marzo, este jueves comienza el operativo de vacunación a docentes y no docentes, luego de la llegada de 37.800 dosis de Sinopharm, enviadas el martes por el gobierno nacional. Ya están dispuestos los lugares y la logística necesaria para inocular, en una primera etapa, a docentes de escuelas públicas y privadas que se desempeñan en el nivel inicial, 1º, 2º, 3º grado, y en escuelas especiales, según lo establecido por el Ministerio de Salud de la Nación.

Al respecto, la ministra de Salud de la provincia, Sonia Martorano, explicó que la vacuna Sinopharm “tiene la ventaja que no requiere ser conservada a temperaturas bajo cero, sino entre los 2 y 8 grados centígrados, lo que facilita su distribución y aplicación”, precisando además “que se compone de dos dosis, con un intervalo mínimo de 28 días de aplicación entre una y otra, y que está indicada para personas de 18 a 59 años”.

Un dato peculiar es que, si bien aún falta determinar el grado de eficacia de las medidas, las singularidades del protocolo ya tuvieron su impacto en las redes sociales, donde la circulación de memes informa sobre la dificultad accesoria que significa para los papás y mamás semejante cronograma organizacional. En definitiva, luego de imponer sus reglas en cada rincón de nuestra vida y modificar hábitos, modo de relacionarnos, espacios e incluso la psiquis misma, los fríos tentáculos de Escila, el monstruo de dos cabezas retratado por Homero en La Odisea, han logrado infiltrarse también en las aulas, amedrentando a la infancia con su terrible presencia. Ojalá pudiera Ulises salvarnos también en esta ocasión.

Comentarios