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Letras desde abajo

Cristian Ferreyra, forjado con Pocho Lepratti en La Vagancia, presentó el libro “Textos Urbanos”

"Pocho era un imprescindible que se arrimó a otros que con el tiempo también se volvieron imprescindibles para construir una sociedad mejor", dice el autor sobre su compañero de militancia Lepratti, quien este sábado hubiese cumplido 55 años


Por Paulo Menotti / Especial para El Ciudadano

“Seamos cómplices de un sueño, que nos humanice y abra nuestros corazones”, escribió Cristian Ferreyra en uno de sus cincuenta relatos breves y poesías que forman “Textos urbano”, una obra que comenzó a ser escrita cuando el autor era uno de los adolescentes que conformó La Vagancia, el grupo de trabajo social en barrio Ludueña de Claudio “Pocho” Lepratti, el militante social nacido el 27 de febrero de 1966 en Entre Ríos y asesinado por la represión en diciembre de 2001 en barrio Las Flores

A 25 años de comenzar a escribir esas primeras letras y frases, Ferreyra se animó a darle forma de libro como una manera de expresar todo lo que cosechó en esas experiencias y para poner un toque de esperanza en la gente de los barrios que hoy atraviesa situaciones dramáticas de violencia. En una entrevista con El Ciudadano, el autor reflejó su opinión sobre aquello que nutre a su texto, el que presentó este jueves 25 en el Centro Cultural Atlas.

—¿Cuándo y por qué elegiste escribir?

—Al igual que otros compañeros de La Vagancia, en la década de los 90, en la villa, con Pocho Lepratti, empezamos a participar de la Marcha de los Chicos del Pueblo, acá en Rosario, teníamos que escribir nuestros reclamos. Con ellos armábamos a través de palabras leyendas, consignas que llevábamos a las movilizaciones. Con eso queríamos denunciar simbólicamente la situación de crisis que atravesábamos en esos tiempos. Yo continué escribiendo hasta que llegó un momento que empecé a pensar en darle forma de libro. Sin embargo, las imposibilidades económicas que llevamos a cuestas son un claro desafío y hacen que los proyectos que tenemos nos lleven muchos más años. Llegó un momento en que se me acumularon años y textos escritos hasta que, hace poquito, se me dio la oportunidad, averigüé en términos editoriales cómo había que hacer y me decidí a hacer una publicación. Al mismo tiempo, sigo escribiendo.

—¿Qué cosas te inspiran?

—Todo lo que está escrito, todo lo que está plasmado en “Textos Urbanos” y lo que continúo escribiendo, todo tiene que ver con lo social. Está relacionado con historias de gente con la que caminamos a la par durante los años de nuestra infancia y adolescencia. Todo lo que fue sucediendo en ese tiempo y lo que continúa pasando en el presente. Trato de referenciarme, de reflejar lo que escribo en las situaciones de crisis que afronta la clase trabajadora, en la injusticia social en los barrios, en la imposibilidad de muchos y muchas de poder salir adelante. Mi mirada está posada en lo social.

—¿Qué te quedó de la militancia junto a Pocho Lepratti?

—De los años compartidos con Lepratti en Ludueña, ahí en La Vagancia, lo que me quedó fue un aprendizaje por haber caminado con Claudio varios años. El aprendizaje de saber que las cosas no se modifican porque sí. En principio, para poder cambiarlas se necesita otro. Ese otro, a través del tiempo, se vuelve imprescindible. Pocho era un imprescindible que se arrimó a otros que con el tiempo también se volvieron imprescindibles, para construir una sociedad mejor, lo que él creía. En Ludueña, estaba también esa otra gran persona que fue (el sacerdote salesiano) Edgardo Montaldo. Yo aprendí con ellos. Me enseñaron que las cosas no se hacen solas y que hay que trabajar. Si hay que pintarse las manos o pisar el barro para poder mejorar las cosas hay que inmiscuirse con la actividad que sea, y uno se tiene que comprometer. Repito que Pocho me dejó su solidaridad, su humanismo, su capacidad de trabajo y comprensión, su humildad, entre otras tantas cosas.

—¿Qué cambió en los barrios?

—Yo creo que los sueños siguen siendo los mismos. Las ganas de salir adelante y dejar la pobreza atrás. En los barrios hay mucha gente con una enorme capacidad para hacer cosas pero lo que siempre falta es la posibilidad. Sin temor de ser redundante, siempre pienso que la justicia social debería ser una forma de canalizar eso. A la gente humilde de los barrios, si le dan una posibilidad de demostrar sus capacidades, podría hacer grandes cosas más allá de la situación que tenemos hoy, de las balas y la violencia. Las puertas de las escuelas están cerradas para los chicos de los barrios, simbólicamente, porque muchas veces no hay ni para comprar los útiles para que puedan asistir. Si no existiera toda esa gente que se arrima a los barrios a dar una mano todo sería muchísimo más difícil. Como lo hizo Pocho Lepratti. Porque la vida para estos chicos no es un tranquilo transcurrir por esos pasillos, sino que es pelearla y pelearla. Las noticias reflejan las cosas terribles de violencia que suceden en estos lugares, pero allí la mayor parte de la gente busca salir adelante.

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